Excodra XXIII: El dolor
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PROSA<br />
<strong>El</strong> <strong>dolor</strong> de una lata de cerveza<br />
Todo <strong>dolor</strong> acaba siendo una lata de cerveza abierta en la nevera, se disipa el<br />
burbujeo de alfileres y las aristas se redondean con el contacto del aire<br />
cargado de freón y olvido. La densidad de la espuma apenas nos cubre los<br />
labios y de vez en cuando nos sorprende de nuevo la risa. Y ahí queda, en un<br />
rincón del último estante, custodiado el sufrimiento por un frasco de<br />
pepinillos dulces y una tintineante jarra de limonada en los domingos de sol.<br />
Pero hay penas que constituyen un último legado donde uno desearía<br />
aferrarse como a la última sonrisa de la infancia, y te niegas a canalizar el<br />
<strong>dolor</strong>, aprovechar el último poso de esa lata para condimentar un tierno guiso,<br />
chuparse los dedos borrando cualquier herida. Y en cada movimiento que<br />
haces, esos viajes nocturnos a la cocina, abrir la nevera, ¿para qué?. Ese gesto<br />
reflejo para ahuyentar quizá la soledad, esa cálida luz procedente del interior,<br />
y pensar en aquel patio de luces que habitaba el interior de la casa de tu<br />
abuela, pero ella murió y ahora algo de esas tardes, esa luz inalcanzable de<br />
cielo apresado, allí arriba, aquí, junto a media docena de huevos, y su pelo de<br />
plata y el <strong>dolor</strong>, o algo así como <strong>dolor</strong>, o se trata de nostalgia, porque hace<br />
demasiados años de aquellos días de patios y cuentos, de decepciones,<br />
tortazos, el mundo que se hundía, un desamor que ahora recuerdas con<br />
ternura, y la lata abierta. Y siempre esa voz, alguien, un coro surgido de la<br />
nada, repitiendo al unísono: que pasará, que el tiempo lo cura todo. Pero mira<br />
por dónde que esta vez: No. La pérdida del <strong>dolor</strong> es la última pérdida y te<br />
empeñas en cuidarlo, y le obligas a beber como mínimo dos litros de agua, y lo<br />
coges de la mano y sales de paseo, y camináis a una velocidad media de 6 km<br />
la hora (mirad, ahí van: ella y su <strong>dolor</strong>), y para concluir el día, un festín de