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En el siglo xvii tenemos obrajeras,<br />

panaderas, propietarias de baños<br />

de vapor, dueñas de mesón, de<br />

tiendas de ropa, de expendios<br />

de menudencias, de casas de<br />

carnicería, vendedoras de maíz y,<br />

algo que me llamó poderosamente<br />

la atención, la presencia de<br />

escritoras profesionales y de<br />

artistas, registradas como<br />

“autoras de comedias” (cinco) y<br />

“comediantes” (cuatro).<br />

Los datos anteriores permiten imaginar que algunas<br />

mujeres incursionaron en varios oficios al mismo tiempo<br />

que los hombres y casi en igualdad de condiciones, favorecidas<br />

por el proceso de poblamiento y quizá mal vistas<br />

por las mujeres que no tenían necesidad de trabajar. Las<br />

circunstancias fueron cambiando y durante la Colonia la<br />

mayoría de mujeres fue desempeñando las labores del<br />

hogar y fungiendo como cabezas del núcleo familiar 3 .<br />

La ciudad crecía y el abanico del tejido social se ampliaba,<br />

no todas las doncellas españolas tuvieron la posibilidad<br />

de estudiar, educarse e instruirse. Muchas no<br />

llegaron a ser esposas legítimas y esto las colocó en situación<br />

de desprestigio social; algunas tuvieron que ingresar<br />

a conventos, otras buscaron un oficio; hubo mujeres<br />

abandonadas. En fin, se configuró un proceso complicado<br />

del que aquí sólo se dan atisbos.<br />

Sin embargo estas posibilidades fueron cambiando<br />

y la mayoría de mujeres quedó confinada al cuidado del<br />

3<br />

Sin temor a equivocamos podríamos afirmar que las formas de vida<br />

de las mujeres no cambiaron profundamente hasta después de la<br />

Revolución Mexicana; tanto las mujeres de la élite como de las del<br />

“pueblo”. Luz Marina Morales ha logrado retratar con claridad lo que<br />

debió ser la vida de muchas mujeres de la élite: “Las mujeres que nos<br />

antecedieron en uno o dos siglos tuvieron la encomienda de formar<br />

y consolidar la familia, mantener las tradiciones y fomentar y resguardar<br />

la fe de sus mayores; sin embargo, estas mujeres no recibieron<br />

una educación regular y completa, mucho menos académica, no tuvieron<br />

un sistema orgánico de enseñanza, ni siquiera instituciones de<br />

aprendizaje medio o superior...”. Véase “Mujeres de élite en la vida<br />

colonial poblana”, en Enlaces, revista de ciencias sociales y humanidades<br />

de la BUAP, no. 6, nueva época, primavera-verano de 1999, pp.<br />

11-17.<br />

De esta mezcla étnica y cultural surgieron las mujeres que se<br />

hacían llamar y conocer como “poblanas”.<br />

Reprografía: Mercedes Aguilar.<br />

hogar y de la familia. Ni la Independencia ni la guerra de<br />

Reforma lograron transformar sustancialmente su vida.<br />

No fue sino hasta el porfiriato cuando se presentaron<br />

nuevas expectativas, sobre todo mayores oportunidades<br />

de trabajar.<br />

Este proceso de incorporación al trabajo fue indicio<br />

de una nueva forma de pensar, de vivir, en una ciudad que<br />

también cambió su perfil urbano. El intercambio de ideas,<br />

de información, la apertura de comunicaciones, contribuyó<br />

a este nuevo escenario en el que las mujeres empezaron<br />

a dejar la esfera de la vida privada.<br />

35

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