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El disfraz puede ser la opulencia de un escenario histórico conveniente o el<br />
apenas disimulado propósito de vender cuanto más papel mejor, como si el<br />
autor llevara una escueta máscara de carnaval sobre su casero disfraz de<br />
enfermera o senador romano. Hay muchísima morralla como todos sabemos y<br />
también alguna novela de intriga con fondo histórico brillante. De hecho,<br />
muchas de las grandes novelas (Guerra y Paz, por ejemplo) son ‘históricas’<br />
porque describen con precisión una época.<br />
Hay autores que me han fascinado desde muy joven y por quienes siento<br />
gratitud y deuda, como Marguerite Yourcenar o Stefan Zweig, pero también<br />
hubo otros que me inclinaron por la novela descriptora de una época que no<br />
son considerados autores de novela histórica, como Scott Fitzgerald, por<br />
ejemplo. Lo estudié en la carrera, leí The Great Gasby y fue como una<br />
iluminación. Hasta entonces yo apenas leía novela. No me interesaba la<br />
ficción, con lo real tenía más que suficiente: crónicas, biografías filosofía,<br />
sociología, antropología... Con Fitzgerald me di cuenta de que en la novela<br />
cabía todo, que la cuestión era ser capaz de enhebrar una historia y bordar<br />
sobre ella lo que te diera la gana sin caer en el exceso. Fue cuando empezó mi<br />
largo camino hacia la novela, que más que a la ficción en sí, que sigue<br />
aburriéndome, es hacia el relato verosímil, que el lector lo haga suyo como<br />
real. El ejemplo más acabado para mí es Bomarzo, de Mujica <strong>La</strong>ínez, un relato<br />
esplendoroso de aquel extraño duque Orsini que construyó la villa más<br />
alucinante y surrealista de Italia en pleno Barroco. En esta obra<br />
extraordinaria, y tocho como casi todas las buenas, se mezclan con deliciosa<br />
armonía un lenguaje maestro y cautivador, la reconstrucción histórica precisa,<br />
la exquisitez del escenario más su contrapunto lóbrego y la intriga necesaria<br />
en cualquier historia.<br />
De niño leí mucho El Príncipe Valiente y hasta me tragué más de un Walter