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MESSINA
Hay una fuerte tentación – cuando se debe hablar de la historia de Messina – de
dejarse arrastrar por la magia de la leyenda y de perderse, gozando por ello, en el
mito y en la fábula. Pocas ciudades, creemos que sean tan ricas de creencias
populares como la del Estrecho. Entre ellas, se dice que Neptuno separó Sicilia del
continente con un solo golpe de tridente y que Saturno, enamorado de la belleza de
este lugar, fundó allí la antigua ciudad.
Su antiguo nombre Zancle, en griego „hoz‟, evoca la peculiar forma falcada (en
forma de hoz) de su puerto, que hizo del mismo desde la antigüedad, un seguro
atracadero natural. En el siglo VIII a.C., la ciudad empezó a crecer, favorecida por el
comercio y el tráfico portuario. La llegada de poblaciones „mesenias‟ le cambian el
nombre en Messina.
Con el período normando, Messina se convertió en una de las mayores poblaciones
de Sicilia. Se construyó el palacio real, se activó el arsenal y se potenció la
fortificación, construyendo murallas a lo largo de toda la costa.
El 28 de diciembre de 1908, un violento terremoto destruyó Messina casi
completamente, causando unas 60.000 víctimas. El programa de reconstrucción,
largo y laborioso, quiso dar a la imagen de la ciudad una nueva configuración,
creando un moderno plano urbano reticular, salvaguardando y restaurando los
testimonios arquitectónicos y artísticos que habían resistido al terremoto y, sobre
todo, dedicando una especial atención a las características anti-sísmicas de los
nuevos edificios