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Tres milagros

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SELECCIONES <br />

Xisco y Guillem salieron del agua<br />

hacia las rocas de la sala sumidos en<br />

una penumbra total.<br />

—Hay otro camino hacia la superficie,<br />

pero es un poco más largo —dijo<br />

Xisco, señalándolo en un mapa plastificado—.<br />

La línea debería estar intacta.<br />

—Solo queda suficiente oxígeno<br />

para que uno de los dos salga —notó<br />

Guillem tras ver el medidor.<br />

—Tú eres más pequeño y más rápido<br />

que yo; consumirás una menor<br />

cantidad para salir.<br />

Además, Xisco tenía mucha experiencia<br />

explorando cámaras subterráneas<br />

con aire saturado de dióxido<br />

de carbono, por lo que sabía cómo<br />

ralentizar su respiración y reducir la<br />

cantidad de gases tóxicos inhalados.<br />

Guillem se equipó con los tanques<br />

restantes. Xisco observó cómo desaparecía<br />

en el lago.<br />

Espero volverlo a ver, pensó Xisco,<br />

dando un suspiro profundo. Sintió que<br />

se le aceleró el pulso, uno de los primeros<br />

síntomas de envenenamiento<br />

por dióxido de carbono. Y pronto.<br />

Eran casi las 18:00 del sábado.<br />

MENOS DE UNA HORA después,<br />

Guillem salió a la<br />

superficie, se quitó el regulador<br />

de la boca e inhaló el limpio aire<br />

mallorquín. Con los dedos temblorosos<br />

marcó el número de los miembros<br />

del Grup Nord, la organización oficial<br />

de espeleología de Mallorca.<br />

En una hora, varios de los mejores<br />

espeleobuceadores de la isla habían<br />

llegado. Uno de ellos era Bernat Clamor,<br />

casi tan avezado como Xisco.<br />

“Debe haber mucho dióxido de carbono<br />

en esa gruta”, dijo Bernat. “No<br />

sabemos cuánto tiempo le queda”.<br />

El grupo decidió que primero debían<br />

entrar dos buzos familiarizados<br />

con el terreno. Guillem marcó la ubicación<br />

de Xisco en el mapa plastificado<br />

y se lo entregó a los rescatistas.<br />

Dos horas más tarde volvieron con<br />

malas noticias. Con la prisa por alcanzar<br />

la superficie, Guillem había<br />

agitado tanto el cauce que la visibilidad<br />

era casi nula. Era imposible ver<br />

los marcadores que indicaban qué<br />

camino seguir al bifurcarse un túnel.<br />

“Vamos a tener que esperar a que<br />

se aclare el agua antes de volver a<br />

sumergirnos”, afirmó Bernat. El sedimento<br />

podía tardar horas o incluso<br />

días en asentarse. Xisco podría morir<br />

respirando dióxido de carbono; no<br />

obstante, Bernat sabía que bucear en<br />

esas condiciones era inútil. No quería<br />

arriesgar la vida de nadie más. Lo<br />

único que se podía hacer era esperar.<br />

LOS MINUTOS SE LE HACÍAN eternos<br />

a Xisco, quien estaba sentado en la<br />

oscura cueva. El dióxido de carbono<br />

lo había mareado. Su reloj sumergible<br />

se había detenido. No tenía ni idea de<br />

que apenas llevaba cuatro o cinco horas<br />

atrapado ahí.<br />

Un profundo temor lo invadió. Guillem<br />

murió. Nadie sabe dónde estoy.<br />

Encendió su linterna y se acercó<br />

al lago desde la saliente donde se

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