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Edicion 04 de marzo 2020

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Diario Co Latino

Opinión Miércoles

4 marzo de 2020 9

Sociología y otros Demonios (993)

Malcom X: el ministro del poder negro (1)

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René Martínez Pineda

Sociólogo, UES

Publicación de la Sociedad Cooperativa de Empleados de Diario

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Nelson López

Francisco Elías Valencia

Antonio Valencia Fajardo

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128 AÑOS INFORMÁNDOTE CON CREDIBILIDAD

El tiempo es un maquillista que confunde

llamados y escenarios demasiadas

veces, es una asistente tan anárquica

como fascinante. Hace cincuenta y

cinco años (1965), Malcolm X recibió

veintiún impactos de bala, mortales

casi todos, frente a unos cuatrocientos

seguidores, y desde entonces está

más vivo que nunca en el imaginario

de los luchadores sociales... O debería

estar más vivo. Ese día se quiso escribir el

de los más apasionados y valientes insurrectos

urbanos de todos los tiempos, a tal punto que

cuestionó, insultó y convulsionó una época signada

por la discriminación y el temor colectivo

a cambiar las cosas.

Malcolm X fue acribillado a balazos el 21

de febrero de 1965, y aunque él sabía que

como monseñor Romero lo supo- siempre

dijo estar preparado y nunca se dejó amilanar

por las amenazas diarias que recibía: incendiaron

su casa; recibía amenazas de muerte

cotidianamente, de forma verbal y escrita;

era perseguido y acosado en las calles, en

los trenes y en los hoteles. En los momentos

más feroces de la persecución, Malcom

por ella, saca la palabra libertad de tu vocabulario”

y, además, reconoció que su lucha

iba más allá del color de piel. Solo unas semanas

después de romper con el líder de los

Black Muslims (Elijah Muhammad), Malcolm

X moderó un poco su discurso, pero

no el talante de su lucha: radical y expansiva

en función de la Nación del Islam. A partir

de entonces vio la unión entre afroamericanos

y blancos como una oportunidad para

construir un frente amplio de derechos civiles,

abandonando la idea de que esa integración

era una traición moral a su gente,

a quienes trató de convencer de que ha-

parte en torno a los prejuicios existentes,

entrando así en el tortuoso campo

de las alianzas sociales heterogéneas.

El domingo 21 de febrero por

la mañana, Malcolm X le habló por

teléfono a su esposa, Betty Shabazz

(educadora y defensora de los derechos

civiles) y le pidió que lo acompañara,

junto a sus cuatro hijas, al Audubon Ballroom,

de Harlem, donde daría un discurso

sobre la coyuntura. Quienes ingresaron

gro”

no fueron registradas debido a que él

dio indicaciones de no incomodar a la gente

en peligro su vida. Las leyendas urbanas de

-

dirigiéndose, particularmente, al asesino. La

autopsia indica que murió por múltiples heridas

en el corazón provocadas por perdigones

de escopeta, pero todos sabemos que

murió por exceso de dignidad, una digni-

para decirlo en sus propias palabras.

Malcolm Little (apellido absurdo porque

llegó a ser grande) nació en 1925 (año en el

que, el 23 de marzo, el Estado de Tennessee

prohíbe la enseñanza de la Teoría de la Evo-

(19 de mayo) y, como si ese fuera un presagio

pertinaz, tenía las características de todo

sobreprotector) e hizo suyas las características

de Géminis: pensamiento rápido y buen

orador, combinatoria que resulta ser explosiva

cuando anida en el cuerpo de un líder,

si acaso creemos en eso del realismo mágico

que es capaz de alinear a los planetas en el

minuto que se le da la gana. Malcolm tenía la

piel un poco más clara que sus hermanos y

vecinos, condición que le hizo ganar ciertos

favoritismos en la familia, y quizá fue eso el

detonante de su fervor por los derechos civiles

para todos por igual.

res

de la historia- desempeñó muchos trabajos

y cometió muchos más errores, que le

brindaron distintas perspectivas de la vida,

hasta antes de asumir el papel de líder a tiempo

completo. Movido por la existencia de una

discriminación legalizada, su deseo era estudiar

derecho, pero un maestro le pidió que

carpintero.

didacta

y erudito defensor de los derechos civiles;

y hábil carpintero que hizo el orgulloso

armario de la dignidad de su gente. Antes de

todo eso tuvo que vivir en la calle la pesadilla

de la discriminación: fue limpiabotas en los

bares de Harlem y hasta contaba con orgullo

-en los pocos momentos de ocio- que llegó a

lustrar los zapatos del gran Duke Ellington,

el famoso compositor y pianista del Cotton

Club, el que como propina le daba un sonsonete

nuevo ejecutado a la perfección. Como

autocrítica, Malcom X decía que había tocado

fondo en muchas ocasiones; decía que, como

otros miles de negros, había estado en la parte

más honda y más oscura del otro lado (el lado

momento de locura -tan de la anomia y tan

de la juventud- decidió alisarse el pelo usando

un guisado hecho con papas, lejía y huevos

que, como penitencia, quemaba el cuero

cabelludo.

que todos los políticos deberían conocer an-

drogas, fumó marihuana hasta por las orejas,

y cuando fue llamado a enrolarse en el ejército

para combatir en la Segunda Guerra Mundial

Fue parte de una banda que robaba casas a

destajo y ya como líder social, con base en su

experiencia al respecto, les aconsejaba a sus

seguidores que, cuando salieran largo rato de

sus casas, ahuyentaran a los ladrones dejando

encendidas las luces del baño. Como casi todos

los líderes trascendentales fue inquilino

de la cárcel, sitio en el cual tenía el apodo de

sus hermanos, se convirtió al islam, y como

legado le dio a este un puño negro. En la cár-

pe

con rutinas locas o creativas- perfeccionó

su disciplina y la llevó al hermoso confín de

la necedad, y mientras en América Latina sus

primeros subversivos copiaban a mano y en

Malcom X transcribía un diccionario. Como

iracundos debates semanales que un grupo de

raros académicos organizaba, alegando aquello

de la reinserción social, en la colonia penitenciaria

de Norfolk.

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