Edicion 22 de agosto 2019
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18 Jueves <strong>22</strong> <strong>de</strong> <strong>agosto</strong> <strong>de</strong> <strong>2019</strong> Diario Co Latino<br />
Por primera vez la vi brava e indignada.<br />
-¡¿Cómo?! ¿Curar un cuilio?<br />
Jamás Jonathan... ¡Jamás, jamás y jamás!<br />
Hay bastantes brigadistas que te pue<strong>de</strong>n<br />
ayudar.<br />
Y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un largo silencio que no<br />
quería interrumpir para darle espacio para<br />
calmarse y reflexionar.<br />
-No, Jonathan... No...<br />
Quizás fue el que jodió a Pedro o a los<br />
<strong>de</strong>más.<br />
¡¿Cómo voy a curar ese maldito?!<br />
-Bueno, Yamileth.<br />
Como brigadistas estamos obligados a curar<br />
cualquier herido.<br />
Y como revolucionarios tenemos que respetar<br />
a nuestros enemigos...<br />
Heridos o capturados, por muy malditos<br />
que sean...<br />
-Fíjate que los compas capturaron a Medina<br />
Garay en San Juan Nuevo Edén.<br />
Ese sí que era un maldito.<br />
Pero los compas le respetaron la vida y le<br />
curaron.<br />
Buscamos la libertad, Yamileth, no la venganza.<br />
Si no somos capaces <strong>de</strong> dar el ejemplo nosotros...<br />
¿Cómo actuará entonces nuestro pueblo?<br />
El Salvador terminará siendo un baño <strong>de</strong><br />
sangre.<br />
Le había tocado una cuerda sensible. Quedó<br />
pensando un buen rato. Después agarró<br />
ánimo y me dijo:<br />
-¿Y que vamos a necesitar?<br />
Reímos los dos. Había pasado quizás la<br />
más difícil prueba <strong>de</strong> todas. Las otras habían<br />
sido más técnicas que i<strong>de</strong>ológicas. Hoy había<br />
ganado un combate puramente i<strong>de</strong>ológico.<br />
Implacables en el combate, pero respetuosos<br />
con los capturados y heridos.<br />
9<br />
El soldado tenía 17 años. Había sido reclutado<br />
a la fuerza hacía poco en San Miguel.<br />
Yamileth le hizo un montón <strong>de</strong> preguntas.<br />
Parecía más un interrogatorio que una curación.<br />
A<strong>de</strong>más, la herida era leve. A la cipota<br />
le interesaba conocer el pensamiento <strong>de</strong>l soldado<br />
y <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más.<br />
Era obvio que se había rendido porque<br />
no sabía por qué estaba luchando. Nadita <strong>de</strong><br />
convicción. Allí estaba porque pensaba, o,<br />
mejor dicho, se había auto-convencido que<br />
no había alternativa. Una actitud <strong>de</strong> resignación<br />
y al mismo tiempo <strong>de</strong> lástima consigo<br />
mismo. Actitud aceptable en los ancianos católicos<br />
que con el terror <strong>de</strong> la excomunicación<br />
y el envío al infierno, se resignaban ante<br />
las inhumanas condiciones <strong>de</strong> vida, pero no<br />
para un joven <strong>de</strong> pleno siglo veinte.<br />
Y parecía que tal actitud era común entre<br />
los reclutados. Pocos tenían el patriótico valor<br />
<strong>de</strong> <strong>de</strong>sertarse. Ya una vez a<strong>de</strong>ntro, el guaro,<br />
las drogas y el dinero les envenenaban la<br />
mente. Y entonces el machismo apartaba a la<br />
anterior resignación.<br />
Los asesores norteamericanos eran especialistas<br />
en estimular ese proceso <strong>de</strong> transformación<br />
bajo el triste pretexto <strong>de</strong> patriotismo<br />
y anticomunismo. Y así la mayoría <strong>de</strong><br />
los jóvenes, resignados, vendían su corazón<br />
al mero diablo. Y se volvían animales capaces<br />
<strong>de</strong> violar, torturar y asesinar. Por eso se habían<br />
dado las masacres <strong>de</strong> miles <strong>de</strong> salvadoreños.<br />
Por esa actitud <strong>de</strong> cobardía.<br />
Después <strong>de</strong> las preguntas y la curación <strong>de</strong>l<br />
soldado capturado, y <strong>de</strong> que los compas se lo<br />
llevaron, Yamileth quedó pensando.<br />
-Son malditos, Jonathan.<br />
Pero quizás no tienen la culpa...<br />
O quizás sí, pero por tontos...<br />
Su plática con el soldado parecía haberle<br />
ayudado a ver más claro el complejo problema.<br />
-Así es Yamileth. La mayoría no tiene culpa.<br />
Su ignorancia y machismo les lleva a volverse<br />
asesinos <strong>de</strong> su propio pueblo.<br />
-Pero, ¿Quiénes entonces tienen la culpa?<br />
¿No son nuestros verda<strong>de</strong>ros enemigos<br />
los que han engañado y mantenido en ignorancia<br />
a nuestro pueblo para po<strong>de</strong>rle explotar?<br />
-¿No sería injusto por parte nuestra <strong>de</strong> cobrar<br />
el plato a los soldados heridos y capturados<br />
lo que nos <strong>de</strong>ben Duarte, los <strong>de</strong>mócratascristianos,<br />
los oligarcas, los coroneles y generales<br />
y todos los explotadores?<br />
Con todas esas preguntas quedó pensativa<br />
un buen rato Yamileth. Al inició parecía<br />
no convencerse mucho, pero terminó suspirando:<br />
Cómo no, creo que sí...<br />
De verdad que sería injusto...<br />
Quizás terminó más convencida ella que<br />
yo. ¿Realmente era correcto <strong>de</strong>jar sin su merecido<br />
castigo a los violadores y asesinos <strong>de</strong><br />
mujeres, niños y ancianos? Me recordaba entonces<br />
las palabras <strong>de</strong> monseñor Romero, palabras<br />
que habían costado la vida al arzobispo<br />
mártir.<br />
“Ante la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> sus oficiales, esta la or<strong>de</strong>n<br />
<strong>de</strong> Dios que dice:<br />
¡NO MATARAS!”<br />
¿Por qué tan pocos habían escuchado ese<br />
llamado <strong>de</strong> conciencia? Cierto que también<br />
los compañeros mataban. Pero no era lo mismo.<br />
En el caso <strong>de</strong> los guerrilleros, era un acto<br />
<strong>de</strong> legítima <strong>de</strong>fensa ante la injusticia y el genocidio<br />
en un momento que no les había quedado<br />
otra alternativa que agarrar las armas.<br />
Para los soldados, matar no llevaba ningún<br />
objetivo, ninguna justificación o convicción.<br />
Era la simple gana <strong>de</strong> matar. Así lo consi<strong>de</strong>raba<br />
entonces. Los soldados para mí no salían<br />
libres.<br />
Hasta <strong>de</strong>spués entendí, también gracias a<br />
Yamileth. Los únicos responsables <strong>de</strong> las <strong>de</strong>cenas<br />
<strong>de</strong> miles <strong>de</strong> salvadoreños asesinados,<br />
torturados, <strong>de</strong>saparecidos, violadas eran los<br />
que or<strong>de</strong>naban y los que aportaban la fachada<br />
a estos criminales hechos.<br />
10<br />
Después <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> Pedro, anduvimos<br />
todavía otras dos semanas en movimiento.<br />
Llegamos al norte <strong>de</strong> San Miguel y también<br />
ahí nos persiguió el ejército. La población<br />
nos informó que Domingo Monterrosa<br />
se había dado cuenta <strong>de</strong> nuestra presencia<br />
y que había jurado quitarnos los heridos que<br />
cayeron en la emboscada.<br />
No nos quedó otra alternativa que buscar<br />
refugio para el hospital en Morazán. En<br />
ese bastión heroico <strong>de</strong> la guerrilla tuvimos un<br />
mes <strong>de</strong> tranquilidad. Ambos heridos ser recuperaron<br />
sin mayores problemas <strong>de</strong> su operación.<br />
Parecía increíble, pero ya antes habíamos<br />
visto en los compas la inmensa resistencia<br />
y la capacidad <strong>de</strong> recuperarse rápido <strong>de</strong><br />
sus heridas.<br />
Solo para la paralización <strong>de</strong> Portán no pudimos<br />
hacer nada. Intentamos sacarle porque<br />
era inhumano andarle para arriba y para abajo<br />
en las condiciones difíciles <strong>de</strong> los frentes.<br />
Ya tenía una gran llaga posicional en las nalgas<br />
y el sacro.<br />
Pero no había posibilidad. Intentamos primero<br />
sacarle hacia el refugio <strong>de</strong> San Antonio<br />
en Honduras en dos ocasiones, pero no logramos<br />
llegar por patrullas <strong>de</strong>l ejército. Después<br />
intentamos contactar la Cruz Roja Internacional<br />
para sacarle a través <strong>de</strong> ellos, pero<br />
nunca lograron llegar a los contactos, por falta<br />
<strong>de</strong> autorización <strong>de</strong>l ejército. No pudimos<br />
sacarlo. Mejor dicho, no hubo voluntad por<br />
parte <strong>de</strong>l gobierno y <strong>de</strong>l ejército. Era parte <strong>de</strong>l<br />
plan contrainsurgente... La guerra psicológica.<br />
Hacer sufrir los heridos para <strong>de</strong>smoralizar<br />
a los <strong>de</strong>más guerrilleros .<br />
En junio murió Portán por las complicaciones<br />
<strong>de</strong> la sección medular. Otro combate<br />
que perdimos, pero sabíamos con anticipación<br />
que era un combate sin posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong><br />
victoria. Pero luchamos... Juntos con Portán.<br />
El nunca perdió la moral. Hasta el último<br />
momento fue el que animaba a los compas<br />
que se <strong>de</strong>jaban amedrentar por las dificilísimas<br />
circunstancias. Quería vivir, caminar y seguir<br />
aportando... Pero nunca se arrepintió <strong>de</strong><br />
haber ofrendado tan generosamente su salud<br />
y <strong>de</strong>spués su vida por la liberación <strong>de</strong> sus hermanos<br />
campesinos y obreros.<br />
Con esta actitud, sin claudicar nunca, Portán<br />
llevó a<strong>de</strong>lante un solitario combate contra<br />
el intento <strong>de</strong> los que dirigían esta guerra por<br />
quebrarnos la moral. Y Portán <strong>de</strong>rrotó la diabólica<br />
e inhumana maquinaria <strong>de</strong> la guerra sicológica.<br />
Murió con el puño en alto.<br />
Después muchas veces nos recordamos <strong>de</strong><br />
algo que nos pasó al regreso <strong>de</strong> Morazán al<br />
norte <strong>de</strong> San Miguel, y que nos <strong>de</strong>mostró su<br />
espíritu <strong>de</strong> lucha.<br />
Íbamos pasando el Río Torola, y los compas<br />
que le cargaban en la hamaca se <strong>de</strong>slizaron<br />
y cayeron, y Portán se quedó un momentito<br />
bajo el agua. Pero en el burbujeo <strong>de</strong>l agua<br />
resonó su risa. Y cuando le sacaron, dijo:<br />
-Ayer me bañaron, camaraditas.<br />
¿Ya no me aguantan el tufo?<br />
Y los compas esta vez no se pudieron <strong>de</strong>tener<br />
<strong>de</strong> la gran risa y Portán se fue otra vez<br />
por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l agua riendo por burbujitas y a<br />
los compas en esta ocasión les costó más para<br />
sacarle <strong>de</strong>l río.<br />
Pero saliendo <strong>de</strong>l agua y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber<br />
agarrado aire, gritó acompañado <strong>de</strong> una<br />
gran risada:<br />
-Cuidadito, hermanitos...<br />
No po<strong>de</strong>mos dar el gusto a ‘trompita <strong>de</strong><br />
cuche’ <strong>de</strong> hacer nosotros mismos lo que el en<br />
esos dos meses no ha podido cumplir.<br />
Nos reímos un buen rato. Pero todos sentimos<br />
también la profunda voluntad <strong>de</strong> luchar<br />
y <strong>de</strong> <strong>de</strong>rrotar a Domingo Monterrosa. Y nunca<br />
nos quitaron algún herido. Portán murió<br />
entre compas... no encarcelado, torturado o<br />
asesinado.<br />
11<br />
A principios <strong>de</strong> julio regresamos al norte<br />
<strong>de</strong> San Vicente. Ya para entonces la guerra<br />
había cambiado <strong>de</strong>finitivamente <strong>de</strong> modalidad.<br />
Era necesario adaptar nuestro hospital<br />
a esa nueva modalidad táctica.<br />
El hospital pertenecía a las estructuras ‘pesadas’.<br />
Andábamos ya para entonces un personal<br />
<strong>de</strong> veinte entre brigadistas, administrativos,<br />
cocineras y seguridad. A<strong>de</strong>más, nos<br />
acompañaban siempre tres mulas cargadas<br />
con el material, la alimentación y los utensilios<br />
<strong>de</strong> cocina.<br />
El hospital era fácil presa para las nuevas<br />
tácticas <strong>de</strong>l ejército. Como antes los operativos<br />
eran gran<strong>de</strong>s pero lentos, siempre salíamos<br />
mucho antes <strong>de</strong> que el ejército llegara<br />
a nuestro campamento. Pero con la penetración<br />
a profundidad <strong>de</strong> pequeñas unida<strong>de</strong>s<br />
enemigas en nuestra zona en el afán <strong>de</strong> lograr<br />
la sorpresa, quizás no nos sería tan fácil.<br />
Planteamos quedarnos sin las mulas porque<br />
en algún apretón se iban a quedar con su<br />
valiosa carga (si a caso las lográramos cargar).<br />
Teníamos que repartir el material <strong>de</strong> cirugía y<br />
curaciones, y las medicinas entre el personal<br />
<strong>de</strong>l hospital. Significaba tener afuera <strong>de</strong> los tatús<br />
solo lo necesario y también <strong>de</strong>purar nuestras<br />
mochilas <strong>de</strong> todo lo que no era estrictamente<br />
necesario.<br />
Costó impulsar ese cambio. No fue hasta<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que el batallón Atlacatl nos atacó<br />
por sorpresa en El Salitre y nos quitó dos mulas<br />
cargados <strong>de</strong> medicinas y materiales hospitalarios,<br />
que se comenzó a poner en práctica<br />
lo planteado con anticipación.<br />
Des<strong>de</strong> entonces solo andábamos el plástico<br />
para hacer la champa, la cobija y una muda<br />
<strong>de</strong> reserva, y el resto <strong>de</strong> nuestras mochilas se<br />
abultaban <strong>de</strong> materiales y medicinas.<br />
No todos los compas aguantaron la adopción<br />
<strong>de</strong> la nueva táctica. Las exigencias eran<br />
más gran<strong>de</strong>s y los sacrificios mayores. Varios<br />
<strong>de</strong> ellos salieron <strong>de</strong>purados y otros se <strong>de</strong>sertaron.<br />
Algunos <strong>de</strong> ellos terminaron incorporándose<br />
en el ejército enemigo. No solamente<br />
eran cobar<strong>de</strong>s sino también traidores a la causa<br />
<strong>de</strong>l pueblo y su Revolución.<br />
Con los compañeros que se mantuvieron<br />
firmes ante las nuevas exigencias, se lanzó<br />
una campaña <strong>de</strong> consolidación político-i<strong>de</strong>ológica.<br />
En este contexto, un día hablamos <strong>de</strong><br />
las <strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s y las <strong>de</strong>ficiencias que impedían<br />
a uno transformarse en un autentico revolucionario.<br />
Como los vicios <strong>de</strong>l guaro y la droga<br />
habían envenenado la mente <strong>de</strong> varios compas,<br />
y les habían hecho claudicar o habían cometido<br />
actos contrarrevolucionarios y hasta<br />
la traición, todos profundizaron bastante sobre<br />
la necesidad <strong>de</strong> erradicar esos vicios.<br />
Fue entonces que Yamileth comenzó a sacar<br />
parte <strong>de</strong> su triste historia.<br />
-Fíjese que yo tenía un hermano, cinco<br />
años mayor que yo.<br />
Le gustaba el guaro.<br />
Con otros amigos salieron seguidos a<br />
comprar chicha en Los Picos.<br />
Y se embolaban y armaban entonces unos<br />
gran<strong>de</strong>s <strong>de</strong>svergues .<br />
Ya le habían sancionado en varias ocasiones,<br />
pero era por gusto.<br />
Para po<strong>de</strong>r comprar guaro salían a poner<br />
el bal<strong>de</strong> .<br />
Un día, cuando estaban robando en la Panamericana<br />
los cuilios mataron a uno <strong>de</strong> ellos.<br />
Los otros huyeron, pero no tuvieron valor<br />
para regresar a la zona porque sabían que los<br />
compas tar<strong>de</strong> o temprano se darían cuenta y