Edicion 12 de septiembre 2020
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COSTUMBRE IV
1
República de Centro América.
“Pasando pocas noches ha, delante de un café, tentóme á entrar en él la iluminación
no menos que el agradable olor que despedía. Sentéme y mientras que
reclinado sobre una mesa observaba los movimientos de los parroquianos, llamáronme
la atención dos jóvenes, ó más bien niños (pues no tendrían arriba de
par de corsées, de manera que no se veía una arruga, si bien parecían tan apretados,
que no podían circular la sangre y la respiración. Pantalones de casimir,
botas de charol, relojes con cadenas de oro y corbatas tan estrechas que parecían
educación y sentimiento por las ilusiones de sus padres. A poco diéronme nuevos
motivos para lamentar la locura y la disipación del siglo y la imprevisión y
peligroso mimo de sus familias. Sentáronse á una mesa, encendieron el uno un
mesa y cuando llegó á servirlos un criado, pidieron dos botellas de vino. Mientras
bebían y fumaban, su conversación era cual podía ser la de dos hombres
corrompidos, que en ella mezclaban ojos y juramentos.
¿Qué escena para una sociedad moral y qué ejemplo para la nueva jeneración?...
¿Y á quién culpar, á niños que nada saben del mundo, cuyos conocimientos son
debía esperarse prudencia y discreción?.
Ahora treinta años no se creía en libertad un niño, fuese para vestirse, gastar
dinero ó participar de las diversiones, sino hasta que llegaba á cierta edad. En
aquellos tiempos se conocía el valor del dinero, puesto que á los niños no se les
daba sino una friolera. Entónces se les obligaba á seguir sus estudios ó sus ocupaciones
mecánicas, y se creía que debían obediencia á sus padres ó maestros
hasta los veinte y tantos años. El día de hoy, desgraciadamente, apenas pueden
hablar y andar, cuando ya se apoderan de los modales y el traje de los hombres;
hacen todo lo que los grandes; y ántes de adquirir un peso gastan cientos.
Los resultados de esto son que la juventud se inicia así desde temprano en el
despilfarro, las locuras, los peligros y la ruina que trae consigo la disipación
y la independencia; y agotando sus recursos, destruyen su constitución, hacen
ilusorias esperanzas de sus padres y arruinan las de la sociedad y de su patria.
Córrase la vista en las reuniones y las diversiones públicas, y se verá siempre
una multitud de jóvenes, elegantemente vestidos, con dinero en el bolsillo y dispuestos
á gastarlo en cafées, en mujeres ó en el juego… en vez de estar sobre sus
libros á ocupaciones diarias, vijilados con atención y castigados con prontitud
*Nota: se respeta la gramática original
amazon.com/author/csarcaralv
Por: Álvaro Darío Lara
Este es el título de uno de los poemas que más
me impresionó, en mi lejana juventud, del
poema musicalizado, cantado por varios intérpretes,
entre los que se destacan, Soledad Bravo. Escuchemos
al viejo Alberti, vital, marinero eterno
-
Lo que importa al final, es la vida. La vida intensa,
pletórica, llama que arde en la maravillosa
resurrección de cada mañana, cuando por arte de
magia, abandonamos las sombras y volvemos a
contemplar el cielo.
Difícil es obviar lo vivido, eso siempre nos acompaña,
y por más esfuerzos de soledad suprema,
no hay río absoluto del olvido, aunque para los
griegos antiguos, las aguas del Lete, eran un prodigioso
consuelo. Por ello, no es el camino de la
negación de lo vivido lo que nos pueda dar la paz;
al contrario, es asumir que lo que ocurrió, ocurrió,
y nada ni nadie puede evitar lo que el arcón del
pasado encierra.
La soledad es parte de la naturaleza humana, y
A LA SOLEDAD ME VINE
vivida conscientemente, no debe ser causa de infortunio.
La autora metafísica Muñeca Géigel,
mente.
Nace sola, vive sola y termina su vida en
el tiempo, se transforma, sola. Cuando vivimos
momentos intensos, ya sean de alegría o de dolor
profundo; nos damos cuenta que no importa cuántas
personas estén a nuestro alrededor, estamos
siempre solos. Cuando tomamos una decisión, no
importa cuántas opiniones hayamos recibido de
No debemos temer esos espacios de soledad. Habitantes
de sociedades ruidosas que aman el estrépito,
que se refugian en un carnaval de máscaras,
los seres humanos contemporáneos huimos
de la soledad, porque no la conocemos, porque
creemos que es sinónimo de sufrimiento, porque
no deseamos asomarnos a nuestras propias profundidades,
donde mora nuestra íntima verdad.
en el SILENCIO. Mientras más nos conocemos
y reconocemos nuestros valores esenciales, más
espacios de soledad necesitamos; pues es, en soledad,
que descubrimos nuestra ruta y todas las
-
téntico
creador.
riencia
de la soledad me lleva a experimentar la
Edición Especial | 12 de Septiembre de 2020 |
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