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La Bocina Nº 376 - Diciembre 2019

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Noviembre 2019

- * .. / . / / . / _ _ ficciones (y no tanto) . / - * _ *. /. / .. / . / / . /

Mujer / Suspiro /

Perfume / Diablo

(LA JOVEN, EL VIEJO Y YO)

“Me contaron de sus vidas.

Sus triunfos y sus fracasos.

De que el mundo andaba loco.

Y hasta el cielo fue comprado”

“La Balada del Diablo y la Muerte”,

canción de Gustavo "Chizzo" Nápoli

Ese vagón del subterráneo de tan vacio me pareció

desolado.

En ese coche me acompañaban solo dos personas. La

línea “A” tiene asientos enfrentados y un gran espacio

central para los pasajeros parados. Tenía frente a mí,

una joven mujer morocha muy bonita y elegantemente

vestida que con su mano derecha atacaba el celular

que iluminaba sus ojos.

En los asientos laterales de mi lado se observaba la

presencia de un hombre de cierta edad, para no decir

un viejo, que leía un enorme diario despreocupada-

el barrio

en tu

celular

mente; con un tic que tuve tiempo de observar, cada

dos o tres minutos empujaba sus anteojos con su

dedo índice y mayor, montándolos más arriba en su

nariz.

Pasaron las estaciones y pasó el tiempo. Y ese vagón,

el último por cierto, seguía con el mismo pasaje. No

subió ni bajo ninguna otra persona. A pesar que en los

otros vagones se amontonaba la gente, parecía que el

nuestro era una cápsula cerrada a la cual nadie podía

entrar. La señorita, entretenida con su celular, no

miraba a nadie.

En ese momento, el señor mayor arrojó el diario más

allá de su asiento. Y se acercó, sentándose a mi lado.

Entonces me habló con una voz cantarina que no

parecía la de un hombre viejo. Mi olfato percibió un

olor singular, que no sabía a qué se debía.

“¿Te gusta esa chica?” preguntó sonriendo… “Vamos

a divertirnos un poco” continuó.

Lo mire. No lo conocía. No quería contestarle. Era una

pregunta impropia. Pero algo dentro de mí se reveló a

los verdaderos pensamientos y mi boca habló.

“Y, la verdad... que está muy buena”. Por un momento

mi sorpresa fue mayúscula, pero no tuve tiempo de

reponerme, porque el viejo insistió preguntando.

“¿No te la querrías llevar a tu casa?”

Y nuevamente, a pesar de todos mis esfuerzos conscientes,

mi boca volvió a hablar.

“¡Y claro que me gustaría!”... ¡No! ¡Noooo! ¡No quise

decir eso! ¿Qué me pasa?

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