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Edición 27 de Abril de 2017

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Jueves <strong>27</strong> <strong>de</strong> abril <strong>de</strong> <strong>2017</strong><br />

discípulos para expresar este<br />

encuentro con el crucificado que ha<br />

resucitado, tiene tres vertientes que<br />

confluyen en la expresión <strong>de</strong> fe <strong>de</strong> las<br />

primeras comunida<strong>de</strong>s cristianas: Dios<br />

eleva a Jesús <strong>de</strong> la muerte que es el<br />

siervo sufriente humillado. Jesús ha<br />

sido torturado, traicionado, y ha sido<br />

exaltado por Dios a su <strong>de</strong>recha (Is<br />

52,13-15; Sal 110; Jn 12,32; Hch 2,33);<br />

Jesús ha sido elevado al cielo por Dios<br />

(Lc 24,51; Hch 1,9; 3,21; 1 Tm 3,16),<br />

como ha ocurrido ya con Enoc (Gen<br />

5,24) y el profeta Elías (2Re 2,1-18);<br />

pero sobre todo Dios ha resucitado a<br />

Jesús <strong>de</strong> entre los muertos (Lc 24,34;<br />

Hch 10,40; Rm 4,24.25; 8,11; 1 Cor<br />

6,14; Gal 1,1; 1 Ts 1,10), y si Jesús<br />

es el crucificado que resucitó, la<br />

resurrección <strong>de</strong> los muertos ocurrirá<br />

también al fin <strong>de</strong> la historia, es <strong>de</strong>cir,<br />

al fin <strong>de</strong>l mundo (Sal 16,10-11; 17,15;<br />

<strong>27</strong>,13; 41,13; 73,24; 143,7; 1 Cor<br />

15,20; Col 1,18; Ap 1,5) (Cfr. Lohfink,<br />

2014, p. 353 - 376).<br />

Jesús <strong>de</strong> Nazaret no se predicó a sí<br />

mismo, sino que anuncio el Reino <strong>de</strong><br />

Dios Padre. Su predicación profética<br />

iba acompañada <strong>de</strong>: curaciones<br />

milagrosas, el perdón y las comidas<br />

con los pecadores, la multiplicación <strong>de</strong><br />

los panes, la resurrección <strong>de</strong> algunos<br />

muertos, la expulsión <strong>de</strong> los <strong>de</strong>monios,<br />

etc. Todos estos signos mostraron que<br />

ya había comenzado la salvación <strong>de</strong><br />

Dios en la historia.<br />

Jesús no solo predicó el Reino <strong>de</strong><br />

Dios sino que lo hizo presente con su<br />

vida y sus acciones. A tal grado que<br />

se convirtió en un problema para las<br />

autorida<strong>de</strong>s judías y la administración<br />

provincial romana <strong>de</strong> aquel entonces,<br />

que en mutua colaboración lo<br />

con<strong>de</strong>naron a muerte en la cruz. Las<br />

apariciones pascuales y la exaltación<br />

<strong>de</strong>l Crucificado sobre todos los<br />

po<strong>de</strong>res, confirman la convicción que<br />

tuvo Jesús que ya había comenzado<br />

el Reino <strong>de</strong> Dios con un cambio radical<br />

en la historia, y que con él quedaba<br />

transformada <strong>de</strong> manera fundamental<br />

la relación entre Dios, la creación y<br />

los seres humanos (Cfr. Theissen, G.<br />

2003. El Nuevo Testamento. Historia,<br />

literatura, religión. Santan<strong>de</strong>r: Sal<br />

Terrae, pp. 48 – 59).<br />

3) La resurrección fuente <strong>de</strong><br />

esperanza activa, que nos<br />

compromete a hacer posible un<br />

mundo don<strong>de</strong> reine la paz, la justicia<br />

y la vida digna<br />

La pregunta es: ¿quién resucitó? Jesús,<br />

una víctima, el con<strong>de</strong>nado a la cruz<br />

injustamente. La resurrección es una<br />

acción <strong>de</strong> Dios que hace justicia a una<br />

víctima a quien se le arrebató la vida,<br />

y esto confirma que la vida <strong>de</strong> Jesús<br />

era según el corazón <strong>de</strong> Dios. Esto<br />

confirma que la voluntad <strong>de</strong> Dios Padre<br />

es una opción fundamental por la vida.<br />

¿Por qué resucitó Jesús? Porque vivió<br />

entregadamente al servicio <strong>de</strong>l Reino<br />

<strong>de</strong> Dios Padre. La opción fundamental<br />

<strong>de</strong> Jesús fue el Reino <strong>de</strong> Dios Padre<br />

que fue el modo concreto <strong>de</strong> anunciar<br />

y hacer presente la salvación <strong>de</strong> Dios<br />

en la historia. Jesús principió el Reino<br />

en la historia, y éste también irrumpió<br />

trascen<strong>de</strong>ntalmente en la historia <strong>de</strong><br />

la humanidad con la resurrección <strong>de</strong>l<br />

crucificado. La opción por el Reino<br />

es la opción por la vida presente y<br />

<strong>de</strong>finitiva. El resucitado es también el<br />

crucificado que comenzó el Reino <strong>de</strong><br />

Dios en la historia y su resurrección<br />

confirma la dimensión trascen<strong>de</strong>nte<br />

<strong>de</strong>l Reino <strong>de</strong> Dios más allá <strong>de</strong> la<br />

historia. Quienes optan por el Reino <strong>de</strong><br />

Dios y dan testimonio con su vida, han<br />

comenzado esta gran peregrinación<br />

hacia la vida eterna.<br />

Si Jesús no resucitó, vana es nuestra<br />

fe dice San Pablo (1 Cor 15,14), quien<br />

no era <strong>de</strong>l grupo <strong>de</strong> los doce discípulos<br />

pero que predicó a Jesucristo<br />

crucificado y resucitado (1Cor 15,1.3-7;<br />

Rm 10,9-12). Su predicación se fundó<br />

en este acontecimiento porque al igual<br />

que los otros discípulos experimentó<br />

una aparición <strong>de</strong>l resucitado (Hch 9), en<br />

su camino a Damasco (Cfr. Theissen,<br />

2003, pp. 85 – 97).<br />

Si Jesús resucitó nosotros también<br />

resucitaremos con él (Rom 8,11-13).<br />

La presencia <strong>de</strong> Jesucristo crucificado<br />

que también es el resucitado, nos<br />

acompaña en el día a día hasta el<br />

final <strong>de</strong> los tiempos para revertir el<br />

mal <strong>de</strong> la pobreza, <strong>de</strong> la violencia y <strong>de</strong><br />

los otros males que nos afectan en el<br />

presente (Mt 28,20). Cristianamente no<br />

po<strong>de</strong>mos vivir dando fe <strong>de</strong>l crucificado<br />

que es el resucitado, sin afrontar la<br />

triste realidad <strong>de</strong> estos males para<br />

superarlos con todas las capacida<strong>de</strong>s<br />

y los recursos que tenemos a nuestro<br />

alcance, haciendo realidad el Reino<br />

<strong>de</strong> Dios en la historia abierto al<br />

futuro trascen<strong>de</strong>nte. De hecho, Jesús<br />

históricamente sufrió aquello que<br />

muchos pobres y excluidos sienten<br />

hoy. Jesús vivió la pasión también en<br />

su vida activa (Jn 4,6; 6,6ss; Lc 9,58).<br />

A veces pareciera que los esfuerzos y<br />

sufrimientos que implica la lucha por un<br />

mundo más justo, más solidario y más<br />

humano pue<strong>de</strong>n caer en saco roto ante<br />

tanta injusticia, violencia, marginación,<br />

e incluso el <strong>de</strong>sprecio que estos males<br />

hacen sentir por la vida cotidianamente.<br />

Pero la vida y el proyecto <strong>de</strong>l Reino<br />

<strong>de</strong> Dios Padre que Jesús crucificado<br />

y resucitado nos regala, nos permite<br />

dotar <strong>de</strong> sentido a todos los esfuerzos<br />

y luchas que su seguimiento producen<br />

pese a la incomprensión, insuficiencia o<br />

aparente fracaso <strong>de</strong> nuestras acciones,<br />

porque Jesús nos ha enseñado que<br />

<strong>de</strong>trás <strong>de</strong> esos aparentes fracasos y<br />

sufrimientos siempre hay una victoria<br />

prometida por Dios, <strong>de</strong> modo que la<br />

resurrección no solamente impi<strong>de</strong> que<br />

claudiquemos ante los <strong>de</strong>safíos que<br />

parecen superar nuestras fuerzas,<br />

sino que inflama nuestros corazones<br />

<strong>de</strong> un espíritu que nos impulsa a dar<br />

todo <strong>de</strong> sí, con la certeza <strong>de</strong> que Dios<br />

siempre nos acompaña y nos toma en<br />

sus manos.<br />

Las cruces en el mundo <strong>de</strong> hoy son<br />

personales y sociales. En nuestras<br />

socieda<strong>de</strong>s latinoamericanas el rostro<br />

sufriente <strong>de</strong> Jesús ha sido un tema que<br />

se ha reflexionado en la Conferencias<br />

<strong>de</strong>l Episcopado Latinoamericano y<br />

Caribeño en Puebla, Santo Domingo<br />

y Aparecida (Brasil). Entre los<br />

rostros sufrientes se <strong>de</strong>stacan: los<br />

rostros <strong>de</strong>sfigurados por el hambre,<br />

consecuencia <strong>de</strong> la inflación, <strong>de</strong> la <strong>de</strong>uda<br />

externa y <strong>de</strong> injusticias sociales; los<br />

rostros <strong>de</strong>silusionados por los políticos,<br />

que prometen pero no cumplen; los<br />

rostros humillados a causa <strong>de</strong> su<br />

propia cultura, que no es respetada<br />

y es incluso <strong>de</strong>spreciada; los rostros<br />

aterrorizados por la violencia diaria e<br />

indiscriminada; los rostros angustiados<br />

<strong>de</strong> los menores abandonados que<br />

caminan por nuestras calles y duermen<br />

bajo nuestros puentes; los rostros<br />

sufridos <strong>de</strong> las mujeres humilladas<br />

y postergadas; los rostros cansados<br />

<strong>de</strong> los migrantes, que no encuentran<br />

digna acogida; los rostros envejecidos<br />

por el tiempo y el trabajo <strong>de</strong> los que<br />

no tienen lo mínimo para sobrevivir<br />

dignamente (Cfr. Documento Santo<br />

Domingo, Conclusiones Nº 178).<br />

A<strong>de</strong>más en el proceso <strong>de</strong> la globalización<br />

se <strong>de</strong>scubren otros rostros que vale<br />

la pena mencionar: los migrantes, las<br />

víctimas <strong>de</strong> la violencia, <strong>de</strong>splazados<br />

y refugiados, víctimas <strong>de</strong>l tráfico <strong>de</strong><br />

personas y secuestros, <strong>de</strong>saparecidos,<br />

enfermos <strong>de</strong> HIV y <strong>de</strong> enfermeda<strong>de</strong>s<br />

endémicas, tóxico<strong>de</strong>pendientes,<br />

adultos mayores, niños y niñas que son<br />

víctimas <strong>de</strong> la prostitución, pornografía<br />

y violencia o <strong>de</strong>l trabajo infantil, mujeres<br />

maltratadas, víctimas <strong>de</strong> la exclusión y<br />

<strong>de</strong>l tráfico para la explotación sexual,<br />

personas con capacida<strong>de</strong>s diferentes,<br />

gran<strong>de</strong>s grupos <strong>de</strong> <strong>de</strong>sempleados/<br />

as, los excluidos por el analfabetismo<br />

tecnológico, las personas que viven<br />

en las calles <strong>de</strong> las gran<strong>de</strong>s urbes,<br />

los indígenas y afroamericanos,<br />

campesinos sin tierra y los mineros (Cfr.<br />

V Conferencia <strong>de</strong>l CELAM, Documento<br />

<strong>de</strong> Aparecida, 2007, Nº 402).<br />

Todos ellos nos interpelan para que<br />

la acción humana y la acción <strong>de</strong> Dios<br />

hagan una sola, expresando una<br />

esperanza activamente comprometida<br />

por la vida con dignidad porque la<br />

muerte no tiene la última palabra.<br />

Vivir como Jesús asumiendo hasta<br />

las últimas consecuencias llevó al<br />

P. Rutilio Gran<strong>de</strong> al martirio. Así<br />

Diario Co Latino<br />

ESPECIAL 15<br />

mismo ocurrió con Mons. Romero.<br />

Pero también vivir como Jesús nos<br />

impulsa a acompañar comunida<strong>de</strong>s y<br />

pueblos que sufren el peso <strong>de</strong> la cruz<br />

<strong>de</strong> situaciones inhumanas e injustas<br />

así cómo vivió Jesús <strong>de</strong> Nazaret.<br />

Este dinamismo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la experiencia<br />

<strong>de</strong> la encarnación en las realida<strong>de</strong>s<br />

más <strong>de</strong>plorables <strong>de</strong> la pobreza<br />

y <strong>de</strong> la violencia, está animado y<br />

potenciado por una fe cristiana activa<br />

y comprometida a bajar <strong>de</strong> la cruz a<br />

los pueblos crucificados. La pobreza<br />

y la violencia son cruces que infligen<br />

la muerte a la humanidad, y más a<br />

los que las sufren directamente.<br />

Nos hemos referido a los males<br />

<strong>de</strong> la violencia y <strong>de</strong> la pobreza,<br />

pero esto no significa que no<br />

existan otros males que crucifican<br />

a la humanidad, y sobre todo a los<br />

pueblos empobrecidos. Muchas<br />

otras cruces existen dón<strong>de</strong> <strong>de</strong>bemos<br />

y tenemos que comprometernos para<br />

dar testimonio <strong>de</strong> una fe auténtica en<br />

el crucificado que es el resucitado.<br />

Si nosotros los cristianos vivimos<br />

una experiencia real y auténtica <strong>de</strong>l<br />

encuentro con Jesucristo Crucificado<br />

y Resucitado, podremos transformar<br />

este mundo con un rostro <strong>de</strong>sfigurado<br />

por la violencia y por el mal, en un<br />

mundo <strong>de</strong> hermanos. A<strong>de</strong>más, el<br />

encuentro con Jesucristo crucificado<br />

y resucitado es una experiencia<br />

real en el presente, <strong>de</strong> manera<br />

análoga o semejante al que vivieron<br />

los discípulos y los apóstoles. El<br />

encuentro con el crucificado y<br />

resucitado no se vive solamente como<br />

una experiencia interior profunda,<br />

sino que a<strong>de</strong>más se actualiza cuando<br />

se buscan los medios y los recursos<br />

para superar la violencia, la pobreza<br />

y los males sociales que nos afectan<br />

haciendo posible el Reino <strong>de</strong> Dios. La<br />

resurrección es una experiencia real<br />

<strong>de</strong> quien ha optado por el Reino <strong>de</strong><br />

Dios que implica necesariamente una<br />

opción por la vida, y en el contexto<br />

<strong>de</strong> la violencia, esto solo se concreta<br />

haciendo justicia a las víctimas <strong>de</strong> la<br />

injusticia <strong>de</strong> manera esperanzada y<br />

esperanzadora que tanto hace falta<br />

hoy. Resucitar es salir <strong>de</strong>l sepulcro,<br />

salimos <strong>de</strong>l sepulcro cuando vivimos<br />

el presente anticipando la promesa<br />

<strong>de</strong>l mundo futuro don<strong>de</strong> seremos<br />

plenamente resucitados, don<strong>de</strong><br />

reinará la justicia, la paz y la vida<br />

digna.<br />

Jesús <strong>de</strong> Nazaret no se predicó a sí mismo, sino<br />

que anuncio el Reino <strong>de</strong> Dios Padre. Su predicación<br />

profética iba acompañada <strong>de</strong>: curaciones milagrosas,<br />

el perdón y las comidas con los pecadores,<br />

la multiplicación <strong>de</strong> los panes, la resurrección<br />

<strong>de</strong> algunos muertos, la expulsión

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