Aquí hay dragones
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G U A T E M A L A<br />
hinc sunt dracones g <strong>Aquí</strong> <strong>hay</strong> <strong>dragones</strong><br />
Breve antología de minificción centroamericana contemporánea<br />
El ojo<br />
Despertó esa mañana y un gran ojo lo observaba al otro lado<br />
de la ventana. El iris se ensanchaba y contraía, como si fuera<br />
una cámara enfocando el objetivo. Su mirada penetrante lo<br />
intimidó. Lo tenía tan cerca, que alcanzó a ver cómo los colores<br />
de unas pequeñas celdas se encendían y apagaban, dándole<br />
color a los músculos que rodeaban a la pupila. Grandes vasos<br />
sanguíneos mostraban el paso de la sangre en la esfera<br />
blanca que rodeaba al iris. El ojo se movía lento, de izquierda<br />
a derecha, miraba al cielo y volvía a ver por su ventana.<br />
Lentamente, él se alejó y cerró la puerta de la habitación. Al<br />
querer salir de su casa, vio cómo el globo ocular se arrastró<br />
lento sobre la grama dejando un rastro líquido sobre el verde<br />
del jardín, hasta llegar a la puerta de entrada impidiendo su<br />
salida.<br />
Entró de nuevo y fue en busca de un cuchillo. Pensó que al<br />
asustarlo con el arma punzo cortante el ojo emprendería su<br />
retirada. Pero no fue así. El ojo cerró el objetivo y envió un rayo<br />
láser directo a la columna que sostenía el techo de la entrada<br />
de la casa, causando que se partiera en dos y él por poco,<br />
quedara sepultado.<br />
Manejar un ojo molesto es difícil. Sobre todo cuando las<br />
pupilas están dilatadas, sabes que nada bueno puede salir<br />
de eso. Llamó al trabajo y explicó su situación, no le creyeron<br />
y respondieron que llevaba muchas faltas, una más y sería<br />
despedido. No podía permitirlo, era un buen trabajo, bien<br />
pagado y buen horario. Así que abrió la puerta que daba al<br />
jardín trasero de la casa y colocó unos cajones plásticos que<br />
Marilinda<br />
Guerrero<br />
Valenzuela