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bonanno-alfredo-m-errico-malatesta-y-la-violencia-revolucionaria-2009

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Errico Ma<strong>la</strong>testay <strong>la</strong> <strong>violencia</strong> <strong>revolucionaria</strong>Alfredo M. Bonanno


IntroducciónNada mejor que <strong>la</strong> lectura de mis intervencionessobre Ma<strong>la</strong>testa en el encuentro anarquista deNápoles, en diciembre de 2003, para entendercómo cada intención de justificar o condenar elconcepto de <strong>violencia</strong> <strong>revolucionaria</strong> es, a priori,una batal<strong>la</strong> perdida. La <strong>violencia</strong> <strong>revolucionaria</strong>no necesita mis justificaciones y no puede ser vilipendiadapor ningún tipo de condena, aún viniendoesta de <strong>la</strong>s mismas fi<strong>la</strong>s anarquistas.A fin de cuentas, el pacifismo también es un falsoproblema y no merece ser refutado recurriendoa demasiadas pa<strong>la</strong>bras.Mi esfuerzo no tenía, ni tiene aquí, en esta sede,<strong>la</strong> intención de proporcionar justificaciones a <strong>la</strong><strong>violencia</strong> <strong>revolucionaria</strong>. Solo quería, y quiero,proporcionar una contribución al pensamiento ya <strong>la</strong> actividad <strong>revolucionaria</strong> de Errico Ma<strong>la</strong>testa.Muy a menudo se han dicho muchas cosas infundadas,y muy a menudo también se ha identificadoa este anarquista con movimientos y hastacon partidos y es que, de buen revolucionario queera, Ma<strong>la</strong>testa no se preocupaba por ordenar suspapeles y resolvía los problemas a medida que se5


presentaban, buscando <strong>la</strong> respuesta en <strong>la</strong> confrontaciónsocial y no en silogismos teóricos.La guerra social continúa, <strong>la</strong> <strong>violencia</strong> <strong>revolucionaria</strong>es, simplemente, <strong>la</strong> expresión que másfácilmente se percibe, pero no <strong>la</strong> única, y según elpunto de vista tampoco <strong>la</strong> más importante.Confío estas páginas al cuidado del lector. Hagade el<strong>la</strong>s un buen uso, pero no espere obtener deel<strong>la</strong>s lo que no les pueden dar.La cita más importante es siempre en <strong>la</strong>s barricadas.Trieste, 26 de noviembre de 2008Alfredo M. Bonanno6


Renunciar a <strong>la</strong> <strong>violencia</strong> liberadora, cuandoesta es <strong>la</strong> única manera de poner fin alsufrimiento diario de <strong>la</strong>s masas y a <strong>la</strong>s cruelestragedias que azotan <strong>la</strong> humanidad, seríaresponsabilizarse de los odios que se <strong>la</strong>mentany de los males que del odio surgen.Errico Ma<strong>la</strong>testa


Ma<strong>la</strong>testa y el concepto de <strong>violencia</strong><strong>revolucionaria</strong>No soy un historiador, pues entonces no hab<strong>la</strong>récomo tal. Mi interés por Ma<strong>la</strong>testa empezóhace ya más de 30 años, cuando me encargué de<strong>la</strong> edición comentada de «La anarquía». La lecturade los textos más conocidos de Ma<strong>la</strong>testa yde <strong>la</strong> antología editada por Richards despertó micuriosidad. Me sorprendió encontrarme de<strong>la</strong>ntede un anarquista que no recurría ni al cómodosentido común de quien quiere ser comprendidopor <strong>la</strong>s masas, ni al pomposo lenguaje de quienconoce sin admitirlo <strong>la</strong> influencia de <strong>la</strong> vanguardialiteraria y filosófica. Ma<strong>la</strong>testa me pareció unhombre informado y que carecía de esa intencióna menudo arrogante y obstinada de impresionaral oyente. Pero lo que más me impresionó fue sulenguaje, simple y eficaz. Su razonamiento sosegadopero persuasivo. Frente a un Galleani queme llenaba el oído de sonidos rebuscados o de un9


10Schicchi que recurría a una retórica para mí innecesaria,Ma<strong>la</strong>testa se presentaba como un hombreconcreto, un revolucionario que quería destruirpero también construir, que poseía una culturaconsiderable pero que no quería exhibir<strong>la</strong> si noera necesario.Profundizando en <strong>la</strong> lectura de sus escritos, mepareció oportuno reflexionar sobre los procesosque conducen a <strong>la</strong> construcción de un líder. Nadaen Ma<strong>la</strong>testa rec<strong>la</strong>maba a esta infausta designacióny, aún así, el comportamiento de los compañeros,incluso más que el de sus adversarios, loencerraba en esa incomoda armadura. Recuerdohaber leído en algún lugar algo sobre un Leninitaliano, pero <strong>la</strong> memoria me podría fal<strong>la</strong>r, así queno quiero dar énfasis a este embarazoso paralelismo,pero me siento obligado a remarcar queincluso en el cartel redactado para publicitar esteencuentro está escrito que Ma<strong>la</strong>testa «fue uno delos revolucionarios más famosos de su tiempo»,como si <strong>la</strong> cosa pudiera interesarle a quien hoy(pero también en su época) quisiera acercarse a suobra. La fama es cosa del poder, es construida yutilizada por él. Nuestra tarea —o así me parece amí— apoyándonos en un compañero, quien quieraque este sea e indiferentemente de si haya «hecho»o «pensado» más o menos que otros (interesantediferencia, si existe, aunque poco c<strong>la</strong>ra), noes cierto lo de empezar por su fama, que debería-


mos dejar para los torpes artículos de los periódicos,a los libros de historia dirigidos a confirmar <strong>la</strong>supremacía de los vencedores, o a los archivos de<strong>la</strong> policía. Pero es cierto que muchos de nosotros,no digo todos, necesitan un líder, sienten como sino estuviera del todo revocado el antiguo espíritugregario, se someten al juicio de quien ve máslejos, para luego saltarle encima al primer cambiode viento. Es cierto eso de que <strong>la</strong> revolución no sehará si antes no se hacen los revolucionarios.Las siguientes reflexiones han sido fruto de<strong>la</strong>nálisis de algunos párrafos de los escritos deMa<strong>la</strong>testa. He elegido estos párrafos siguiendoun criterio de comodidad, o sea que he preferidotomar en consideración los referentes más c<strong>la</strong>rosde <strong>la</strong> indispensabilidad de <strong>la</strong> <strong>violencia</strong> <strong>revolucionaria</strong>,<strong>la</strong>s características de este tipo de <strong>violencia</strong>y su fundamento moral. Tratándose de problemasde gran importancia, muchos podrían remarcar <strong>la</strong>ilegitimidad de este método. ¿Qué sentido tiene—ya oigo decir— extrapo<strong>la</strong>r algunos conceptosde Ma<strong>la</strong>testa sacándolos de su contexto histórico,e incluso del contexto de redacción o lingüísticopara tomarlos en consideración, como si pudieranpretender tener una vida autónoma, gemas ais<strong>la</strong>dascapaces de resp<strong>la</strong>ndecer por sí mismas sinnecesidad de soporte alguno? De hecho, siemprehe sostenido que esta objeción y el método queestá en su base y que <strong>la</strong> justifica, están fundados11


12sólo cuando nos encontramos ante un teórico quedesarrol<strong>la</strong> su pensamiento de manera orgánica yprogresiva y que a ello se limita, dejando que todoeso que tiene que decir (y hacer) se concentre en<strong>la</strong> propia producción teórica. Pero para un revolucionarioes distinto. Cuando Ma<strong>la</strong>testa escribíaalgo se dirigía a un referente preciso que más omenos podemos considerar como el movimientorevolucionario anarquista de su tiempo. Noescribía para profundizar su pensamiento o parahacerlo aún más completo y exhaustivo. No pretendíaempezar por lo que había dicho en cualquierotro momento (hipotéticamente acordadoantes en el interior del proceso histórico) parallegar a algo que habría dicho sucesivamente(también acordado en un futuro más o menosa corto o medio p<strong>la</strong>zo). Cada idea de Ma<strong>la</strong>testaera acogida directamente, inmediatamente, porlos compañeros que lo escuchaban, lo leían uoían hab<strong>la</strong>r de él. Y esta idea era asimi<strong>la</strong>da singu<strong>la</strong>rmentepor <strong>la</strong>s conciencias de los compañeros,quienes <strong>la</strong> hacían suya y usaban su contenidoactuando según su propia visión de <strong>la</strong> vida, convirtiéndo<strong>la</strong>en sangre de su sangre, pulso de susdeseos, alma de los proyectos en construcción.Ninguno de ellos se preguntaba de que manera ydentro de que límites esa idea estaba conectadacon lo que Ma<strong>la</strong>testa había dicho en un texto,discurso, artículo, etc.


Cuando Camille Desmoulins se sube a una sil<strong>la</strong>e incendia <strong>la</strong> p<strong>la</strong>za contra <strong>la</strong> monarquía, son suspa<strong>la</strong>bras <strong>la</strong>s que impactan a <strong>la</strong>s masas, <strong>la</strong>s que incitana <strong>la</strong> conquista y a <strong>la</strong> destrucción de <strong>la</strong> Bastil<strong>la</strong>,no lo que el dijo en otras cientos de ocasioneso lo que diría después. Cuando Saint-Just pronuncia<strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras «Luis contra nosotros», sonprecisamente esas tres pa<strong>la</strong>bras <strong>la</strong>s que marcan elfin del rey y de <strong>la</strong> monarquía, no <strong>la</strong>s teorías del jacobinosobre los destinos morales de <strong>la</strong> revoluciónburguesa.Entiendo que esta reflexión pueda no ser compartida,y es justamente sobre este punto que hayque reflexionar minuciosamente, si no queremosque cada ocasión como ésta se reduzca a una discusiónvacía y superflua de críticas con bases históricaso tomadas, más o menos, como si fueranherramientas para domar <strong>la</strong> vida. Los anarquistasno necesitamos que los revolucionarios del pasado,ni Ma<strong>la</strong>testa en primer lugar, nos hablen a travésde <strong>la</strong> globalidad de su pensamiento compactoy orgánicamente bien definido. Dejemos que seocupen de este aspecto los historiadores profesionales,amantes del detalle y dispuestos a morirahogados en él. Dejemos que cada pa<strong>la</strong>bra sueltaretumbe en nuestro corazón con <strong>la</strong> misma eficaciacon <strong>la</strong> que retumbaba en el corazón de quien<strong>la</strong> escribía, oía o leía. Dejemos que sean nuestrosdeseos (y nuestras actuales necesidades) <strong>la</strong>s que13


14nos sirvan de interprete y no el sudario cultural,que a menudo sirve para proporcionar coartadas ypara apagar el entusiasmo.Lo que le pedimos a Ma<strong>la</strong>testa, y a muchos otroscompañeros como él, es una chispa, una luz repentina,una pequeña aportación: una ocasión para reflexionarantes de actuar. No le pedimos que razoneen nuestro lugar, ni que construya para nosotros unproyecto entero, con todas sus partes. No queremosque sea el pasado el que nos haga entender el presente.Lo que nos aporta <strong>la</strong> historia es ciertamenteimportante, pero no es lo único de lo que carecemos.Muy a menudo sucede que cuanto más tiende a aumentaresta aportación y cuanto más información,datos, documentación y reflexiones tendemos a acumu<strong>la</strong>r,el momento de <strong>la</strong> acción se aleja, consecuentemente,cada vez más. El enemigo contra el quedebemos luchar está de<strong>la</strong>nte de nuestros ojos, construyey p<strong>la</strong>nea <strong>la</strong>s condiciones de <strong>la</strong> explotación dehoy y de mañana, no se para a dar explicaciones de <strong>la</strong>explotación de ayer, y frecuenta <strong>la</strong>s au<strong>la</strong>s universitariasso<strong>la</strong>mente para golpearnos mejor y hacernos incapacesde entender los nuevos modelos represivos.Si le pidiéramos a Ma<strong>la</strong>testa una respuesta para cadauno de los nuevos elementos en base a los cuales elnuevo poder está tomando forma, no obtendríamosrespuestas útiles. Pero hay algo que sí podemos preguntary esto, de manera particu<strong>la</strong>r, toma <strong>la</strong> forma de<strong>la</strong> reflexión moral.


Y es por esto que he escogido el concepto de<strong>violencia</strong> en Ma<strong>la</strong>testa en esta presentación, paradiscutirlo junto con vosotros de <strong>la</strong> manera mássencil<strong>la</strong> posible, pero también de <strong>la</strong> manera másc<strong>la</strong>ra.Los anarquistas están en contra de <strong>la</strong> <strong>violencia</strong>.Es sabido. La idea central del anarquismo es<strong>la</strong> eliminación de <strong>la</strong> <strong>violencia</strong> de <strong>la</strong> vida social;es <strong>la</strong> organización de <strong>la</strong>s re<strong>la</strong>ciones socialesfundadas en <strong>la</strong> libre voluntad de <strong>la</strong>s individualidadessin <strong>la</strong> intervención de los gendarmes.Por esa razón somos enemigos del capitalismoque, respaldándose en <strong>la</strong> protección de losgendarmes, obliga a los trabajadores a dejarseexplotar por los dueños de los medios deproducción, también a estar ociosos o a pasarhambre, según los patrones estén o no interesadosen explotarles. Por eso somos enemigosdel Estado que es <strong>la</strong> organización coercitiva,o sea, violenta, de <strong>la</strong> sociedad. Pero, si un caballerodice que considera bárbaro y estúpidoentenderse a golpes de bastón y que es injustoy malvado obligar a alguien a cumplir <strong>la</strong> voluntaddel otro bajo amenaza de pisto<strong>la</strong>, ¿acaso es razonable el deducir que ese caballerotenga <strong>la</strong> intención de hacerse apalear y de sometersea <strong>la</strong> voluntad ajena sin recurrir a losmedios más extremos para defenderse?… La<strong>violencia</strong> es justificable solo cuando es necesariapara defenderse a uno mismo o a los demás15


de <strong>la</strong> <strong>violencia</strong>. Donde termina <strong>la</strong> necesidadempieza el delito… El esc<strong>la</strong>vo siempre está enun estado de legítima defensa, así que su <strong>violencia</strong>contra su patrón, contra el opresor, estásiempre moralmente justificada y tiene que serregu<strong>la</strong>da solo con el criterio de su utilidad yde <strong>la</strong> economía del esfuerzo humano y de lossufrimientos humanos.«Umanità Nova»25 de agosto de 1921Inicialmente parece que Ma<strong>la</strong>testa quiera ceñir <strong>la</strong>justificación del uso de <strong>la</strong> <strong>violencia</strong> a una dimensióndefensiva. La única <strong>violencia</strong> justificada esaquel<strong>la</strong> con <strong>la</strong> que nos defendemos de un abuso.Pero más ade<strong>la</strong>nte añade: quien se encuentra enuna posición constante de legítima defensa, o sea,el explotado, está siempre en el derecho de atacara quien lo explote, teniendo en cuenta <strong>la</strong> utilidadde ese ataque y los sufrimientos humanos queinevitablemente comporte. Así pues, no está hab<strong>la</strong>ndode <strong>la</strong> «<strong>violencia</strong>» de forma abstracta, comodesgraciadamente ocurre muy a menudo entrelos compañeros —diatriba que alimenta muchosde los errores del pacifismo—, sino que hab<strong>la</strong> deuna realidad de c<strong>la</strong>se en <strong>la</strong> que están legitimadosa usar<strong>la</strong> los que a el<strong>la</strong> pertenecen. Que el uso de <strong>la</strong><strong>violencia</strong> tenga como consecuencia una condenaimpuesta por <strong>la</strong> ley en vigor, no es un argumentoque pueda interesarle a los anarquistas. Queda <strong>la</strong>16


valoración práctica, <strong>la</strong> utilidad de <strong>la</strong> acción violentay los sufrimientos que provoca. Ma<strong>la</strong>testa no esun discípulo de Mach, pero vista su cultura filosófica,y visto que <strong>la</strong>s ideas empírico-criticas no eranraras en el clima cultural italiano de los años veinte,puede que haya tenido en cuenta este referente,pero se trata de una utilidad más concreta, no deesa general que sugería el economicismo filosófico.Desgraciadamente, ninguna acción llevada acabo por los explotados, considerados de manerasingu<strong>la</strong>r o colectiva, puede tener a priori una garantíade utilidad. Este concepto —y el mismoMa<strong>la</strong>testa lo afirma en otros escritos cuando dicepreferir a quien actúa mucho que a quienes esperany acaban sin hacer nada— tiene una única explicación.La acción violenta debe absolver todas<strong>la</strong>s condiciones lógicas que <strong>la</strong> hacen moralmentefundada, pero no puede prever todas <strong>la</strong>s consecuenciasde su naturaleza. Las condiciones lógicasson, en primer lugar, <strong>la</strong> situación personal y colectivade quien se insurge violentamente contra elenemigo de c<strong>la</strong>se, luego <strong>la</strong> identificación, lo másexacta posible, de dicho enemigo, <strong>la</strong> elección de losmedios a utilizar, y el estudio de todo lo necesariopara reducir al mínimo ese sufrimiento humanoque representaba para Ma<strong>la</strong>testa <strong>la</strong> segunda partedel problema. Todo esto es lo que se pide a quienactúa, y todo esto puede ser considerado como elsignificado amplio y no especifico de «utilidad».17


18De hecho, solo respetando profundamente estascondiciones, en otros términos, solo escogiendobien los objetivos y los medios, teniendo en cuentaincluso los mínimos particu<strong>la</strong>res que podríandeterminar un exceso de sufrimiento imputableal descuido o a <strong>la</strong> superficialidad, solo así <strong>la</strong> acciónpuede ser leída como respuesta a <strong>la</strong> represión o a<strong>la</strong> explotación y no necesitar justificaciones posteriores,siempre desagradables, y muy a menudoincomprensibles para <strong>la</strong> gente. Y ciertamente, nocarece de importancia que determinadas accionesde ataque necesiten una explicación. Los autoresmismos se dan cuenta de ello y sugieren esta explicaciónen lo que comúnmente se ha acordadol<strong>la</strong>mar «reivindicación». Desgraciadamente, casisiempre estas reivindicaciones —salvo casos ejemp<strong>la</strong>res—son incomprensibles para <strong>la</strong> mayoría,perjudiciales para <strong>la</strong> c<strong>la</strong>rificación de <strong>la</strong> acción porsí misma, indicativas de <strong>la</strong> poca lucidez de quien<strong>la</strong>s ha escrito y más cosas todavía. La simplicidadno suele ser una de <strong>la</strong>s virtudes de estos documentosque confirman el hecho de que <strong>la</strong> acciónno consigue hab<strong>la</strong>r por sí so<strong>la</strong>. Esta dificultad de<strong>la</strong> acción de <strong>la</strong> que estoy hab<strong>la</strong>ndo aquí es imputablea una ausencia de análisis en <strong>la</strong> elección delobjetivo, de los medios para alcanzarlo, etc., dichode manera breve: denuncia una ausencia de ordenmoral. Quién tiene c<strong>la</strong>ro lo que hay que hacer, noposee esta c<strong>la</strong>rividente agudeza de visión por don


del azar, sino por haber valorado anteriormentetodas <strong>la</strong>s posibilidades que humanamente fueseposible valorar. Incluso en esta eventualidad <strong>la</strong>scosas pueden ir mal, pero se trata de un riesgo quetenemos que correr si queremos actuar.Seguramente existen otras personas, otros partidos,otras escue<strong>la</strong>s tan sinceramente devotasal bien general, como pueda serlo el mejorentre nosotros. Pero lo que diferencia a losanarquistas de todos los demás es, sin duda,el horror por <strong>la</strong> <strong>violencia</strong>, el deseo y <strong>la</strong> intenciónde eliminar <strong>la</strong> <strong>violencia</strong>, es decir, <strong>la</strong> fuerzamaterial, <strong>la</strong> competencia entre <strong>la</strong>s personas.Se podría decir por esta razón que <strong>la</strong> idea específicaque diferencia a los anarquistas es <strong>la</strong>abolición del gendarme, <strong>la</strong> exclusión fuera delos factores sociales de <strong>la</strong> reg<strong>la</strong> impuesta a travésde <strong>la</strong> fuerza bruta, ya sea esta legal o ilegal.Pero entonces surge <strong>la</strong> pregunta, ¿por qué en <strong>la</strong>lucha actual contra <strong>la</strong>s instituciones políticosociales,que se consideran opresivas, los anarquistashan predicado y practicado, y predicany practican, cuando pueden, el uso de medidasviolentas aún estando éstas en evidente contradiccióncon sus fines? ¿Y esto hasta el puntoque, en ciertos momentos, muchos adversariosde buena fe han pensado, y todos aquellos quede ma<strong>la</strong> fe han fingido creer que el carácterespecifico del anarquista es <strong>la</strong> <strong>violencia</strong>? Lapregunta puede parecer embarazosa, pero se19


puede contestar con pocas pa<strong>la</strong>bras. Y es quepara que dos vivan en paz, es necesario que losdos quieran <strong>la</strong> paz; si uno de los dos se obstinaen querer obligar por <strong>la</strong> fuerza a que el otrotrabaje para él y que le sirva, el otro si quiereconservar <strong>la</strong> dignidad como persona y no serreducido a <strong>la</strong> más abyecta esc<strong>la</strong>vitud, a pesar detodo su amor por <strong>la</strong> paz y <strong>la</strong> armonía, se sentiráobligado a resistir mediante <strong>la</strong> fuerza con losmedios adecuados.«Pensiero e Volontà»1 de septiembre de 1924Una vez más, Ma<strong>la</strong>testa nos aleja de <strong>la</strong> diatriba teóricasobre <strong>la</strong> <strong>violencia</strong> y <strong>la</strong> no <strong>violencia</strong>. Los anarquistasquieren <strong>la</strong> eliminación de <strong>la</strong> fuerza bruta en <strong>la</strong>s re<strong>la</strong>cionessociales, pero en <strong>la</strong>s actuales condiciones delucha predican y practican, cuando pueden, el uso demedios violentos. Esto no ocurría únicamente en lostiempos de Ma<strong>la</strong>testa, también ocurre actualmente.Hoy en día los anarquistas también sostienen <strong>la</strong> necesidaddel uso de <strong>la</strong> <strong>violencia</strong> para atacar al enemigoque oprime y reprime. Para que dos puedan viviren paz, es necesario que estén dispuestos recíprocamentea respetar<strong>la</strong>. Hoy el poder ha perfeccionadolos aparatos ideológicos y propagandísticos a travésde los cuales difunde <strong>la</strong> idea de paz mientras, esencialmente,practica y prepara <strong>la</strong> guerra. Hoy, menosc<strong>la</strong>ramente que en los tiempos de Ma<strong>la</strong>testa, es necesariohacer un esfuerzo de profundidad analítica20


para entrar dentro de estos mecanismos de tapaderaque nos tienen bajo control, que nos numeran, registran,administran, ahogan. Que el opresor hablede paz no significa que realmente sea portador depaz. Esto los anarquistas lo saben, pero no siempreles resulta fácil cumplir el paso sucesivo, el de <strong>la</strong> acciónviolenta, el del ataque. Justamente Ma<strong>la</strong>testahab<strong>la</strong> de «dignidad del individuo», y es precisamenteesto lo que empuja a tanta gente a rebe<strong>la</strong>rse, yesa respuesta a veces es tan incontro<strong>la</strong>da que llega aser incomprensible para muchos. Pero no podemosperdernos en los aspectos exteriores, hay que entraren el interior de los hechos, e incluso en esosataques que no pudiendo alcanzar los huesos selimitan a arañar <strong>la</strong> piel, que no pudiendo llegar atocar el fondo se limitan a manchar los símbolos.La búsqueda de los medios «adecuados» de losque hab<strong>la</strong>ba Ma<strong>la</strong>testa no siempre es posible, mása menudo <strong>la</strong> sangre sube a los ojos antes de que <strong>la</strong>cabeza conteste a <strong>la</strong>s preguntas del cerebro. ¿Porqué condenar estas expresiones de <strong>violencia</strong> contralos símbolos del poder? Podrían ser autoreferencialesy así volver rápidamente otra vez en esas<strong>la</strong>gunosas áreas de recuperación minuciosamentesubvencionadas por el poder. Pero podrían ir másallá. Fuera del alcance de sus cómplices.21


22La lucha contra el gobierno se convierte, afin de cuentas, en lucha física y material. Elgobierno hace <strong>la</strong> ley. Así que este ha de poseeruna fuerza material (ejército y policía)para imponer <strong>la</strong> ley, ya que, de no ser así, soloobedecería quién quisiera, y eso no sería ley,sino más bien una simple propuesta que cadauno sería libre de respetar o rechazar. Y estafuerza los gobiernos <strong>la</strong> tienen, y se sirven deel<strong>la</strong> para poder fortalecer su dominio con susleyes y servir a los intereses de <strong>la</strong>s c<strong>la</strong>ses privilegiadas,oprimiendo y explotando a los trabajadores.El límite de <strong>la</strong> opresión del gobiernoes <strong>la</strong> fuerza que el pueblo pueda oponer.Puede existir un conflicto abierto o <strong>la</strong>tente,pero conflicto lo hay siempre, visto que el gobiernono se detiene ante el descontento y <strong>la</strong>resistencia popu<strong>la</strong>r más que cuando huele elpeligro de <strong>la</strong> insurrección. Cuando el pueblose somete dócilmente a <strong>la</strong> ley o <strong>la</strong> protesta esdébil y p<strong>la</strong>tónica, el gobierno hace lo que sele antoja sin preocuparse de <strong>la</strong>s necesidadespopu<strong>la</strong>res; cuando <strong>la</strong> protesta toma vida, sehace insistente y amenazadora, el gobierno,dependiendo de si está más o menos iluminado,cederá o reprimirá. Pero siempre sellega a <strong>la</strong> insurrección, porque si el gobiernono cede, el pueblo acaba por rebe<strong>la</strong>rse; y si elgobierno cede, el pueblo adquiere confianzaen sí y pretende cada vez más, hasta que <strong>la</strong>incompatibilidad entre <strong>la</strong> libertad y <strong>la</strong> autoridadse hace evidente y estal<strong>la</strong> el conflicto vio-


lento. Es necesario pues prepararse moral ymaterialmente para que, al estal<strong>la</strong>r <strong>la</strong> revueltaviolenta, <strong>la</strong> victoria sea del pueblo.Programma Anarchico (Bolonia, julio de1920) en «Umanità Nova»12 de agosto de 1920El enfrentamiento, precisa Ma<strong>la</strong>testa, es algo físico,concreto y material. No se trata de una confrontaciónde ideas, no se trata de dar a conocercuales son <strong>la</strong>s interpretaciones de <strong>la</strong> vida que rigen<strong>la</strong>s bases de <strong>la</strong> cultura anarquista y libertaria.Este punto de partida es ciertamente importante,difunde un concepto no violento, pluralista, contrarioa <strong>la</strong> autoridad y al dominio, pero es solo <strong>la</strong>parte exterior de algo más profundo. El proyectodel poder es el de imponer sus condiciones, no selimita tan solo a diseñárnos<strong>la</strong>s; demuestra concretamenteque quien no acepta <strong>la</strong>s reg<strong>la</strong>s impuestases considerado un «fuera de <strong>la</strong> ley» y es azotadocon sanciones más o menos serias, aunque capacesde meter miedo y de convencer a <strong>la</strong> gente aobedecer. La respuesta de los oprimidos puede sermás o menos fuerte, más o menos organizada, yes en estas diferentes maneras que se contraponea <strong>la</strong>s múltiples modificaciones que el poder crea,tanto en <strong>la</strong> opresión y el control, como en <strong>la</strong> libertadparcial que se siente obligado a conceder.Ma<strong>la</strong>testa creía, en su época, que el movimientohacia <strong>la</strong> insurrección era un proceso casi inevita-23


24ble causado por <strong>la</strong> contradicción entre lo que elpoder está dispuesto a conceder y aquello que losoprimidos están dispuestos a soportar. Este análisissufría de una reflexión de <strong>la</strong>s contradiccionesde origen social que derivaba del hegelismo marxista,hoy podemos ver más c<strong>la</strong>ramente que <strong>la</strong>scosas no son así. La capacidad de recuperación delcapital es imprevisible y depende de <strong>la</strong> potenciade <strong>la</strong>s nuevas tecnologías; el poder gestiona conmayor facilidad <strong>la</strong>s contradicciones y no pareceque entre el<strong>la</strong>s pueda haber una más consistentea <strong>la</strong> cual identificar como insuperable. El movimientoinsurreccionalista es alimentado de <strong>la</strong> incompatibilidadradical entre autoridad y libertad,pero para poder realizarse es necesaria una preparaciónpráctica que pueda nacer de condicionescontradictorias parciales, a veces incluso mínimasy seguramente remediables para el enemigo, peroque puedan ser momentos insurreccionales paraproceder hacia <strong>la</strong> revolución. Entre líneas, Ma<strong>la</strong>testapone el acento en <strong>la</strong> necesidad de <strong>la</strong> preparaciónpara <strong>la</strong> insurrección y lo pone sobre dosaspectos: <strong>la</strong> preparación moral y material. Ahora,no hay dudas de que si <strong>la</strong> primera es consecuenciade un aumento de <strong>la</strong> conciencia <strong>revolucionaria</strong>, <strong>la</strong>segunda no puede ser sino <strong>la</strong> preparación de unapráctica insurreccionalista que nace y se adquierecon <strong>la</strong> lucha diaria y no con <strong>la</strong> espera de una apocalípticae improbable batal<strong>la</strong> final. Hay que libe-


ar el terreno de <strong>la</strong> iconografía que quiere hacerde <strong>la</strong> insurrección una cuestión de barricadas y delucha de grandes masas decididas a llegar al ajustede cuentas. También los pequeños grupos localespueden asumir connotaciones insurreccionalistas,también <strong>la</strong>s luchas intermedias, si <strong>la</strong>s condicionesen <strong>la</strong>s cuales toman forma son <strong>la</strong>s de <strong>la</strong> autonomíade <strong>la</strong>s fuerzas políticas, de <strong>la</strong> conflictividad permanentey del ataque.Esta revolución tiene que ser necesariamenteviolenta, aunque <strong>la</strong> <strong>violencia</strong> sea en sí mismaun mal. Tiene que ser violenta porque seríauna locura esperar que los privilegiados reconocieranel daño y <strong>la</strong> injusticia de sus privilegios,y se decidieran a renunciar de ellosvoluntariamente. Tiene que ser violenta porque<strong>la</strong> <strong>violencia</strong> <strong>revolucionaria</strong> transitoria es elúnico medio para poner fin a <strong>la</strong> mayor y másperpetua <strong>violencia</strong> que tiene esc<strong>la</strong>vizados a <strong>la</strong>gran mayoría de los seres humanos.«Umanità Nova»12 de agosto de 1920El camino hacia <strong>la</strong> libertad no se puede recorrerpaseando, hay que ser conscientes de que se tratade un recorrido sangriento y difícil, capaz deturbar los sueños de quienes, aún aspirando a <strong>la</strong>justicia y <strong>la</strong> igualdad, quisieran que estas diosasbajaran del Olimpo sin hacer demasiado ruido.25


26Ma<strong>la</strong>testa es un revolucionario y no tiene motivospara alimentar estas ilusiones. Sabe que <strong>la</strong> <strong>violencia</strong>es dolorosa, pero también sabe que es necesaria.Pero no es en este punto donde hoy tendríaque centrarse <strong>la</strong> atención. En <strong>la</strong> frase en cuestiónestá el concepto de «<strong>violencia</strong> transitoria», es decir,de una respuesta radical y extrema, pero limitadaen el tiempo, a <strong>la</strong> ley de los dominadores quepretenden dominar para siempre. Esto nos dejaentender <strong>la</strong> hipótesis de un hecho «transitorio».Los medios de producción en manos de los pocosexplotadores irán a parar a <strong>la</strong>s de todos para <strong>la</strong>abolición de toda explotación. Desgraciadamente,hoy no vivimos en una condición social así dec<strong>la</strong>ra y aparentemente (solo aparentemente) fácilde entender. Las actuales condiciones productivasno consienten una utilización <strong>revolucionaria</strong> directa,es decir, no se puede utilizar de manera diferentelos medios de producción una vez se hayaefectuado <strong>la</strong> expropiación. La tecnología hace quesea muy improbable un uso finalmente justo delos recursos que el capital ha acumu<strong>la</strong>do. El nivelde destrucción necesario hoy en día es realmentemucho más grande y profundo de lo que podíaserlo en los tiempos de Ma<strong>la</strong>testa. Las dificultadespara desarraigar hábitos y condicionamientosson tantas y el mismo proceso reeducativo podríarequerir esfuerzos y luchas inimaginables.La recuperación de nuevas formas de gestión y


de administración centralizadas, que podrían presentarsebajo formas maquil<strong>la</strong>das y difíciles dedescubrir inmediatamente, propondría una «transitoriedad»de <strong>la</strong> utilización de <strong>la</strong> <strong>violencia</strong> contiempos muy <strong>la</strong>rgos. La conciencia de este difícilcamino alimenta tantas perplejidades y da espacioa reflexiones respetables de quien espera que <strong>la</strong>scosas se arreglen lentamente, sin tirar demasiadode <strong>la</strong> cuerda. Luchar de manera concreta contra<strong>la</strong>s formas actuales de este englobamiento ideológicoy cultural es un proceso violento que ya nose puede ap<strong>la</strong>zar.Nosotros también tenemos los ánimos amargadospor esta necesidad de lucha violenta.Nosotros, que predicamos el amor y que combatimospara alcanzar un estado social donde<strong>la</strong> concordia y el amor entre <strong>la</strong>s personas seanposibles, sufrimos más que nadie ante <strong>la</strong> necesidadde tener que defendernos con <strong>violencia</strong>de <strong>la</strong> <strong>violencia</strong> de <strong>la</strong>s c<strong>la</strong>ses dominantes. Perorenunciar a <strong>la</strong> <strong>violencia</strong> liberadora, cuando éstaes <strong>la</strong> única manera de poner fin al sufrimientodiario de <strong>la</strong>s masas y a <strong>la</strong>s crueles tragedias queazotan <strong>la</strong> humanidad, sería responsabilizarsede los odios que se <strong>la</strong>mentan y de los malesque del odio surgen.«Umanità Nova»27 de abril de 192027


28La autorización moral del uso de <strong>la</strong> <strong>violencia</strong> <strong>revolucionaria</strong>se encuentra justo en <strong>la</strong> necesidad desu uso. Esta necesidad encuentra su origen en elpeligro constante que miles de hombres y mujerescorren a causa de <strong>la</strong> opresión y <strong>la</strong> explotación. Sise tratara tan solo de elegir entre <strong>la</strong> paz y <strong>la</strong> <strong>violencia</strong>,los anarquistas serían los primeros en elegir<strong>la</strong> paz, siendo partidarios del amor y <strong>la</strong> fraternidaduniversal. Pero no se trata de elegir. Ellos,como todos los que son alentados por <strong>la</strong> voluntadde hacer que se acabe el odio que atormenta a <strong>la</strong>humanidad, están obligados a escoger <strong>la</strong> <strong>violencia</strong>.Evidentemente, los partidarios de <strong>la</strong> opresión, losque <strong>la</strong> ejercen directamente y los que de el<strong>la</strong> sacanun beneficio, difícilmente compartirán esta conclusión.Al contrario, cuanto más se avanza haciauna sociedad capaz de administrar el dominio através de <strong>la</strong> paz social, más nos damos cuenta deque los discursos ideológicos se vuelven sutiles,todos los opresores hab<strong>la</strong>n de paz y fraternidad,todos acusan a quien se quiere liberar de <strong>la</strong> opresiónde intolerancia y de <strong>violencia</strong> (con este propósitoha sido acuñado expresamente el conceptoespurio de «terrorismo»). La presión ejercidasobre <strong>la</strong> formación pública de <strong>la</strong> opinión generales tal que muchos (<strong>la</strong> gran mayoría de <strong>la</strong> gente)están seriamente convencidos de ser tolerantesincluso cuando participan de forma más directaen <strong>la</strong> explotación y <strong>la</strong> represión. La sociedad en


<strong>la</strong> que vivimos, y <strong>la</strong> que gradualmente se va perfi<strong>la</strong>ndo—de forma cada vez más evidente— para<strong>la</strong>s próximas décadas, es difícilmente definiblecon los cánones rígidos de <strong>la</strong> división de c<strong>la</strong>sesde <strong>la</strong> época de Ma<strong>la</strong>testa. Sin embargo, a pesarde estas crecientes dificultades, podemos estar segurosde que en algún lugar el enemigo continúaconstruyendo sus paradigmas de poder y que millonesde co<strong>la</strong>boradores ven posible <strong>la</strong> aplicaciónde estos paradigmas. Atacar a esta trama y a <strong>la</strong>spersonas que <strong>la</strong> llevan a cabo significa librarse de<strong>la</strong> responsabilidad que acaba cayendo sobre todosaquellos que al no atacar se convierten en cómplicesde <strong>la</strong> realización de aquellos proyectos delpoder. Pero ¿por qué esta responsabilidad derivadel no actuar, del dejar que <strong>la</strong>s cosas continúenasí, es decir, de no afrontar hasta el final <strong>la</strong>s consecuenciasrepresivas inevitables de una acción porfuerza violenta?, ¿por qué razón esta valoraciónmoral debe considerarse evidente? Esta preguntaes importante. De hecho, puede ser perfectamenteque el propio hecho de no participar, de abstenerse(por ejemplo, limitándose a no votar) puedaser considerado una forma suficiente de cortar elcordón umbilical de esa responsabilidad. De hechoestamos, en este caso, frente a una verdaderaacción positiva dirigida a entorpecer el mecanismorepresivo o de gestión que nos domina. Piensoque <strong>la</strong>s personas han de sentirse responsables (y29


no ser juzgadas responsables por alguien) solo delo que saben. Si alguien está completamente convencidode que basta (supongamos) con no votarpara sentirse libre de su crimen participativo enre<strong>la</strong>ción a <strong>la</strong>s instituciones, entonces es justo quede buena fe se considere libre de cualquier responsabilidad.Pero ¿qué persona que esté apenasinformada sobre <strong>la</strong> realidad que nos afecta puedellegar a estas conclusiones sin reírse de sí mismo?A medida que tome conciencia de <strong>la</strong> realidad de <strong>la</strong>sociedad en <strong>la</strong> que vive, se documente y se pongaal día, más insurgirá su corazón contra los paliativosque <strong>la</strong> mente racional había encontrado paraacal<strong>la</strong>r <strong>la</strong> conciencia. Solo que a menudo nuestrosintereses cotidianos —<strong>la</strong> familia, <strong>la</strong> carrera, eldinero, etc.— hacen de velo y nuestros esfuerzospara quitarlo casi nunca son los adecuados parareve<strong>la</strong>r <strong>la</strong> luz deslumbrante que éste esconde. Alfinal nos convencemos de que los únicos responsablesde <strong>la</strong> explotación y <strong>la</strong> opresión son solo losexplotadores y los opresores, y girándonos haciaotro <strong>la</strong>do, continuamos nuestra siesta.Nosotros, por principios, estamos en contra de<strong>la</strong> <strong>violencia</strong>, y por este motivo queremos que<strong>la</strong> lucha social, mientras <strong>la</strong> haya, se humanicelo máximo posible. Pero de ninguna maneraesto significa que <strong>la</strong> lucha tenga que ser menosenérgica y menos radical, es más, creemos que<strong>la</strong>s medias medidas tienden a prolongar inde-30


finidamente <strong>la</strong> lucha, a hacer<strong>la</strong> estéril y a producir,en fin, una cantidad todavía más grandede esa <strong>violencia</strong> que se quiere evitar. Tampocosignifica que nosotros limitemos el derecho dedefensa a <strong>la</strong> resistencia contra <strong>la</strong> agresión materiale inminente. Para nosotros el oprimidose encuentra siempre en un estado de legítimadefensa y tiene siempre pleno derecho a rebe<strong>la</strong>rsesin tener que esperar a que se le fusile,y sabemos muy bien que muy a menudo e<strong>la</strong>taque es el mejor método de defensa. Y aquíentran en cuestión los sentimientos, y para mílos sentimientos cuentan más que cualquierrazonamiento.«Fede»28 de octubre de 1923De lo que he dicho antes, considerando el conjuntode <strong>la</strong>s reflexiones presentadas, puede parecerque yo quero sostener una predilección personalpor <strong>la</strong> <strong>violencia</strong>. El oprimido —y son <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>brasexactas de Ma<strong>la</strong>testa— precisamente porque loes, se encuentra siempre en un estado de legítimadefensa. En otros términos, éste está legitimadomoralmente a rebe<strong>la</strong>rse, y esto sin que de <strong>la</strong> otraparte <strong>la</strong> represión sea llevada al extremo, es decir,que <strong>la</strong> situación objetiva en <strong>la</strong> que vive el oprimidollega a alcanzar un estado intolerable. Estepunto es importante, arroja una luz consistentesobre <strong>la</strong> decisión del rebelde de atacar al enemigo31


32que lo reprime. No es indispensable que éste seencuentre con el agua al cuello, es decir, que ledisparen. Pero entonces, ¿qué es lo que hace falta?La respuesta es evidente, hace falta que él se apropiede <strong>la</strong> conciencia de <strong>la</strong> situación en <strong>la</strong> que seencuentra, es decir, que adquiera <strong>la</strong> capacidad deleer entre <strong>la</strong>s líneas ideológicas que el poder creapara enredar antes de oprimir o suprimir. Por lotanto, más se desarrol<strong>la</strong> esta profundización y máspenetra entre <strong>la</strong>s líneas interesadas del represor deturno, más <strong>la</strong> rebelión se desencadena, aunque en<strong>la</strong> aparente condición de tolerabilidad represivapuesta en práctica por el poder. Por otro <strong>la</strong>do, muya menudo hemos visto como <strong>la</strong> conciencia <strong>revolucionaria</strong>,a medida que se desarrol<strong>la</strong>, tiene comoobjetivo atacar al enemigo, que con <strong>la</strong> propia acciónrepresiva le ha dado vida y como tarde o tempranoacaba —al no llegar a <strong>la</strong> determinación de este ataque—por morderse a sí misma. A veces esto puedellevar a un extremismo muscu<strong>la</strong>r que interpretaque todo se puede reconducir a una cuestión defuerza militar. Quien cae en este error acepta comoterreno del enfrentamiento de c<strong>la</strong>ses el elementoque normalmente es privilegio del poder. Una prolongaciónde <strong>la</strong> intervención violenta, en condicionesque no son <strong>revolucionaria</strong>s, produce un cierredel mundo en el que actúa el rebelde y una exacerbaciónde <strong>la</strong> especialización de <strong>la</strong>s intervenciones.Estas dos orientaciones son rápidamente captadas


por el poder que sabe muy bien como intervenir. Laintensificación de <strong>la</strong>s acciones violentas realizadas poruna minoría de rebeldes no corresponde necesariamentecon un aumento del proceso de rebelión. Esteúltimo aspecto está atado a otras condiciones, de <strong>la</strong>scuales <strong>la</strong> mayor parte son de naturaleza económica yque <strong>la</strong> rebelión solo puede evidenciar pero no promover.Podemos entonces encontrarnos de frente a unprogresivo ais<strong>la</strong>miento de <strong>la</strong> rebelión y a <strong>la</strong> necesidadde un autoreconocimiento. En otras pa<strong>la</strong>bras, <strong>la</strong>s accionesde ataque se intensifican para seguir existiendocomo entidad de rebelión dotada de una cierta conciencia<strong>revolucionaria</strong> y de un proyecto más o menosespecífico en sus detalles. Continuando en esta dirección,<strong>la</strong> realidad se nos escapa completamente de <strong>la</strong>smanos y <strong>la</strong> visión especialista tiende a reproducirse en<strong>la</strong> propia óptica militarista. Si el oprimido tiene siemprederecho a rebe<strong>la</strong>rse, <strong>la</strong> conciencia <strong>revolucionaria</strong>necesaria para que esta rebelión se transforme en unhecho real lo debe asistir hasta el final, es decir, tieneque indicar también los limites y el significado de <strong>la</strong>sacciones que toma.Los anarquistas carecen de hipocresía. Lafuerza hay que rechazar<strong>la</strong> con <strong>la</strong> fuerza: hoycontra <strong>la</strong>s opresiones de hoy; mañana contra<strong>la</strong>s opresiones que podrían intentar sustituir a<strong>la</strong>s de hoy.«Pensiero e Volontà»,1 de septiembre de 192433


34Ma<strong>la</strong>testa no se hace ilusiones de que los anarquistasserán los únicos en hacer <strong>la</strong> revolución,que <strong>la</strong> próxima revolución será <strong>la</strong> definitiva, <strong>la</strong> social,<strong>la</strong> anarquista. Sabe que casi seguro podría serindispensable tener que volver a combatir contralos futuros opresores. Hoy sabemos que esta perspectivatiene mucho fundamento, porque muchosse hacen ilusiones con poder utilizar —c<strong>la</strong>ro quede manera diferente— <strong>la</strong>s fuerzas productivas delcapital; cosa de <strong>la</strong> cual dudamos rotundamente.Enseguida, muchos de los supuestos revolucionarios—una vez desempolvada <strong>la</strong> propia vocaciónrepresiva— intentarán gestionar <strong>la</strong> cuestiónpública en nombre de sus propios intereses y suspropias ideologías. Contra estos <strong>la</strong> lucha será, irremediablemente,<strong>la</strong> continuación de <strong>la</strong> precedente,igual de feroz y difícil. Muchos han deducido deesta perspectiva que, siendo los anarquistas (máso menos) <strong>la</strong> voz en el desierto, tanto vale que sedediquen a esto: a hacer de Casandra, sin ensuciarsemucho <strong>la</strong>s manos en el barro de <strong>la</strong>s cosasconcretas, de los ataques destructivos a realizar,empezando por el ahora y no ap<strong>la</strong>zándolos paramañana, ya que tarde o temprano estarían obligadosa retomar el análisis critico de los resultadosalcanzados y a recomponer <strong>la</strong> organización de luchaprecedente. En otras pa<strong>la</strong>bras, al no poder serp<strong>la</strong>usiblemente <strong>la</strong> propia revolución (aquí razonamosa lo grande) <strong>la</strong> buena, es necesario mantener-


se alejados esperando con el bolígrafo rojo parasubrayar los (inevitables) errores de los demás. Siesto es válido para <strong>la</strong> «revolución», pensad en <strong>la</strong>sluchas parciales, en <strong>la</strong>s l<strong>la</strong>madas «luchas intermedias».Pensad en cada insurrección individual queno puede evitar empezar en un punto cualquierade <strong>la</strong> lucha de c<strong>la</strong>ses.[Refiriéndose a los hechos del «Diana»] Yo dijeque esos asesinos son también santos y héroes;y contra esta afirmación protestan esos amigosmíos, en honor a esos que ellos l<strong>la</strong>man loshéroes y los santos verdaderos que, por lo queparece, no se equivocan nunca. Yo solo puedoconfirmar lo que dije… ya basta con <strong>la</strong>s sutilezas.Lo importante es no confundir los hechoscon <strong>la</strong>s intenciones, y al condenar lo negativono olvidarnos de reconocer <strong>la</strong>s buenas intenciones.Y esto no solo por respeto a <strong>la</strong> verdad,no solo por piedad humana, sino también porrazones de propaganda, por los efectos prácticosque nuestro juicio puede producir. Hayy habrá siempre, mientras continúen <strong>la</strong>s condicionesactuales y el ambiente de <strong>violencia</strong> enel que vivimos, personas generosas, rebeldes ysúper sensibles, pero carentes de capacidad dereflexión, que en ciertas circunstancias se dejanllevar por <strong>la</strong>s pasiones y golpean a ciegas. Sinosotros no reconocemos altamente <strong>la</strong> bondadde sus intenciones, si no distinguimos elerror de <strong>la</strong> maldad, perderemos toda influencia35


moral hacia ellos y los abandonaremos a susciegos impulsos. Si en cambio rendimos homenajea su bondad, a su coraje, a su espíritude sacrificio, nosotros podremos llegar a su inteligenciapor el camino del corazón y hacerque ese tesoro de energía que está en ellos puedaser utilizado a favor de <strong>la</strong> causa de manerainteligente, buena y útil.«Umanità Nova»24 de diciembre de 1921El rebelde insurge y apuntando contra el enemigomata a inocentes. Esto sucedió en el teatro Dianaen 1921, pero ahora mismo estoy pensando en e<strong>la</strong>taque de Gianfranco Bertoli 1 contra <strong>la</strong> comisaríade Milán en <strong>la</strong> calle Fatebenefratelli y en los muertosque su bomba dejó en <strong>la</strong> calzada. El razonamientode Ma<strong>la</strong>testa es calmo pero determinante,es un razonamiento responsable que no cae en <strong>la</strong>histeria. Concentra <strong>la</strong> atención hacia los compañerosautores de dicho acto, les conoce, sabe queson buenos compañeros y que se han equivocado.Sabe que cometer errores es algo que puede su-361. El 17 de mayo 1973 Gianfranco Bertoli arrojó una granadade mano en el patio del cuartel de <strong>la</strong> policía en <strong>la</strong> calle delhospital Fatebenefratelli en Milán, durante <strong>la</strong> inauguraciónde un busto en memoria de Comisionado Luigi Ca<strong>la</strong>bresi,al que asistió el entonces ministro del Interior, Mariano Rumor.La bomba no alcanzó al ministro, que ya se había ido,pero mató a 4 personas e hirió a otras 45. (N. del T.)


ceder. Bertoli <strong>la</strong>nza su bomba dentro de <strong>la</strong> puertade <strong>la</strong> comisaría, pero un policía <strong>la</strong> rechaza dándoleuna patada y ésta explota entre <strong>la</strong> gente que hacíaco<strong>la</strong> para hacer tramites administrativos. En aquelmomento —no conociendo a Bertoli y analizandosu autobiografía publicada en el periódico «Gente»—yo mismo había definido condenable suacción pues no había manera de individuar en <strong>la</strong>historia de su vida <strong>la</strong>s características de un individualista«stirneriano», como parecía que él mismose dec<strong>la</strong>raba. Fue casi treinta años más tarde quepude corregir mi error cuando, al haber entab<strong>la</strong>douna correspondencia episto<strong>la</strong>r con él, conocí mejoral compañero y vi sus virtudes, <strong>la</strong>s cuales no aparecíanen dicha autobiografía. Ma<strong>la</strong>testa tiene losconocimientos oportunos, sabe que Mariani, Agugginiy los demás son compañeros conocidos y defiar, es decir, sabe que se encuentra de frente a un<strong>la</strong>stimoso error y afronta este delicado argumento.Lamenta y se aflige por los muertos pero también<strong>la</strong>menta y se aflige por <strong>la</strong> suerte de los compañeros,por <strong>la</strong> responsabilidad que han asumido y queestán dispuestos a sostener pagando de<strong>la</strong>nte de <strong>la</strong>así l<strong>la</strong>mada justicia. Lo que cuenta, dice, son <strong>la</strong>sintenciones. Pero ¿<strong>la</strong>s intenciones no eran pavimentodell’inferno 2 ? C<strong>la</strong>ro, es justamente esto lo que2. «Pavimentación del infierno» en castel<strong>la</strong>no. Cita de DanteAlighieri, que significa que a menudo los métodos justifican37


afirma <strong>la</strong> moral burguesa, siempre lista a aferrarsea los efectos, a analizar los resultados y a colocar sujuicio sobre el metro de <strong>la</strong> economía. Esta coloraciónmoral <strong>la</strong> encontramos a veces entre los mismosanarquistas, los cuales han llegado a preguntarle aMariani y a Bertoli: «¿A quién puede beneficiar estetipo de acción?». So<strong>la</strong>mente a <strong>la</strong> represión. Ahí tenemos<strong>la</strong> respuesta. Y a partir de este punto, <strong>la</strong> conclusiónse extiende descaradamente. La represión es <strong>la</strong>que siempre se beneficia de cada acción que pretendaatacar al enemigo, que pretenda hacer sentir máscerca —justo en sus orejas— el gesto evidentementepoco amistoso del rebelde. ¿Cuántas son <strong>la</strong>s dec<strong>la</strong>racionesde exención que puntualmente se presentande frente a cualquier acontecimiento que se sale unpoco de <strong>la</strong>s fi<strong>la</strong>s de <strong>la</strong> ortodoxia de <strong>la</strong> opinión? Contar<strong>la</strong>sno le interesa a nadie. Seguramente sean unaseñal de sutilesa política, pero también de miopíamoral. Ma<strong>la</strong>testa, por el contrario, corre el riesgode bajar al infierno y hab<strong>la</strong> de <strong>la</strong>s intenciones. Sabeque éstas no salvan de <strong>la</strong> responsabilidad (moral) alos asesinos —porque de asesinos se trata— perosabe también que cal<strong>la</strong>rse o, aun peor, agregarse a<strong>la</strong>s reprimendas de los tartufi 3 , negaría el mismoel fin, y que se justifican <strong>la</strong>s acciones más crueles y moralmentereprochables con <strong>la</strong> excusa de que todo eso se hacecon un fin noble o por una buena causa. (N. del T.)3. Un tartufo es –en castel<strong>la</strong>no– una «trufa». Se refiere a un38


principio propagandista de <strong>la</strong> anarquía militante,negaría todos los esfuerzos que cada día hacemospara convencer a <strong>la</strong> gente de <strong>la</strong> necesidad de rebe<strong>la</strong>rsey atacar al enemigo que oprime y explota.McKinley, el jefe de <strong>la</strong> oligarquía norteamericana,el instrumento y defensor de los grandescapitalistas, el traidor de los Cubanos y Filipinos,el hombre que autorizó <strong>la</strong> masacre delos huelguistas de Hazleton, <strong>la</strong>s torturas delos mineros de Idaho, y <strong>la</strong>s mil infamias quecada día en <strong>la</strong> «república modelo» se cometencontra los trabajadores, ese que representaba <strong>la</strong>política militarista, conquistadora, imperialista,en <strong>la</strong> que se ha <strong>la</strong>nzado <strong>la</strong> gorda burguesíaamericana; ha caído víctima del revólver de unanarquista. ¿De qué queréis que nos apenemos,si no es por <strong>la</strong> suerte reservada al generoso que,oportuna o inoportunamente, con una buenao ma<strong>la</strong> táctica, se ha dado en holocausto a <strong>la</strong>causa de <strong>la</strong> igualdad y de <strong>la</strong> libertad? Lo repetimosen éste como en todos los momentosanálogos: visto que <strong>la</strong> <strong>violencia</strong> nos rodea portodos <strong>la</strong>dos, nosotros, continuamos luchandocon serenidad para que se acabe esta horriblenecesidad de tener que responder a <strong>la</strong> <strong>violencia</strong>con <strong>violencia</strong>, aunque deseando que vengapronto el día en que los antagonismos de intepersonajede Molière, típicamente hipócrita y moralmentesubterráneo. (N. del T.)39


40reses y de pasiones entre <strong>la</strong>s personas se podránresolver con medios humanos y civiles, guardamosnuestras <strong>la</strong>grimas y nuestras flores paraotras personas que no sean estos personajes,los cuales, metiéndose a <strong>la</strong> cabeza de <strong>la</strong>s c<strong>la</strong>sesexplotadoras y opresoras, asumen <strong>la</strong> responsabilidady se enfrentan a los riesgos de <strong>la</strong> propiaposición. Pero ha habido anarquistas que hanencontrado útil y bonito el insultar al oprimidoque se rebe<strong>la</strong>, ¡sin tener una so<strong>la</strong> pa<strong>la</strong>brade reprobación para el opresor que ha pagadoel precio de los delitos que había cometido odejado que se cometieran! ¿Es una aberración,un insano deseo de obtener <strong>la</strong> aprobación delos adversarios, o es incauta «habilidad» quequisiera conquistar <strong>la</strong> libertad de propagar <strong>la</strong>spropias ideas, renunciando espontáneamenteal derecho de expresar el verdadero y profundosentimiento del animo, es más, falsificandoeste sentimiento fingiendo ser diferentes decomo uno es? Lo hago con pesar, pero no puedoevitar manifestar el dolor y <strong>la</strong> indignaciónque me ha producido a mí y a los compañerosque en estos días he tenido ocasión de ver, <strong>la</strong>spa<strong>la</strong>bras imprudentes que «L’Agitazione» hadedicado al atentado de Buffalo. «¡Czolgosz esun inconsciente!» —Pero ellos, ¿le conocen?—«¡Su acto es un delito común que carece delos atributos indispensables para que un actosimi<strong>la</strong>r pueda definirse como político!». Creoque ningún fiscal, por regio o republicano quesea, osaría afirmar algo así. De hecho, ¿hay al-


gún motivo para juzgar a Czolgosz empujadopor intereses o rencores personales?... Ya, esimpropio hab<strong>la</strong>r de delito en casos simi<strong>la</strong>res.El código lo hace, pero el código está hechocontra nosotros, contra los oprimidos, y nopuede servir de criterio a nuestros juicios. Estosson actos de guerra; y si <strong>la</strong> guerra es delito,lo es para quienes en el<strong>la</strong> están de parte de <strong>la</strong>injusticia y de <strong>la</strong> opresión. Pueden ser, o son,delincuentes los ingleses invasores del Transvaal;no lo son los Boeri cuando defienden <strong>la</strong>propia libertad, aunque <strong>la</strong> defensa fuese sin<strong>la</strong> esperanza de vencer. «El acto de Czolgosz(podrían contestar los de ‘L’Agitazione’) paranada ha hecho avanzar <strong>la</strong> causa del proletariadoy de <strong>la</strong> revolución; a McKinley le sigue susímil Roosevelt y todo queda igual que antes,a parte de que <strong>la</strong> situación es ahora un pocomás difícil para los anarquistas». Y puede serque «L’Agitazione» tenga razón; es más, en elámbito estadounidense, por lo que yo se, meparece probable que así sea. Esto quiere decirque en <strong>la</strong> guerra hay acciones acertadas y otrasequivocadas, hay combatientes sagaces y otrosque —dejándose transportar por el entusiasmo—se ofrecen al enemigo como b<strong>la</strong>nco fácilo bien comprometen <strong>la</strong> posición de los compañeros;esto significa que cada uno tiene queaconsejar, defender y practicar <strong>la</strong> táctica queconsidere más adecuada, para alcanzar <strong>la</strong> victoriaen el más breve tiempo y con el menor delos sacrificios posibles; pero no puede alterar41


42el hecho fundamental y evidente de que quiencombate, bien o mal, contra nuestro enemigo ocon nuestras mismas intenciones, sea nuestroamigo y tenga derecho, desde luego, no a nuestraincondicional aprobación, pero sí a nuestracordial simpatía. Que <strong>la</strong> unidad combatientesea un colectivo o un individuo solo, nocambia nada al aspecto moral de <strong>la</strong> cuestión.Una insurrección armada hecha inoportunamente,puede producir un daño real o aparentea <strong>la</strong> guerra social que nosotros combatimos,como lo hace un atentado individualque sacude el sentimiento popu<strong>la</strong>r; pero si<strong>la</strong> insurrección está hecha para conquistar<strong>la</strong> libertad, ningún anarquista le negará susimpatía, ninguno, sobre todo, osará negar elcarácter de combatiente político-social a losinsurgentes vencidos. ¿Por qué tendría queser diferente si el insurgente es so<strong>la</strong>menteuno? «L’Agitazione» ha dicho bien que loshuelguistas tienen siempre razón, y lo hadicho —aunque sea evidente que no todas<strong>la</strong>s huelgas sean aconsejables— porque unahuelga que no sale bien puede, en ciertas circunstancias,ser causa de desanimo y dispersiónde <strong>la</strong>s fuerzas obreras. ¿Por qué lo quees cierto en <strong>la</strong> lucha económica contra lospatrones no lo es en <strong>la</strong> lucha política contralos gobernantes, que con el fusil del soldadoy <strong>la</strong>s esposas de los gendarmes quieren hacernossiervos de ellos mismos y de los capitalistas?Aquí no se trata de debatir sobre <strong>la</strong>


táctica. Si de ello se tratara, yo diría que prefiero<strong>la</strong> acción colectiva a <strong>la</strong> individual, porquecon <strong>la</strong> acción colectiva —que requierecualidades medias bastante comunes— máso menos se puede contar, mientras no sepuede contar con el heroísmo —excepcionaly de naturaleza propia esporádica— que requiereel sacrificio individual. Se trata ahorade una cuestión más alta: se trata del espíriturevolucionario, se trata de aquel sentimientocasi instintivo de odio contra <strong>la</strong> opresión,sin el cual no tiene ningún sentido <strong>la</strong> letramuerta de los programas, por más libertariosque sean los propósitos afirmados; se tratade aquel espíritu de combatividad, sin el cualincluso los anarquistas se dejan domesticar yvan a parar, por una u otra vía, al pantano dellegalismo... Es estúpido, para salvar <strong>la</strong> vida,destruir <strong>la</strong>s razones del vivir. ¿De qué sirven<strong>la</strong>s organizaciones <strong>revolucionaria</strong>s si se dejamorir el espíritu revolucionario? ¿Para qué<strong>la</strong> libertad de propaganda, si ya no se propagalo que se piensa?«L’Agitazione»22 de septiembre de 1901Respondiendo a Luigi Fabbri, que había definidoel asesinato del presidente estadounidense comoun acto inc<strong>la</strong>sificable y una ma<strong>la</strong> acción inconsciente,se preocupa antes que nada de sostener confirmeza <strong>la</strong> legitimidad de cualquier ataque contra43


44el opresor. Es precisamente en el anarquista queatenta en quien piensa y no en <strong>la</strong>s consecuenciasrepresivas que el acto en cuestión habría inevitablementedesencadenado. No toma distancia, secoloca enseguida del <strong>la</strong>do del rebelde. Se convierteen partidario de <strong>la</strong> <strong>violencia</strong> para que <strong>la</strong> <strong>violencia</strong>pueda acabar lo antes posible, para que pueda acabar<strong>la</strong> necesidad de responder a <strong>la</strong> <strong>violencia</strong> con<strong>violencia</strong>. Lamenta que algunos anarquistas hayanpodido insultar al oprimido que se rebe<strong>la</strong>, y defineeste comportamiento como un deseo malsano deobtener los ap<strong>la</strong>usos de los adversarios. He aquí unpunto sobre el cual tendríamos que detener nuestrareflexión. No hay nada que el enemigo puedacompartir con nosotros en esta guerra de c<strong>la</strong>ses;no hay ni reg<strong>la</strong>s ni honor de <strong>la</strong>s armas. Puede quemás feroz que <strong>la</strong> propia represión material sea <strong>la</strong>que se cumple haciendo recurso a <strong>la</strong> mentira, a <strong>la</strong>desinformación, a <strong>la</strong>s calumnias. El enemigo atacaponiéndonos «fuera de <strong>la</strong> ley» (preventivamente) y«fuera de <strong>la</strong> lógica» (sucesivamente). Afirma quecada rebelión hacia <strong>la</strong>s autoridades constituidas esir contra <strong>la</strong>s leyes hechas expresamente para garantizar<strong>la</strong> convivencia común, no entiende como puedesuceder todo esto, como puede haber personasque no compartan el mejor de los mundos posibles,el único mundo que de todas maneras se puedeperfeccionar a través de <strong>la</strong>s mejoras y reformas. Elhecho es que <strong>la</strong> lógica de <strong>la</strong> rebelión no le pertene-


ce, es un asunto del todo incomprensible para él, ycon esto hay que resignarse. No podemos atacarley pretender que el poder comparta <strong>la</strong>s reg<strong>la</strong>s de esteataque, porque se trata de un ataque que sigue reg<strong>la</strong>sdiferentes de <strong>la</strong>s que sustentan los procesos de<strong>la</strong> <strong>violencia</strong> opresiva. Si nos convencemos de elloacabaremos dándonos cuenta de que nuestras accionesde ataque contra el poder son «ilógicas». Notiene sentido —es decir, no tiene sentido para <strong>la</strong>lógica del poder y de <strong>la</strong> gente conformista que escebada por el poder— que Czolgosz dispare a Mc-Kinley, si a cualquier McKinley le puede sustituirun Roosevelt. Y que esta consideración sea hechapor el enemigo es más que justo, pero lo que duelees que muy a menudo sea hecha por no pocoscompañeros. ¿Qué sentido tiene tirar un poste, omil doscientos (que son los que se han derribadoen Italia en los últimos quince años), si luego <strong>la</strong>Enel 4 construye otros tantos y encima rápidamente?¿Qué sentido tiene tanto empeño si ese empeñose reduce solo en desinf<strong>la</strong>r el globo del hijo delmariscal? Para entender cual puede ser el sentidode los pequeños ataques difundidos en el territorio,es necesario aceptar una lógica diferente de <strong>la</strong> lógicade los patrones y del poder. Pero aceptar unalógica diferente a menudo entra en conflicto con lomás cercano a nuestra manera de ser, es decir, entra4. Compañía de <strong>la</strong> luz en Italia. (N. del T.)45


46en conflicto con nuestra forma de pensar. Nosotrossomos lo que pensamos y pensamos lo que somos.Podemos ciertamente pensar algo que nunca haremoso seremos, pero este pensamiento no permanecedemasiado tiempo en nuestra mente; comouna fantasía del sábado por <strong>la</strong> noche, se desvanecea <strong>la</strong> primera luz del lunes. Ma<strong>la</strong>testa hab<strong>la</strong> decombatientes sagaces o menos sagaces, de los quefrenan el propio entusiasmo y de los que se dejanllevar por éste, pero no se da cuenta de que <strong>la</strong> valoraciónse hace con una unidad de medida que nonos pertenece. Cuando nos movemos en <strong>la</strong> acciónque intenta acercarse al enemigo lo máximo posiblepara llegar a inquietarlo en sus certidumbres, cadacálculo de conveniencia, cada valoración táctica, cadaconocimiento técnico y cada profundización teóricapueden asistirnos, pueden estar todos de nuestro <strong>la</strong>doe iluminarnos el camino, pero el último tramo, eseque levanta el ánimo de <strong>la</strong>s demoras finales, que todoaprieta en los momentos en que se supera <strong>la</strong> propiafractura moral, lo debemos recorrer solos. Aquí cadauno está solo con <strong>la</strong> propia coherencia moral, con <strong>la</strong>propia conciencia <strong>revolucionaria</strong>, con el propio deseode acabar con <strong>la</strong> opresión y <strong>la</strong> explotación. ¿Que importasi de <strong>la</strong> acción sale un gesto aproximativo, algoque <strong>la</strong> luz lógica de <strong>la</strong> deslumbrante no-contradictoriedadvalorará como una «ma<strong>la</strong> acción inconsciente»?Somos nosotros los que hemos hecho esa acción,somos nosotros los que hemos tomado <strong>la</strong> responsa-


ilidad, no so<strong>la</strong>mente de <strong>la</strong> acción en sí, sino tambiénde todas <strong>la</strong>s valoraciones de conveniencia, de táctica,etc. Y somos nosotros los que hemos decidido llevar<strong>la</strong>a cabo. Nuestra acción, en el fondo, es lo que somosnosotros mismos.Trieste-Catanianoviembre de 200347


Nota de <strong>la</strong> editorialHay algo que hace que tanto Ma<strong>la</strong>testa como Bonanno,más allá de <strong>la</strong>s diferencias y similitudes entre ambos,sean objeto de respeto y controversia. Ambos provienende Italia, más particu<strong>la</strong>rmente de <strong>la</strong> región del sur,y son referentes teóricos para muchxs libertarixs detodo el p<strong>la</strong>neta. Quizás lo más importante es que losdos, a diferencia de otros «teóricos» revolucionarios,nunca separaron <strong>la</strong> teoría de <strong>la</strong> práctica, <strong>la</strong>s ideas de loshechos. Nunca se han contentado con <strong>la</strong> comodidaddel teórico, del burócrata de <strong>la</strong>s ideas. Son <strong>la</strong>s acciones<strong>la</strong>s que cuentan y <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras sin acciones duran muypoco, de lo contrario, serán <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras que mutan lentao rápidamente hasta que puedan sobrevivir por simismas, áridas y frías, superficiales y falsas, sin necesitarninguna acción, es más, matándo<strong>la</strong>, junto a toda pasióny vitalidad. Tanto Ma<strong>la</strong>testa como Bonanno hansabido atacar lo existente sin hacer separaciones entresus pensamiento y sus actos, así como ambos comprendieronque siempre hay algo que hacer, que siempre sepuede atacar. Nunca podemos perder <strong>la</strong> imaginación ypensar «me voy de vacaciones porque ahora mismo nohay nada que tenga sentido hacer, no hay nada que puedallevar a cabo». Eso, sobre todo, por el simple hechode que aquellos que están del otro <strong>la</strong>do de <strong>la</strong>s barricadasnunca pararán por propia iniciativa, siempre seguiránmasacrando y queriendo masacrar. Mientras tantoel sistema seguirá teniendo puntos débiles, unos nudosvitales que los insurrectos podemos golpear con mayor omenor facilidad, pero podemos golpear. Sus pa<strong>la</strong>bras han


sido como los truenos de sus rayos, y eso los llevó a quesufrieran a lo <strong>la</strong>rgo de sus vidas, repetidas veces, <strong>la</strong>s garrasde <strong>la</strong> represión. Bonanno se encuentra desde octubre de<strong>2009</strong> en <strong>la</strong> prisión de Korydallos (Atenas) en Grecia,acusado de participar en <strong>la</strong> expropiación de un bancojunto al anarquista griego Christos Stratigopoulos. Lascondiciones carce<strong>la</strong>rias que ambos enfrentan son extremadamenteduras, considerando además los 73 añosy el delicado estado de salud de Bonanno. Se rumoreaque es el preso con mayor edad actualmente encarce<strong>la</strong>doen Grecia.Barcelona, verano de 2010Se puede escribir al compañero a <strong>la</strong> siguiente dirección:Alfredo M. BonannoFi<strong>la</strong>kes Solomou 3-518110 – KorydallosAtenasGreciaDe Ma<strong>la</strong>testa se pueden conseguir en castel<strong>la</strong>no, ademas defolletos, varias recopi<strong>la</strong>ciones de textos, entre el<strong>la</strong>s una l<strong>la</strong>mada«Escritos» (Fundación Anselmo Lorenzo, Madrid 2002)y <strong>la</strong> recopi<strong>la</strong>ción de Vernon Richards, «Ma<strong>la</strong>testa. Pensamientoy acción revolucionarios» (Utopía libertaria, BuenosAires 2007).De Bonnano en castel<strong>la</strong>no están los folletos «La tensiónanarquista» y «El p<strong>la</strong>cer armado», entre otros, y los libros «Nopodréis pararnos» (Klinamen, Madrid 2005), «Encerradxs bajol<strong>la</strong>ve» (Anomia, Barcelona <strong>2009</strong>), «Crítica de los métodos sindicales»(Aldarull, Barcelona 2010). Muchos de sus textos tambiénse consiguen en Internet.

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