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DÍA 7<br />
EL BAUTISMO:<br />
UN NUEVO PACTO<br />
CON JESÚS<br />
¿UN HOMBRE CUALQUIERA O EL HIJO DEL REY?<br />
Todos queremos demostrar que pertenecemos a algo, que formamos parte de un grupo.<br />
Si no posees lo que está de moda, acabas teniendo la sensación de que eres invisible; si<br />
eres de los que tiene pocos amigos en las redes sociales, muchos te tildan de anticuado.<br />
Si lo que buscas es pertenecer, lo habitual es sentir la presión del grupo, lo quieras o no.<br />
Para que los demás vean lo guay que eres, debes darle a «me gusta» en las publicaciones<br />
que otros han seleccionado como sus favoritas. Todos somos conscientes de que los peces<br />
fuertes son aquellos que nadan a contracorriente, sin embargo, es muy difícil hacer esto<br />
en la realidad. Si quieres pertenecer al grupo, debes seguir a la mayoría, y eso hace que<br />
te cueste hablar abiertamente acerca de tu fe en Jesús. Algunos llegan a pensar que sus<br />
creencias pertenecen exclusivamente al ámbito privado, con lo cual no tienen cabida en<br />
su perfil público. Otra cosa que te puede resultar difícil es contarle a alguien que vas a la<br />
iglesia el sábado. En resumidas cuentas, te cuesta mucho encontrar un lugar al que pertenecer<br />
porque te encuentras ante una disyuntiva: o bien eliges al grupo que te gustaría que<br />
te aceptara o bien escoges a la iglesia.<br />
TRASFONDO HISTÓRICO E INTERPRETACIÓN DEL CUADRO<br />
En la Europa de finales de la Edad Media, se pasaba a formar parte de la sociedad por<br />
medio del bautismo. En aquella época, era imposible tener derechos sin bautizarse. Las<br />
personas no bautizadas, como por ejemplo los judíos, tenían que vivir en asentamientos<br />
fuera de las murallas de las ciudades. En esa zona se desarrollaban los oficios que resultaban<br />
molestos para los demás, como el curtido de pieles de animales, por su fétido<br />
olor. Sin embargo, lo peor de tener que vivir a las afueras era la pérdida de los privilegios<br />
que confería la ciudadanía; solo se podía acudir a la ciudad en busca de protección y en<br />
contadas ocasiones. Ahora bien, todo aquel que hubiera sido bautizado inmediatamente<br />
después de nacer y a quien le hubieran puesto un nombre cristiano según el santoral, se<br />
le consideraba un ciudadano legítimo.<br />
En aquellos tiempos, se creía que el bautismo proporcionaba una protección especial<br />
contra el mal, aunque no eternamente. Si blasfemabas contra Dios o expresabas cualquier<br />
idea herética, se te podía expulsar de la iglesia, o excomulgar, y perdías el derecho de<br />
ser enterrado en tierra santa, es decir, en el cementerio de la iglesia. Si se te sepultaba<br />
en otro lugar, solo cabía esperar que padecieras el tormento eterno. Como puedes ver, la<br />
iglesia ostentaba un temible instrumento de poder que utilizaba a menudo. Te pongo un<br />
46 · SO JAE <strong>2017</strong>