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SERGIO VILLALOBOS :EL TIEMPO DEL HOMBRE - Educarchile

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Unidad 1: Conociendo la Historia de Chile<br />

Contenido: Visión global de los periodos de la historia de Chile<br />

TEXTO<br />

El letargo se adueña de la mente al contemplar el reloj de arena, pequeño y hermoso, donde el tiempo<br />

transcurría pausado e inmutable. La arenilla rosada caía incesante formando un montoncito que se derrumbaba<br />

una y otra vez sobre sí mismo, mientras que el cono superior tragaba los granitos, que se desplazaban primero<br />

con lentitud y luego en un frenesí acelerado.<br />

Había adquirido un reloj cambiándolo por un juguete muy valioso a un compañero del colegio, en<br />

esas transacciones desiguales que efectúan los niños y que entonces me pareció un buen negocio.<br />

Durante treinta o sesenta minutos observé extasiado el paso de la arena con su monotonía<br />

embriagadora. Ahí estaba el transcurso del tiempo, encerrado y perceptible a la vista, concreto y a la vez<br />

ineluctable en su marcha. No sé cuántas veces di vuelta el reloj, ajeno por completo a otras preocupaciones y<br />

hubiese querido seguir el juego de la arenilla sin límite de tiempo.<br />

En algún momento salí del letargo y recapacitando comprendí que se habían fugado los minutos para<br />

siempre y que había perdido el tiempo. Nunca podría recuperarlo, aunque emplease la mejor voluntad y el<br />

mayor esfuerzo, porque cada instante de la vida se lo lleva el tiempo sin remedio.<br />

Pero había algo más. Pensando bien las cosas, el deslizarse de cada granito, su acomodo en el conjunto<br />

y la forma de los conos tuvo que ser diferente cada vez, a pesar de la apariencia de uniformidad, porque nada se<br />

repite todo cambia. Y ello ocurre en la simple disposición de partículas materiales, con mayor razón en los seres<br />

vivos y en el hombre.<br />

Muchos años más tarde, en las lecturas universitarias, vine a saber que mi ingenuo divagar ya había<br />

sido planteado con profundidad razonadora por Heráclito de Efeso en la antigua Grecia, bajo el concepto del<br />

eterno devenir, expresado en la frase de que “nunca nos bañamos dos veces en el mismo río”, porque está claro<br />

que el río ha cambiado y nosotros también.<br />

Ahí estaba la transformación de la naturaleza, la historia, el cambio ligado al tiempo que nada ni nadie<br />

pude detener. En el juego con el reloj hubo otra experiencia aún. Si el tiempo perdido había que restarlo al lapso<br />

de vida, esta venía a ser la medida humana del tiempo, que valora cada instante, los periodos de ocio o de la<br />

prisa de los trabajos. Para nosotros el tiempo es la vida y no ese transcurso abstracto, transparente y<br />

perfectamente regular. No el concepto intangible, sino la sucesión de hechos cambiantes, coloridos o tristes,<br />

que nos llevan por la existencia.<br />

La humanización del tiempo es parte de otra gran irreverencia: la idea de que el hombre es la medida<br />

de todo. Antropocentrismo, soberbia humana que mediatiza todo a la situación terrenal y esta a la figura del<br />

hombre. Para muchos puede ser razón y fin último, en que nada tendría sentido fuera de la criatura humana.<br />

Pero un simple divagar sobre el tiempo y muchas otras cosas conduce a una relatividad de los conceptos.<br />

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Hay muchos tiempos. Desde luego, el de Dios, que no es tiempo porque no tuvo comienzo ni tendrá<br />

fin y porque en él lo contingente se diluye hasta desaparecer.<br />

Corresponde al sentido más puro, como puede concebirlo nuestra mente en caso de ser una categoría<br />

comprensible<br />

Existe también un tiempo astronómico, muy ligado al anterior, que asociamos con el comienzo y fin e<br />

identificamos con la inmensidad del espacio universal, porque ambos se confunden. Ello es tan cierto, que las<br />

medidas cronológicas ligadas a la velocidad de la luz se transforman en unidades espaciales y hablamos de años<br />

luz y millones de años luz. El tiempo se ha transformado en distancia, pero a la vez la extensión fantástica del<br />

espacio nos ayuda a comprender la dimensión del tiempo.<br />

Los astrónomos, mediante sus finos instrumentos y sus cálculos, nos asombran continuamente con sus<br />

datos increíbles de tiempo y espacio. Cada vez llevan más atrás el momento del origen, si es que lo hubo, y<br />

pueblan la imaginación, más que el cielo, de galaxias inverosímiles y a distancias que sólo el pensamiento<br />

puede alcanzar. Algunas se alejan a tal velocidad que jamás las percibiremos físicamente y mientras tanto se<br />

forman; Desaparecen estrellas, enanas rojas y blancas gigantes novas y agujeros negros, en ciclos interminables<br />

del pasar de energía.<br />

Asombrados, queremos comprender y forzamos el pensamiento, pero quedamos perplejos y también<br />

los sabios que auscultan el espacio, porque para las últimas interrogantes no hay respuesta satisfactoria y en<br />

nuestra pequeñez sentimos que nadad importa y terminamos por sumirnos en la trivialidad de nuestros asuntos<br />

personales. Ellos son los importantes en la trama del tiempo humano.<br />

No obstante, arrinconada en la conciencia quedan muchas dudas y una angustia fundamental sobre<br />

nuestra existencia misma, que reaparece cuando en la noche divisamos una infinidad de estrellas, simple retazo<br />

de la galaxia que nos envuelve.<br />

El tiempo se ha hecho angustia: es parte de la angustia fundamental. No es tanto el temor de la muerte,<br />

sin el enigma entero de la humanidad, desde su nacimiento hasta su desaparición, que cada uno presiente como<br />

una segunda muerte.<br />

Si reducimos la mira a nuestro alrededor, a nuestro planeta, tropezaremos a nuestro alrededor con el<br />

tiempo geológico y geomorfológico, revelado implacablemente por los terremotos, las erupciones, los aluviones<br />

y la erosión, que son parte de la existencia de una masa en permanente transformación. En este medio no somos<br />

más que criaturas aparecidas en tiempo reciente, casi extrañas, que debemos sufrir las inclemencias del planeta<br />

con sus propios acomodos físicos, a los que tiene derecho dentro de una cronología que lleva millones de años y<br />

que ha de continuar una vez que haya desaparecido el hombre.<br />

La corteza experimenta transformaciones a gran escala. Las masas continentales se han disgregado,<br />

han estado a la deriva, han chocado y las placas submarinas continúan pugnando en sus desplazamientos. Pero<br />

los hombres, en la brevedad de su tiempo, sólo perciben los pequeños síntomas de los fenómenos geológicos.<br />

Los diversos tiempos tienen ritmos diferentes. Y no sólo en las grandes escalas, sino en otras más<br />

reducidas que observamos a nuestro alrededor. Ahí está el tiempo vegetal, en cierto modo paralelo al nuestro,<br />

aunque variado según las especies que lo viven. Hay plantas que se desarrollan, viven y mueren en una sola<br />

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estación, para dispersarse en semillas promisorias de nueva vida. En el desierto, los bulbos, y las semillas<br />

duermen un sueño subterráneo, que se transformará en vida activa tras la bendición de una lluvia que tardará<br />

años en llegar. En otros, climas, en cambio, las grandes especies permanecen dignas en el paisaje, en abierto<br />

desafío al tiempo; Alerces y araucarias pueden aproximarse a los 2000 años, después que numerosas<br />

generaciones humanas han merodeado en sus cercanías. Seguirían inmutables si la codicia del hombre y su<br />

premura no les amenazasen.<br />

Entre el tiempo del hombre y el tiempo de los grandes árboles hay una incompatibilidad sin remedio,<br />

por que la prisa humana por tomar los recursos que están a la mano y el afán de enriquecerse, no pueden<br />

adaptarse al ritmo del crecimiento arbóreo. Es un dilema que la motosierra o el hacha resuelven de manera<br />

drástica, cortando la existencia y el tiempo del árbol, en una dimensión ecológica que no es otra cosa que la<br />

disparidad de los tiempos.<br />

Más cercano al hombre es el tiempo zoológico, aunque varía mucho de una especie a otra. Las tortugas<br />

de las Galápagos pueden vivir un siglo y medio, mientras algunos insectos de la especie efímera, después de su<br />

estado de larva y ninfa, viven menos de una semana y uno de ellos entre una y dos horas, tiempo suficiente<br />

para revolotear y reproducirse. En esos casos es difícil comprender qué es la vida, sin los largos períodos en<br />

estado latente o la fugacidad de la vida. Se diría que es vivir el tiempo con intermitencias.<br />

El tiempo del hombre puede entenderse como el lapso de cada existencia individual o el trayecto de la<br />

humanidad desde su aparición en siglos muy remotos. En el primer caso, no es mucho lo que puede<br />

elucubrarse, por que filósofos, míticos, y poetas han dado vueltas al tema procurando explicarlo y darnos<br />

consuelo, sin haber logrado más que dejarnos resignados o angustiados en una rebeldía inútil.<br />

El tiempo de la humanidad, en cambio, es objeto de estudios científicos muy acuciosos, en que se<br />

suman los esfuerzos de los prehistoriadores y los historiadores. Desde ambos lados se han hecho aportes y<br />

algunas escuelas han sistematizado un pensamiento alrededor del tiempo, una verdadera disecación morfológica<br />

que ha descubierto la simultaneidad de diversas dimensiones del tiempo.<br />

No estaría bien reproducir exactamente esas concepciones, sino que es más apropiado discurrir con la<br />

experiencia personal, lograda en el estudio de la historia desde sus fuentes mismas, por más que una escuela<br />

sirva de fuerte respaldo.<br />

Hay un largo tiempo en que el transcurso de los hechos es casi imperceptible o ellos se repiten en<br />

aparente monotonía por siglos.<br />

Es la relación entre el hombre de la montaña y el de los llanos en el Mediterráneo, según el ejemplo<br />

clásico de Fernand Braudel, el papel dinámico de tales y cuales puertos, el cultivo del arroz o las faenas de<br />

pesca en las regiones de Oriente, determinando formas de alimentación y de vida. También puede ser la<br />

molienda de trigo y la elaboración del pan, que en esencia comenzó hace más de cuarenta siglos y ha variado<br />

únicamente en su técnica.<br />

Sería equívoco, sin embargo, pensar sólo en la relación con la naturaleza y los aspectos materiales,<br />

porque en los dominios del espíritu también existe el largo plazo. La creencia w en otra vida es más antigua que<br />

la preparación del pan y sigue presente en forma abrumadora en versiones muy variadas. El sentimiento<br />

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monárquico tuvo larga vigencia y aún se mantiene en algunos países, la ideología republicana y el patriotismo<br />

han acumulado largos años y los sistemas de escritura se han prolongado con notable persistencia.<br />

Sobre el estrato de la larga duración ocurren los fenómenos de tiempo mediano, que tienen su propia<br />

dinámica y que son los verdaderos portadores el cambio histórico. Su duración no puede estimarse en forma<br />

rígida.<br />

Pueden ser unas pocas décadas o pasar de una o dos centurias. La formación y consolidación de<br />

nuestra aristocracia criolla a lo largo del período colonial, es uno de esos fenómenos, también el reinado<br />

melancólico del Romanticismo durante más de cuarenta años o el ciclo salitrero con su riqueza de cinco,<br />

décadas<br />

Para comprender los cambios de mediano plazo, los historiadores los agrupan de manera paralela con<br />

el fin de descubrir en qué lapso han evolucionado realmente y si coinciden en su cronología. De esa manera una<br />

periodicidad que es acotar el tiempo de acuerdo con el cambio. El quehacer humano de la dimensión del tiempo.<br />

Cada período recibe un nombre de acuerdo a la percepción que de él tienen los estudiosos del pasado.<br />

En nuestro país, por ejemplo, se ha establecido que hubo una República Conservadora entre 1830 y 1851,<br />

marcada por los gobiernos de Prieto, Bulnes y Montt. Para darle aquella designación se ha tomado en cuenta el<br />

fenómeno político de mediano plazo, pero bien pudiera dársele otra denominación si se tomasen en cuenta<br />

procesos de otra índole, como el social, el económico y el cultural, igualmente importante. Sería legitimo, en<br />

consecuencia, buscar un nombre que definiese de otra manera el período, atendiendo a la consolidación de un<br />

orden aristocrático, los fundamentos de una nueva economía o la creación de una cultura republican y científica.<br />

Sobre ello podría debatirse largamente: pero no hay duda de que cualquiera que fuese la definición, estaríamos<br />

calificando al tiempo, dándole un sentido y en suma, humanizándolo.<br />

La tercera medida del tiempo histórico es el corto plazo o acontecimiento que ocurre en un día, a<br />

veces en un momento preciso o en unos pocos años. Puede ser la dictación de una ley, el descubrimiento de un<br />

material, una batalla, un cambio de gobierno o la aparición de un libro fundamental. También son<br />

acontecimientos hechos tales como la lucha por la Independencia o la agitación social y política de 1920<br />

a1032, en cuyo caso se trata de fenómenos extensos y complejos, con muchas vicisitudes y atiborrados de<br />

acontecimientos menores.<br />

Cualquiera que sea el tipo de acontecimiento, ellos atraen la atención de la gente, se les enseña, se les<br />

memoriza y conmemora y muchos entienden que la historia es una sucesión de hechos más o menos<br />

espectaculares.<br />

Esa visión, sin embargo, es insoportablemente trivial y no pasa de ser anecdótica y formal. Veamos un<br />

ejemplo: el cabildo abierto de septiembre de 1810 no es la explicación de la Independencia, aunque inaugura –y<br />

no del todo-aquel movimiento.<br />

Lo que importa no es recordar el hecho, sino comprender los fenómenos de mediano plazo que desde<br />

hacía cincuenta o más años conducían a cambios profundos. Aquellos grandes procesos eran la conformación de<br />

una conciencia criolla en la aristocracia, el afianzamiento de ésta, la influencia del racionalismo político<br />

europeo y norteamericano, la necesidad de desarrollar la economía sobre la base de un proteccionismo local,<br />

impulsar la cultura y, en fin el fuerte deseo de participar en el gobierno.<br />

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Dentro de esas tendencias se inscribe la formación de la Primera Junta de Gobierno y todo el período<br />

de la emancipación que fueron acontecimientos coyunturales ene. Paso de una época a otra, de unos cambios<br />

de mediano plazo a otros. La compresión de la historia no está en el acontecimiento, sino en las modificaciones<br />

que el tiempo trae con lentitud imperceptible.<br />

En el curso del tiempo, desde que la criatura humana diese tímida sus primeros pasos, hasta los días<br />

actuales que nos consumen, los cambios se han acelerado progresivamente y con ello la sensación de que el<br />

tiempo se nos escapa sin poder manejarlo.<br />

Desde que el hombre sacó filo a un guijarro hasta que trabajó una punta de proyectil y logró encajarla<br />

en un asta, pudieron transcurrir cuarenta mil años y más. Desde la aplicación del vapor ala maquinaria, hasta el<br />

motor de explosión, pasaron cien años, desde que la electrónica y la computación tuvieron uso corriente, han<br />

pasado muy pocos años y cada día alguna innovación nos maravilla y nos deja perplejos. Ya no hay estabilidad<br />

en nada; Heráclito se sorprendería.<br />

Antes, un automóvil debería durar diez a quince años, el de ahora quedará obsoleto en dos a tres<br />

años.El último computador trajo varios adelantos y el próximo año es anunciado con nuevos<br />

artilugios,probablemente inútiles para la gran mayoría ; Pero habrá que comprarlo para no quedar a retaguardia<br />

y en posición desdorosa. Quizás sea mejor comprarlo ni inscribirse por ahora: Porque los que siguen serán<br />

increíblemente más eficaces. Y así, el individuo y las empresas dudan de tomar alguna resolución, no pueden<br />

planificar, porque el cambio permanente es contrario a toda planificación. Lo único seguro es lo precario y de<br />

ahí hay un paso al caos permanente.<br />

El efecto moral no es menos oscuro. Sentimos la embriaguez de la aceleración y no atinamos con el<br />

sentido de las cosas. La parsimonia, la meditación y la tranquilidad de espíritu han desaparecido. Vivimos la<br />

neurosis del vértigo y nos invade una desesperación que matiza de una manera muy distinta a la natural angustia<br />

del tiempo. Es probable que aturdidos por todas las sensaciones, como en un carrusel pintoresco, hayamos<br />

dejado de ligar al tiempo con la angustia de la muerte y que el sucederse de los momentos y las horas sean<br />

únicamente un conjunto de fragmentos incoherentes. La vida correría sin un punto fijo en el horizonte.<br />

En medio del tráfico, algunas veces siento la necesidad de encerrarme en mí mismo y hacer que el<br />

tiempo fluya sin prisa. Me viene entonces el recuerdo del reloj de arena y el deslizarse apacible de la arenilla,<br />

que me marcase para siempre en el sentimiento de la vida y del estudio.<br />

No hay duda de que en el episodio de la niñez no perdí el tiempo. Lo gané para siempre.<br />

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