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Murakami-Haruki-De-Que-Hablo-Cuando-Hablo-de-Correr

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intentar escribir algo, pero -hasta ese momento no había caído en la<br />

cuenta- resultó que no tenía ni una sola estilográfica <strong>de</strong>cente. Así que<br />

fui a la librería Kinokuniya <strong>de</strong> Shinjuku y me compré un paquete <strong>de</strong><br />

folios con cuadrícula y una pluma Sailor <strong>de</strong> unos mil yenes. Fue una<br />

inversión <strong>de</strong> capital muy mo<strong>de</strong>sta.<br />

Eso fue en primavera, y para otoño ya había terminado <strong>de</strong> escribir<br />

una obra <strong>de</strong> unas doscientas páginas, <strong>de</strong> unos cuatrocientos<br />

caracteres por página. <strong>Cuando</strong> puse el punto final, me sentí muy bien.<br />

Como no sabía a ciencia cierta qué hacer con mi obra recién<br />

terminada, una especie <strong>de</strong> ímpetu me llevó a enviarla a un concurso<br />

para escritores noveles que convocaba una revista literaria. Ni<br />

siquiera me guardé una copia, por lo que <strong>de</strong>duzco que no me<br />

importaba mucho que, en caso <strong>de</strong> no pasar la selección, el original<br />

acabara perdido en alguna parte. Era la obra que actualmente está<br />

publicada con el título Oíd cantar al viento. Y es que a mí, más que si<br />

mi obra llegaba o no a ver la luz, lo que me interesaba era el hecho<br />

<strong>de</strong> concluirla.<br />

Aquel otoño, los Yakult Swallows, que perdían año tras año,<br />

obtuvieron la victoria en la liga <strong>de</strong> la zona central, pasaron a las<br />

series nacionales y consiguieron el título absoluto tras <strong>de</strong>rrotar a los<br />

Hankyu Braves. En varias ocasiones acudí lleno <strong>de</strong> ilusión al estadio<br />

Korakuen, don<strong>de</strong> se celebraban los partidos <strong>de</strong> las series nacionales<br />

(como ni la propia sociedad <strong>de</strong>portiva Yakult confiaba en su victoria,<br />

había cedido los <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong> uso <strong>de</strong> su estadio, el Jingu, a la liga<br />

universitaria). Por eso los recuerdos <strong>de</strong> ese otoño permanecen tan<br />

frescos en mi memoria. Fue un otoño particularmente hermoso y en<br />

el que hizo un tiempo espléndido. El cielo, <strong>de</strong> tan alto y tan claro,<br />

parecía que iba a salirse <strong>de</strong> la bóveda, y las hileras <strong>de</strong> ginkgos <strong>de</strong> la<br />

Pinacoteca <strong>de</strong> Meiji lanzaban <strong>de</strong>stellos dorados más nítidos que<br />

nunca. Era mi último otoño antes <strong>de</strong> entrar en la treintena.<br />

<strong>Cuando</strong>, a principios <strong>de</strong> la primavera <strong>de</strong>l siguiente año, recibí una<br />

llamada telefónica <strong>de</strong> la redacción <strong>de</strong> la revista Gunzo en la que me<br />

informaban <strong>de</strong> que mi obra había resultado seleccionada para la fase<br />

final, me había olvidado por completo <strong>de</strong> que la había enviado a un<br />

concurso. Y es que mi vida cotidiana era <strong>de</strong>masiado ajetreada. Por<br />

eso, cuando recibí la sorpresiva noticia, al principio no entendía bien<br />

<strong>de</strong> qué me estaban hablando. La sensación fue algo así como un<br />

«¿Eeeh?». El caso es que esa obra acabó alzándose con el premio y,<br />

en verano, se publicó como volumen in<strong>de</strong>pendiente. El libro no tuvo<br />

una mala acogida. <strong>De</strong> modo que yo, a mis treinta años, sin saber muy<br />

bien qué ocurría y sin haberlo buscado, había efectuado ya mi <strong>de</strong>but<br />

como escritor novel. Estaba sorprendido, pero supongo que la gente a<br />

mi alre<strong>de</strong>dor lo estaba aún más.<br />

Tras ello escribí, sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> llevar el bar, mi segunda obra, Pinball<br />

1973, una novela larga que no lo era tanto y, en las pausas, a<strong>de</strong>más,<br />

escribí varias novelas cortas, e incluso traduje algún relato <strong>de</strong> Scott<br />

Fitzgerald. Oíd cantar al viento y Pinball 1973 fueron candidatas al<br />

Premio Akutagawa y <strong>de</strong> ambas se <strong>de</strong>cía que eran serias aspirantes al<br />

triunfo, pero, al final, no lo lograron. Sin embargo a mí, para ser<br />

honesto, eso me daba igual. Y es que, si hubiera ganado el premio,

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