REVISTA N18 ABRIL-MAYO

Para Charles Darwin el hombre ha empleado la música imitando a las
aves en su utilización de silbos a manera de galanteo. Ello estaría aplicado
al varón, aunque la mujer también canta y sería a consecuencia
de conseguir satisfacciones. Pero el canto es una forma de expresión
que no se limita a exteriorizar alegría.
Ya en el siglo diecinueve el antropólogo inglés Herbert Spencer también
sostuvo que la música derivaba de la expresión hablada, sus modulaciones
para manifestar rabia, pena o alegría.
No podía faltar la intervención de la psicología, sostenida por el austríaco
Carl Stumpf que escribió que la música fue necesaria para la
comunicación a distancia, originando las subas de tono para ser escuchado,
también en la necesidad de instrumentos de percusión para
transmitir mensajes a partir de hacer oír sus sonidos.
Lo que sí es cierto es que la música es un arte, y un arte que está al alcance
de todos, por suerte. Nadie puede dejar de practicarla, ya sea
cantando en el baño como haciendo sonar un mueble al acompañar una
pieza que se escucha, ya encendiendo una radio u otro aparato, ya concurriendo
a un espectáculo. Mucha gente se reúne a disfrutar de ella
tocando instrumentos o utilizándola para el baile.
La sencilla definición a partir de “combinar los sonidos” parece mezquina
para algo que puede ser tanto una disciplina como una diversión,
un talento como una actividad recreativa, una destreza o una práctica.
Entonces podemos decir que la música es tan antigua como la humanidad
toda, aunque los instrumentos se hayan conocido a partir de hace
unos 35.000 años, según hallazgos en cuevas que se reputan hoy en día
como “la cuna de la música”.