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La_rev_mujeres_mexico

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106 • Una larga lucha (inconclusa) por la ciudadanía... Lucía Melgar Palacios • 107<br />

presidenta municipal; porque los constituyentes del 16-17 no la excluían;<br />

porque en todo el proceso de reforma del artículo 34 entre<br />

1937 y 1938 siguió un curso positivo; y porque “sólo falta que la<br />

H. Cámara de Diputados haga la declaratoria de rigor en lo que<br />

concierne al sufragio femenino” y que el “primer Magistrado de la<br />

Nación se sirva permitir la publicación del decreto, concediendo<br />

el sufragio femenino en México”. 13<br />

Quizá fuese ésta una forma de decir la última palabra en el<br />

contexto de la lucha por el sufragio, tal como lo narra en esta obra.<br />

Quizá por la falta de viabilidad de estos argumentos bajo el avilacamachismo,<br />

por lógicos que fueran, la autora haya optado por no<br />

modificar su texto y subtitular su libro “Historia con fisionomía de<br />

novela de costumbres”. En todo caso, cabe destacar la claridad de<br />

Ríos Cárdenas, una de las principales protagonistas y observadoras<br />

de su tiempo, en cuanto a la lógica política y de “estricta justicia”<br />

(por así decirlo) del derecho de las mujeres a ejercer una ciudadanía<br />

plena, por lo que tanto habían trabajado.<br />

Tras esta desilusión y la cooptación por parte del movimiento<br />

por el Partido de la Revolución Mexicana (PRM) y, en particular, por<br />

el Partido Revolucionario Institucional (PRI) más adelante, lo<br />

que surge en los años cuarenta y cincuenta es, en mi opinión, una<br />

alianza más convencional entre mujeres menos heterogéneas y el<br />

Estado, donde éstas piden el voto, pero aceptan (así sea por conveniencia)<br />

el discurso paternalista de éste, es decir, más conservador,<br />

acorde con el rumbo político de la época, menos nacionalista, nada<br />

revolucionario o revolucionario-institucional.<br />

En efecto, se difunde y repite un mensaje condescendiente según<br />

el cual la mujer es “ejemplo de abnegación, de trabajo y de<br />

moral”, como enunciara Ruiz Cortines en 1952. 14 Un discurso<br />

que, como hemos visto, justifica el gradualismo como opción políticamente<br />

responsable, cercano a las voces conservadoras que a lo<br />

largo del siglo se habían opuesto al sufragio del “sexo débil”, como si en<br />

ese gesto cristalizaran el fin de la femineidad, la crisis de la familia,<br />

13<br />

Ríos Cárdenas, op. cit., pp. 212-214.<br />

14<br />

Tuñón, Enriqueta, op. cit., p. 123.<br />

el desorden social y el fin del mundo… Y sí, para muchos sería el<br />

fin del mundo conocido por ellos… No sólo por el voto de las<br />

mujeres, sino también por los demás cambios sociales que desde<br />

el siglo xix venían impulsando maestras y profesionistas pioneras,<br />

algunos liberales ilustrados, y que en el siglo xx dinamizaron revolucionarias,<br />

escritoras y periodistas, líderes obreras, integrantes de<br />

partidos varios, y de nuevo, maestras.<br />

Luchas por la igualdad<br />

Si nos preguntamos para qué querían el voto las mujeres, probablemente<br />

la primera respuesta no sea “para tener poder” sino “para<br />

cambiar la vida”, su vida. O tal vez, de manera más clara y sencilla, lo<br />

quisieran para ejercer un derecho que se les había negado por mera<br />

arbitrariedad, es decir, el de tener incidencia directa o indirecta en<br />

las normas y leyes que se les imponían. Votar fue, y es en más de<br />

un sentido, tener voz y poder alzarla. No hay duda de que las mujeres<br />

del siglo xix y principios del xx, todavía las de los años treinta<br />

y cincuenta, tenían mucho que decir y denunciar, y demasiado que<br />

reclamar en términos de igualdad y vida digna. Su vida había estado y<br />

estaba marcada por las desigualdades en el acceso a la tierra, la propiedad,<br />

la educación —por no hablar de la política— hasta las iniquidades<br />

del Código Civil para las mujeres casadas —todavía<br />

consideradas incapaces o inferiores— o en las infamias establecidas<br />

en las leyes penales respecto a la violencia y, en particular, a la de tipo<br />

sexual. Por ello, también desde el siglo xix, antes de luchar por el<br />

sufragio y a la par, las mujeres demandaron el acceso a la educación,<br />

al trabajo digno y a la igualdad, tanto en la calle como en la casa,<br />

lo que sería uno de los cambios más difíciles en cuanto a que no sólo<br />

tenían modificar las leyes sino también las costumbres.<br />

En este sentido, la lucha por el voto y la importancia de su revés<br />

en 1917 —cuando el texto de la Constitución se interpreta en<br />

masculino y de manera excluyente—, y en 1938-1940 —cuando<br />

la reforma constitucional para incluir a “hombres y mujeres” aprobada<br />

por la Cámara y la mayoría de los estados queda en suspenso— no

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