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mirando hacia las chicas, una de las cuales está susurrando algo a otra. Vemos un servicio<br />
de iglesia normal, tal como lo experimentamos hoy.<br />
El cuadro del sermón es parte del retablo o predela. Normalmente, la iglesia guardaba<br />
en este tipo de estructura sus reliquias sagradas. Sin embargo, para Lutero esto no tenía<br />
demasiado valor. En última instancia, los rechazó como algo totalmente inútil y, en su<br />
lugar, enfatizó en el verdadero tesoro del evangelio que traería alivio y paz al creyente. En<br />
una de las 95 tesis que clavó en las puertas de la iglesia y que desencadenaron la Reforma<br />
protestante, dijo (tesis 62): «El verdadero tesoro de la Iglesia es el santísimo evangelio de<br />
la gloria y la gracia de Dios». Los auténticos tesoros no son por tanto las reliquias, que se<br />
podrían adquirir por grandes sumas de dinero, sino el evangelio. Esa es la buena noticia, el<br />
mensaje de que Jesús murió en la cruz por nosotros. Proclamar este evangelio se convirtió<br />
en la labor principal de Lutero, en su trabajo como Doctor en Teología en la universidad,<br />
como predicador en la iglesia de la ciudad, como amigo, como padre e incluso como testigo<br />
ante los gobernantes de la asamblea imperial.<br />
EL GRAN VALOR DE LA BIBLIA PARA MARTÍN LUTERO<br />
Lutero dijo que la Palabra de Dios no estaba pasada de moda ni tampoco era moderna,<br />
sino eterna y, por esto, uno de sus eslóganes fue: «Verbum dei manet in aeternum» («La<br />
Palabra de Dios permanece para siempre», basándose en el texto de Isaías 40: 6-8 citado<br />
posteriormente en 1 Pedro 1: 24-25). Puesto que la Palabra de Dios no cambia, en contraste<br />
con nuestro mundo transitorio, no hay mejor base sobre la cual construir nuestras<br />
vidas al margen de cuáles sean nuestras circunstancias. Podemos confiar en ella; sigue<br />
conservando el mismo poder que tenía en el momento en que los primeros profetas fueron<br />
inspirados para escribirla en nombre de Dios. Esta es la razón por la cual merece la pena<br />
depositar toda nuestra confianza en ella: la Palabra de Dios, las Sagradas Escrituras, son<br />
cuanto necesitamos para la vida y la muerte. Eso fue tan importante para Martín Lutero<br />
que en la cuarta estrofa del famoso himno «Castillo fuerte es nuestro Dios», escribió lo siguiente:<br />
«Esa palabra del Señor, que el mundo no apetece, por el Espíritu de Dios muy firme<br />
permanece». En otras palabras, la Palabra de Dios reemplaza toda autoridad humana,<br />
tanto si lo reconocen como si no. Otro de los himnos más conocidos de Lutero comienza<br />
con las palabras: «Sostennos firmes, ¡oh Señor!, en la Palabra».<br />
Revolución: La Reforma que cambió el mundo · 13