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Murakami-Haruki-De-Que-Hablo-Cuando-Hablo-de-Correr

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especie <strong>de</strong> ensayo sobre el correr. En silencio, golpe a golpe, como el<br />

diligente herrero <strong>de</strong> un pueblo.<br />

Y tengo que <strong>de</strong>spachar algunas cuestiones prácticas. La chica que<br />

trabajaba como asistente en la oficina <strong>de</strong> Tokio mientras nosotros<br />

vivíamos en Estados Unidos me soltó <strong>de</strong> repente que quería <strong>de</strong>jar el<br />

trabajo antes <strong>de</strong> que acabara el año porque iba a casarse, así que<br />

<strong>de</strong>bo buscar a alguien que la sustituya. No po<strong>de</strong>mos permitirnos<br />

cerrar la oficina durante el verano. A<strong>de</strong>más, en cuanto vuelva a<br />

Cambridge, me he comprometido a impartir unas conferencias en<br />

algunas universida<strong>de</strong>s, así que tengo que prepararlas también.<br />

Voy ocupándome <strong>de</strong> todas estas cosas or<strong>de</strong>nadamente y en un plazo<br />

<strong>de</strong> tiempo muy limitado. Para colmo, tengo que continuar con mi<br />

preparación para la carrera <strong>de</strong> Nueva York. Estoy tan liado que<br />

querría movilizar a un segundo yo para que me ayudara. <strong>De</strong> todos<br />

modos, sigo corriendo. Para mí, correr a diario es vital, <strong>de</strong> modo que<br />

no puedo aflojar o <strong>de</strong>jarlo sólo porque esté ocupado. Si tuviera que<br />

<strong>de</strong>jar <strong>de</strong> correr sólo porque estoy ocupado, sin duda no podría correr<br />

en mi vida. Y es que razones para seguir corriendo no hay más que<br />

unas pocas, pero, si es para <strong>de</strong>jarlo, hay para llenar un tráiler. Así las<br />

cosas, lo único que po<strong>de</strong>mos hacer es seguir puliendo,<br />

cuidadosamente y una por una, esas «pocas razones». Seguir<br />

puliéndolas <strong>de</strong>nodadamente y sin <strong>de</strong>jar un resquicio en cuanto<br />

encontremos tiempo para ello.<br />

<strong>Cuando</strong> estoy en Tokio, suelo correr por el parque Jingu Gaien. Es un<br />

recorrido circular que está al lado <strong>de</strong>l estadio Jingu. No es comparable<br />

al Central Park <strong>de</strong> Nueva York, pero es una zona ver<strong>de</strong> en el centro <strong>de</strong><br />

Tokio, algo muy inusual. Acostumbrado a correr por él durante<br />

muchos años, tengo sus distancias grabadas en mi cabeza hasta el<br />

último <strong>de</strong>talle. Y tengo memorizados cada uno <strong>de</strong> sus baches y<br />

<strong>de</strong>sniveles. Por eso es perfecto para po<strong>de</strong>r entrenar controlando la<br />

velocidad. Por contra, alre<strong>de</strong>dor hay un tráfico <strong>de</strong>nso; <strong>de</strong>pendiendo <strong>de</strong><br />

la hora, también hay muchos peatones, y el aire no está <strong>de</strong>masiado<br />

limpio; aun así, teniendo en cuenta que está en el mismísimo centro<br />

<strong>de</strong> Tokio, es todo un lujo. El simple hecho <strong>de</strong> tener un lugar don<strong>de</strong><br />

po<strong>de</strong>r correr cerca <strong>de</strong> casa por fuerza ha <strong>de</strong> hacer que me sienta<br />

afortunado.<br />

Una vuelta al Jingu Gaien son 1.325 metros y, como cada cien metros<br />

hay una marca en el suelo, resulta muy práctico para correr. <strong>Cuando</strong><br />

quiero correr a cinco minutos y medio el kilómetro, o a cinco minutos<br />

el kilómetro, o a cuatro minutos y medio el kilómetro, o sea, fijando<br />

<strong>de</strong> antemano el ritmo, elijo este lugar. En la época en que empecé a<br />

correr en Jingu Gaien, el corredor Toshihiko Seko, que entonces<br />

estaba en activo, también corría por allí. Se entrenaba a muerte para<br />

los Juegos Olímpicos <strong>de</strong> Los Angeles. Lo único que ocupaba su mente<br />

era la brillante medalla <strong>de</strong> oro. Para él, que se había perdido las<br />

anteriores Olimpiadas <strong>de</strong> Moscú <strong>de</strong>bido al boicot que se produjo por<br />

razones políticas, Los Angeles era, seguramente, su última<br />

oportunidad <strong>de</strong> ganar una medalla. Flotaba en él una especie <strong>de</strong><br />

aureola <strong>de</strong> heroísmo que, al mirarle a los ojos mientras corría, podías<br />

captar perfectamente. Entonces todavía vivía el entrenador Kiyoshi

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