Excodra XXIII: El dolor
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Dejadme<br />
<strong>El</strong> tiempo ya se ocuparía de hacernos la vida más amable,<br />
más soportable, más llevadera y, quizá, más vida.<br />
<strong>El</strong> tiempo quizá dejaría de pervertirnos con su prisa<br />
para concedernos el instante eterno<br />
buscado con desesperación por fotógrafos de corte emocional,<br />
un fragmento de realidad capaz de reflejar la esencia,<br />
el alma pura de un ser humano en medio de un bosque de caos<br />
irreverente,<br />
un espíritu libre que nos hiciera pensar<br />
que todo esto valió alguna vez la pena.<br />
Dejadme un minuto para que mi delirio sea<br />
la ingenuidad aparente,<br />
dejadme un pequeño oasis de positividad absurda<br />
con la que navegar a contracorriente<br />
de un mundo, en esencia, deshonesto,<br />
de un mundo gobernado por timadores de feria,<br />
adictos a la droga del poder, metanfetamina económica<br />
que prostituye a los predicadores de la banca,<br />
sumisos abyectos de la nueva religión,<br />
la del consumismo caníbal e innecesario,<br />
innecesario como los minutos desperdiciados pensando en ello,<br />
pensando en la marea humana<br />
que malvive en las entrañas de mundo matadero,<br />
vendiendo su alma a cambio de bolsas de suero del olvido<br />
cocinado por narcotraficantes de sueños inducidos<br />
por una violencia gratuita,