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Antología de literatura y artes de la revista LAK-BERNA edición especial

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Rolando Revagliatti<br />

“VERGUENZAS QUE AFRONTAR”<br />

Durante el primer tiempo se las arregló sin trabajar, adaptándose, recién<br />

llegada de un pueblo del Paraguay donde sus familiares, en condición de<br />

propietarios, se dedicaban a tareas de campo, la ganadería, los naranjales. Al<br />

nacer había pesado cuatro kilos, y lloraba mucho, lloraba por nada. La operaron,<br />

siendo beba, de una hernia de ovario, y ella sí que no se privó de padecer todas<br />

las enfermedades comunes de la infancia. Hermanas y hermanos, mayores y<br />

menores, la escudaban. La madre, recia y distante, poco se había ocupado de su<br />

crianza. El padre, estrecho.<br />

Olga Griffith tuvo su menarca a los nueve años. Por entonces contrajo esa<br />

disposición irracional: aterrarse ante gusanos y víboras aun en dibujos o<br />

fotografías. La pronunciación de las formas de Olguita venían anticipándola<br />

exuberante. Hermanas suyas la proveían de prendas para robustas informes. Ella,<br />

alumna mediocre, tenía una compañera que era, además, su amiga. Y la enuresis<br />

fue su condena en la pubertad. No tuvo novio pero tuvo luto, largo, insentido, por<br />

su madre. Tuvo simpatías, mozos de a caballo a los que temía. No iba a los bailes,<br />

iba a los festivales artísticos y a las quermeses. Maestra rural, enseñaba las<br />

primeras letras y manualidades.<br />

Y a la ciudad de Buenos Aires llegó ávida, y sin embargo cauta y piadosa.<br />

Hasta que un hombre, en el Jardín Botánico, se le había acercado y hablado,<br />

tosco, sincero. Y ella se dejó conquistar y besar y aferrar por esas manos<br />

enormes. A pocas semanas de que comenzara a ocuparse de la facturación de la<br />

Compañía Sureña Sociedad de Hecho, la Venus rebosante, la marfilina, se<br />

encamaba con él. Los siguientes encuentros culminaron con Olguita abonando las<br />

tarifas de los hoteles por hora.

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