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PINTURA EL BOSCO

PINTURA EL BOSCO

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al pintor en El alguacil endemoniado,

segundo de los Sueños y al que en su segunda

edición dará el nuevo título de El

alguacil alguacilado. La obra se inscribe

en la tradición literaria de las visitas al

infierno, pero no relata una excursión

efectiva -como el Sueño del infierno-.

sino una conversación del narrador con

el demonio que ha hecho del alguacil

su hogar. del cual pretende expulsarlo

el clérigo al que llama Licenciado Calabrés

con sus hisopazos de agua bendita.

En ella, el sutil y bienhablado demonio

describe al visitante con gran donosura

los pecados cometidos por los condenados

y las condignas penas.

QUEJAS DE DIABLO

Aquel simpático diablo se queja al autor

en estos términos: "Os quiero decir

que estamos muy sentidos de los po­

La Creación

(El jardín de las

Delicias). por el

Bosco. 1500-

1505, óleo

tajes que hacéis de

nosotros. pintándonos

con garra, sin

ser aguiluchos: con

colas. habiendo di a-

blos rabones: con

sobre tabla,

205.6 x384.9 cm. cuernos, no siendo

casados, y mal

barbados siempre, habiendo diablos

de nosotros que podemos ser ermitaños

y corregidores. Remediad esto,

que poco ha que fue Jerónimo Bosco

allá, y preguntándole por qué había hecho

tantos guisados de nosotros en sus

sueños dijo que porque no había creído

nunca que había demonios de veras" .

Francisco Pacheco, suegro de Velázquez,

muestra en su Arte de la Pintura

que no le agradan los " ingeniosos caprichos"

del Bosco, "con la variedad de

guisados que hizo de los demonios",

expresión que toma del cornudo interlocutor

de Quevedo en el Sueño citado.

Algo de sabroso habían de tener los

diablejos y demás criaturas de la fantasía

bosquiana para que se les dedicaran tales

denominaciones culinarias. aunque

desde luego se usan en su acepción de

mezcolanza o revoltijo. Por otro lado,

la misma insistencia en los detalles terroríficos

en los sermones pa ra apartar

al creyente del pecado resulta sospechosa:

cabe preguntarse si un manjar

tan fuerte y sazonado no provocaría

insensibilidad por puro hartazgo, si el

paladar estragado del devoto no acabaría

viendo estos excesos como ca rica-

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