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Diario Co Latino
Opinión
Martes
27 de julio de 2021 9
Ética y Política
Acción, reacción
José M. Tojeira
Presidente:
Nelson López
Director General:
Francisco Elías Valencia
Jefa de Información:
Gabriela Castellón Fajardo
Coordinadora de Prensa: Patricia Meza
Teléfonos: 2222-1009, 2271-0671, 2271,0971 Fax: 2271-0822
130 AÑOS INFORMÁNDOTE CON CREDIBILIDAD
Todos conocemos la ley de
la acción y la reacción subsiguiente,
formulada por
Newton. Pero por si acaso es bueno
recordarla. Decía el físico
que cuando un objeto aplica
una fuerza sobre otro objeto,
la reacción del segundo
es también una fuerza de
la misma intensidad pero
en sentido contrario a la
fuerza aplicada por el primero.
Desde Max Weber esa
ley se aplica también con frecuencia
a los dinamismos sociológicos.
Y puede servirnos, al menos parcialmente,
para explicar algunas
de las situaciones coyunturales
por las que estamos pasando. Evidentemente
podríamos recorrer
casi toda la historia de El Salvador
haciendo arreglos entre la ley de la
física y nuestra historia nacional.
Pero en este momento nos remitiremos
exclusivamente a los últimos
30 años tras los acuerdos de
paz y la situación actual.
Durante los tres últimos decenios
hubo una fuerte acción por
construir un estado formalmente
democrático pero plagado de corrupción,
de prepotencia por parte
de los económicamente poderosos,
de impunidad ante crímenes
de lesa humanidad. Esa contradicción
permanente entre la formalidad
democrática, en la que hubo
avances, y la permanencia del abuso
del poderoso y de la despreocupación
real por los pobres, fue levantando
una indignación social
y un cansancio ciudadano
que determinó el triunfo
electoral del actual presidente,
que se presentaba como
el único que podía reaccionar
contra la corrupción reinante
y el abuso de los poderosos.
Su partido, apoyado en el nombre
y la figura del presidente, consiguió
también un triunfo electoral espectacular
en las elecciones legislativas.
Aunque hasta aquí todo podría parecer
claro, el problema surge cuando
vemos el tipo de reacción a la
acción de los 30 años de abuso. La
fuerza contraria a la que habían impuesto
los poderes de los 30 años no
se ha dirigido tanto a combatir los
males estructurales con los que se
había oprimido a los más pobres y
vulnerables de la sociedad, sino simplemente
a destruir las fuerzas políticas
que habían servido de instrumento
validador de los mencionados
30 años.
Algunos ejemplos nos ayudan a
entender esto último: La pobreza y
la desigualdad eran parte del abuso
sufrido, pero no se combate con
una buena ley progresiva de impuestos.
Se toca la riqueza adquirida por
los políticos, pero no la de los millonarios
a cuyo servicio estuvieron
los políticos. La corrupción no solamente
fue patrimonio de los políticos
de la hoy llamada oposición,
pero se castiga exclusivamente la corrupción
de quienes permanecen
en los partidos políticos opuestos.
Quienes abandonaron sus partidos
corruptos, aunque hayan participado
en la corrupción, si ahora se encuentran
en el partido en el poder
gozan de amnistía de facto. El poder
económico amigo de los partidos
tradicionales queda ahora impune.
Aunque haya sido parte del abuso,
si pacta amistosamente con el nuevo
poder, puede seguir destruyendo
reservas ecológicas o enriqueciéndose
inmoderadamente en medio de la
pobreza del país.
El sistema judicial y fiscal fue, en
su condición de sistema, no solamente
un gran aliado de la corrupción,
sino parte de la misma. Aun
teniendo personal decente en sus filas,
bastaba controlar, muchas veces
con dinero, las cúpulas del sistema,
para convertir en corrupta la institucionalidad.
Hoy, no se persigue a
quienes dictaron sentencias injustas
o inconstitucionales, a quienes recibían
20.000 o más dólares mensuales
para mantener la fidelidad de la Corte
Suprema. Simplemente se pone al
frente del sistema a personas dóciles
ante el poder ejecutivo y se mantiene
el mismo esquema de control judicial.
Se persigue, y con razón, a quienes
recibieron sobresueldos mientras
mentían descaradamente al pueblo
salvadoreño, pero se deja en la impunidad
a quienes también se lucraron
de la partida secreta si cambiaron el
color de camiseta partidaria por ese
color que hoy llaman “cian”, parecido
al azul turquesa pálido.
La reacción a una acción previa es
normal. Pero en política lo fundamental
e importante es que las reacciones
frenen la violencia de los futuros
movimientos reactivos frente
a las actuales reacciones, convertidas
hoy en acciones. En ese sentido
las reacciones a los abusos del pasado
requieren siempre diálogo con
las víctimas y garantías de no repetición.
Poco de eso se ve en el actual gobierno
reactivo. Y aunque las reacciones
tengan su sentido lógico y natural,
en el desarrollo humano es indispensable
lograr que las reacciones
toquen las causas de los problemas,
corrijan estructuralmente las injusticias
y eviten todo lo que una reacción
pueda tener de arbitraria, violenta,
vengativa o furiosa. Mientras
eso no se consiga, el fenómeno acción-reacción
puede convertirse en
una espiral de subdesarrollo.