Roberto González Echevarría - Maria Rosa Menocal
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uena letra<br />
306<br />
encuentro<br />
El libro cierra agresivamente con el veredicto<br />
político de «Muerte para un tirano»,<br />
postulación construida en un marco natural<br />
de abedules, un ganso que grazna, caracoles<br />
verdes, un jején de sol y con el colofón de<br />
un verso estremecedor, síntesis, ruptura y<br />
tradición de lo cubano: «Un gallo canta». ■<br />
Casandra frente<br />
al horizonte<br />
Vicente Echerri<br />
Isel Rivero<br />
Relato del horizonte<br />
Ediciones Endymion, Madrid, 2003<br />
252 pp. ISBN: 84-7731-409-8<br />
En la habana de mediados de los años<br />
70, a Isel Rivero, desconocida desde<br />
hacía mucho por la cultura oficial, se le<br />
recordaba en ciertos círculos clandestinos<br />
de poetas malditos, excluidos o simplemente<br />
nuevos, como una visionaria, una adelantada<br />
—casi en el sentido con que portaron<br />
ese título algunos de los conquistadores<br />
españoles de América— que había sabido<br />
ver, desde una especie de atalaya, el pavoroso<br />
amanecer del totalitarismo y se había<br />
atrevido a advertirlo en un notable cuaderno<br />
de poemas antes de salir al exilio.<br />
Se contaba, acaso con justificado simbolismo<br />
dramático, que Isel había repartido<br />
personalmente en la Biblioteca Nacional los<br />
ejemplares de La marcha de los hurones,<br />
recién salidos de la imprenta, como si se tratara<br />
de hogazas de pan caliente, e inmediatamente<br />
se había marchado del país. Tal vez<br />
esto sea una hipérbole; pero si media algún<br />
tiempo físico entre el momento de la publicación<br />
del libro y aquel en que su autora<br />
sale definitivamente de Cuba, es insignificante:<br />
la síntesis con que la anécdota ha<br />
propagado el hecho le ha otorgado ya la<br />
autenticidad de mito poético.<br />
buena letra<br />
La marcha de los hurones es el segundo poemario<br />
de Isel, escrito a los diecinueve años,<br />
pero al que ningún crítico podría clasificar<br />
condescendientemente como un «cuaderno<br />
de juventud», por mostrar en él una sorprendente<br />
madurez, tanto psicológica como artística.<br />
Es la obra más importante y representativa<br />
de aquel grupo de poetas jóvenes que se<br />
reunió en torno a José Mario Rodríguez,<br />
poeta y animador de la cultura, y las ya famosas<br />
ediciones «El Puente» que le darían nombre<br />
a una generación. Quince años después,<br />
el libro de Isel, muchas veces en copias mecanográficas,<br />
se leía clandestinamente como un<br />
texto iluminador, mientras ella proseguía su<br />
vida y su carrera en el exilio.<br />
Ese poemario y sus otros tres cuadernos<br />
editados en español, así como un grupo de<br />
poemas sueltos que han aparecido en publicaciones<br />
literarias, acaban de reunirse en un<br />
solo volumen con el título de Relato del horizonte.<br />
Nada más adecuado y consecuente que<br />
este libro en que la visión y las obsesiones de<br />
la autora se reiteran y se aguzan en tanto su<br />
voz madura (¿madura, realmente?). Sí, si por<br />
madurez puede entenderse también la persistencia,<br />
la obstinación, la reiterada depuración<br />
de un tema o, más bien, de un paisaje.<br />
Relato del horizonte no es sólo buen título<br />
para esta compilación de la obra de Isel Rivero,<br />
sino para definir el carácter intrínseco de<br />
esa obra y, desde luego, la posición de quien<br />
la hace. La poesía de Isel consiste —me atrevo<br />
a proponer— en el minucioso recorrido<br />
por una geografía poblada de peligrosos y<br />
pavorosos accidentes en los cuales se produce<br />
la aventura humana, circuida, o tal vez<br />
atrapada, por un amenazante horizonte de<br />
arena que prefigura nuestro destino de criaturas<br />
de polvo y para el polvo. De aquí el por<br />
qué el concepto de horizonte es capital, porque<br />
implica una visión abarcadora que, necesariamente,<br />
exige una eminencia, una alteza<br />
digamos, aunque sin altanería, sin comprometer<br />
la apasionada solidaridad con los<br />
miembros de su especie.<br />
Se trata, para redundar en los símbolos,<br />
de un lienzo apocalíptico que, en el estilo<br />
de Brueghel o del Bosco, se desdoblara ante<br />
los ojos de la poeta que va enumerando y<br />
reflexionando, a veces con el auxilio de una