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2017_SoJAE (1)

Temario División TransEuropea- España

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DÍA 2<br />

«Y luego agregó algo muy importante:<br />

«Hermano Martín, ¡mira a Jesús<br />

y no tanto a lo que llamas tus pecados!».<br />

en sus pecados, y esto le pesaba mucho. No eran los pecados mayores, como el asesinato<br />

o el homicidio lo que le preocupaban; no tenía ningún problema con eso. Lo que no podía<br />

mantener bajo control eran sus pensamientos. Por ejemplo, estaba obsesionado con la<br />

ansiedad de que pudiera pecar en sus sueños, pero no podía hacer nada al respecto. Cuanto<br />

más tiempo pasaba con Dios, más le parecía que Dios era un juez despiadado; alguien<br />

a quien prefería evitar. Se atormentaba constantemente con preguntas como: «¿Cómo<br />

podía llegar a ser apto a los ojos de Dios? ¿Cómo puede la Biblia decir que Dios es un ser<br />

misericordioso cuando exige algo de nosotros que nunca podríamos cumplir? Lo intento<br />

por todos los medios, pero no puedo guardar los mandamientos, de manera que la ley de<br />

Dios me condena una y otra vez. No, este Dios no ama a los humanos; está jugando a un<br />

juego cruel con nosotros. Este no es un Dios de amor».<br />

Lutero se esforzó aún más. Ayunaba aún más, comía aún menos, y se pasaba casi todas<br />

las noches en oración. Pero eso no le ayudó; no podía vivir sin pecado. Se sentía cada vez<br />

más culpable e incapaz de cumplir la ley de Dios hasta que, finalmente, comenzó a odiar<br />

a Dios. Johannes von Staupitz, su superior en el monasterio, observó el tormento de Lutero<br />

provocado por estos pensamientos. Pero, ¿cómo podía ayudarle? Primero dejó claro<br />

a Lutero que lo que él denominaba «pecado» en realidad solo era «Mumpitz», el tipo de<br />

sinsentidos en los cuales no debía perder el tiempo preocupándose. Y luego agregó algo<br />

muy importante: «Hermano Martín, ¡mira a Jesús y no tanto a lo que llamas tus pecados!».<br />

Lutero siguió el consejo de su superior, y un día, durante su estudio, Dios le ayudó a<br />

comprender una verdad que, en última instancia, cambiaría el mundo. No sabemos el día<br />

o el año exacto en el cual se produjo ese encuentro divino, pero un año antes de su muerte,<br />

Lutero escribió acerca del momento en el cual se estableció el curso de la Reforma<br />

protestante, describiendo cómo había perdido casi por completo la fe en Dios hasta que:<br />

«Finalmente, meditando día y noche, por la misericordia de Dios, me detuve a analizar<br />

el contexto de las palabras de Romanos 1: 17: “Pues en el evangelio, la justicia de Dios se<br />

revela por fe y para fe, como está escrito: ‘Mas el justo por la fe vivirá’”. En ese momento,<br />

empecé a entender que la justicia de Dios es aquella por la cual vive el justo gracias al<br />

regalo de Dios, es decir, por fe. Y este es su significado: la justicia de Dios se revela en el<br />

evangelio, es decir, la justicia pasiva a través de la cual un Dios misericordioso nos justifica<br />

por la fe, como está escrito: “Mas el justo por la fe vivirá”. Sentí que había nacido de<br />

nuevo y que entraba al paraíso con las puertas abiertas de par en par. El Señor me mostró<br />

una cara totalmente diferente de las Escrituras. Entonces hice un recorrido mental por las<br />

Escrituras, y descubrí una analogía en otros términos como la obra de Dios, es decir, lo que<br />

Dios hace en nosotros, el poder de Dios, a través del cual nos hace fuertes, la sabiduría de<br />

Dios, a través de la cual nos hace sabios, la fuerza de Dios, la salvación de Dios, la gloria<br />

de Dios». 1<br />

Lutero vio claramente que Dios nos da su justicia como un regalo; por lo tanto, él es el<br />

único que nos salva. Dios nos ama con la misma fuerza con la cual condena el pecado;<br />

18 · SO JAE <strong>2017</strong>

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