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Página SIETE Domingo 5 de agosto de 2 018<br />

19<br />

Los regresos en el cine<br />

boliviano: Vuelve Sebastiana<br />

Mauricio<br />

Souza<br />

Crítico<br />

“Vu e lv e<br />

S ebastiana<br />

no es sólo el<br />

principio<br />

de la visibilidad<br />

del cine<br />

boliviano<br />

sino de<br />

una obsesión<br />

moral:<br />

la de los peligros<br />

de la<br />

m i g ra c i ó n<br />

del campo a<br />

la ciudad.<br />

Es a la descripción<br />

de<br />

esos peligros<br />

que<br />

Jorge Sanjinés<br />

dedicará<br />

luego casi<br />

toda su<br />

obra cinematográfi<br />

-<br />

ca”.<br />

l El autor escribe<br />

sobre el filme de<br />

Jorge Ruiz, pionero<br />

en su narrativa<br />

pero también en lo<br />

que viene a ser el<br />

documental<br />

e t n o l ó g i c o.<br />

Hace unos días apareció<br />

en México, publicado<br />

por el Instituto de Investigaciones<br />

Sociales de la<br />

UNAM, un largo texto sobre los<br />

“regresos en el cine boliviano”. Este<br />

primer fragmento se ocupa de<br />

un clásico de nuestro cine, Vu e lv e<br />

S ebastiana (1953) de Jorge Ruiz.<br />

1Como antes la Revolución<br />

Nacional (1952-1964), el<br />

“Proceso de cambio”bo -<br />

liviano (2006–) a veces se<br />

imagina a sí mismo como un regreso<br />

o retorno a cierta autenticidad<br />

alternativa: a otro horizonte civilizatorio,<br />

a otra historia republicana,<br />

a otra cultura. En ello, es un<br />

proceso que reproduce, ya una farsa<br />

del nacionalismo del 52, conocidos<br />

límites históricos y locales de<br />

lo nacional-popular.<br />

2Nos ocuparemos aquí de<br />

cómo los regresos han sido<br />

construidos en el cine<br />

boliviano: desde aquel<br />

trazado fundacionalmente en el<br />

cortometraje Vuelve Sebastiana (Jor -<br />

ge Ruiz, 1953) hasta, en entregas<br />

posteriores de esta serie de notas,<br />

un regreso más reciente, el del mediometraje<br />

El corral y el viento (Mi -<br />

guel Hilari, 2014).<br />

3Los regresos son, entonces<br />

y por si no que quedara<br />

claro en nuestra declaración<br />

de propósitos, frecuentes<br />

en el cine boliviano. Es<br />

que la boliviana, como tantas<br />

otras, se ha pensado insistentemente<br />

–en su literatura, en su ensayo<br />

social, en su cine–como una<br />

sociedad desarticulada, escasamente<br />

homogénea, marcada por<br />

las separaciones estamentales y<br />

las discontinuidades históricas.<br />

El cine, en ello, construye un deseo<br />

o mito social también clásico:<br />

como si en los esfuerzos y epifanías<br />

del viaje se pudieran reparar<br />

las distancias, deshacer las alienaciones,<br />

desandar las rupturas y remediar<br />

los olvidos históricos.<br />

(Tampoco debería sorprender a<br />

nadie, por eso, que el cine boliviano<br />

no sólo sea dado a la alegoría<br />

del regreso sino que en su tradición<br />

reciente se puedan considerar<br />

varias influyentes road movies.<br />

Mi socio (1982) de Paolo Agazzi,<br />

Cuestión de fe (1995) de Marcos Loayza<br />

o Yvy Maraey (2013) de Juan<br />

Carlos Valdivia no serían sino variantes<br />

del mismo procedimiento:<br />

el viaje que conecta o reúne extraordinariamente<br />

lo que la rutina<br />

social separa).<br />

4Los regresos cinematográficos<br />

en el cine boliviano<br />

son diversos. Pero tienen<br />

esto en común: de<br />

maneras directas o indirectas, escenifican<br />

una especie de reparación<br />

o cura de aquel trauma central<br />

del siglo XX y del XXI: la migración<br />

del campo a la ciudad, el<br />

“hecho de más incisiva y abarcadora<br />

trascendencia en la historia<br />

moderna del área andina”, en palabras<br />

del crítico Antonio Cornejo<br />

Polar. Es decir, son siempre regresos<br />

al campo.<br />

5En la sexta edición francesa<br />

de su famosa Historia<br />

del cine mundial, de 1961,<br />

Georges Sadoul incluye el<br />

cine boliviano por primera vez con<br />

este breve párrafo: “En 1954 existían<br />

(en Bolivia) 60 cinematógrafos<br />

y 30.000 butacas para tres millones<br />

de habitantes (el 80% analfabetos),<br />

cuya mitad habla lenguas<br />

indígenas y no comprende el español.<br />

No es cierto que la concurrencia<br />

llegue a un boleto por año y por<br />

habitante. No sabemos si se realizan<br />

largometrajes y si el joven boliviano<br />

Jorge Ruiz es un excelente<br />

documentalista”.<br />

6Cuando Sadoul escribe<br />

ese su “no sabemos”so -<br />

bre el cine boliviano había<br />

pasado ya casi una<br />

década desde la realización del<br />

documental Vuelve Sebastiana<br />

(1953), uno de los pocos trabajos<br />

–en su larga actividad–que Ruiz,<br />

según propia confesión, “re a l i z ó<br />

por propia voluntad” y no “por<br />

e n c a r go”. La historia de nuestro<br />

cine tendrá que esperar. Sólo<br />

muchos años después –p r i m e ro<br />

gracias a la Historia del cine en Bolivia<br />

(1982) de Alfonso Gumucio<br />

Dagron y luego a los ensayos de<br />

Carlos Mesa (1985) y Pedro Susz<br />

(1990), entre otros–, ese “no sabemos”de<br />

Sadoul, arropado entre<br />

los rutinarios índices de<br />

nuestro “a t ra s o”, se convertirá<br />

en un gesto impertinente o imp<br />

o s i b l e.<br />

7Quizá esta pequeña historia<br />

sobre un pequeño<br />

párrafo en una historia del<br />

cine mundial encierre<br />

una moraleja: que no habría que<br />

esperar, ni mucho menos, que<br />

otros confirmen nuestra existencia.<br />

Que ya en 1953 no necesitábamos<br />

de Sadoul ni de ningún premio<br />

internacional (y Vuelve Sebastiana<br />

recibió varios) para saber que<br />

esa película era importante, clásica<br />

avant la lettre y que tal vez nunca<br />

más la dejaríamos de ver. Y porque,<br />

como Jesús Urzagasti escribió<br />

por esos mismos años (los de<br />

Sadoul), nuestra historia “no es la<br />

más triste cuando la relato yo”.<br />

8Vuelve Sebastiana es un<br />

documental construido<br />

desde una serie de convenciones:<br />

las de un género<br />

–el naciente documental etnológico–que<br />

convocaba en esos<br />

años esquemas de narración torpemente<br />

mediados. En este caso:<br />

alguien nos cuenta y explica –y<br />

no Sebastiana–la historia de Sebastiana.<br />

Pero Vuelve Sebastiana es<br />

lo que es pese a esas limitaciones<br />

de la época: son sus detalles los<br />

que sugieren una historia que está<br />

más allá, a veces, de lo que supuestamente<br />

dice o quiere decir<br />

el documentalista.<br />

La voz en off, por ejemplo, habla<br />

de una niña uru-chipaya que<br />

es convencida o conminada –en<br />

español–a regresar a sus “ra í c e s<br />

c u l t u ra l e s ”. Pero lo que vemos es<br />

otra cosa: una niña que no regresa<br />

a “su cultura ancestral”sino a<br />

la historia de su comunidad y de<br />

su familia. La cultura sería aquí<br />

la memoria de lo que se ha hecho<br />

o sufrido juntos: la construcción<br />

de una casa, los estragos de una<br />

sequía, el hambre.<br />

9Acaso la perduración de<br />

Vuelve Sebastiana radique<br />

por eso en la serie de tensiones<br />

–en buena medida<br />

involuntarias – que propone. Por<br />

ejemplo esta: el relato en off (según<br />

texto de Luis Ramiro Beltrán) poco<br />

o nada coincide con lo que vemos<br />

(las imágenes de Ruiz). Se nos<br />

habla de una cultura congelada en<br />

el tiempo –se la compara con las<br />

chullpas o momias andinas–y, al<br />

mismo tiempo, la particularidad<br />

de Sebastiana Kespi la descubrimos<br />

en sus movimientos: ella casi<br />

corriendo, como si flotara por encima<br />

de la tierra, como si sus pies<br />

pertenecieran a otro cuerpo y a<br />

otro reino. O se describe el comercio<br />

con los aymaras –en el pueblo–<br />

como el peligro de la alienación<br />

cultural y, sin embargo, en su<br />

construcción narrativa y visual de<br />

la cultura uru-chipaya es claro que<br />

toda ella depende del comercio<br />

con los aymaras. O, ya lo sugeríamos,<br />

se ofrece en tanto cultura<br />

–esa particularidad a la que “hay<br />

que volver”– lo que no es sino historia.<br />

10<br />

Vuelve Sebastianano<br />

es sólo el principio<br />

de la visibilidad<br />

del cine boliviano<br />

sino de una obsesión moral: la de<br />

los peligros de la migración del<br />

campo a la ciudad. Es a la descripción<br />

de esos peligros que Jorge<br />

Sanjinés dedicará luego casi toda<br />

su obra cinematográfica.

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