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10 Jueves 29 de julio de 2021
Opinión
Diario Co Latino
Cuando gobierna la locura
Iosu Perales
En política nada es fruto
de la casualidad. Hay
gobiernos en el mundo
que, cuando tienen problemas de
credibilidad por sus fracasos, organizan
guerras o graves conflictos
internos que requieren un orden policial.
De este modo apelan al apoyo patriótico,
acrítico e incondicional, de la población.
Otros, como el gobierno de Nayib Bukele,
organizan campañas de represión teniendo
como punto de apoyo la fabricación de pruebas
falsas contra personas significativas de la
oposición. Se trata de desviar la atención de
la ciudadanía de asuntos como la corrupción
propia, el desempleo, la pobreza, la migración
que sigue saliendo de un país sin oportunidades,
y desviar asimismo la atención de
lo que viene siendo un proceso hacia la dictadura.
Bukele busca ocultar sus propios fracasos.
Para ejecutar el despropósito de las detenciones
de ex ministros y ex funcionarios de
los gobiernos del FMLN, con espíritu de venganza,
Bukele cuenta con un Fiscal General a
su servicio. Ahora se entiende mejor el golpe
de mano del presidente al sustituir a los magistrados
del Tribunal Constitucional y a un
Fiscal General por otro, politizando al máximo
la justicia y violentando gravemente la división
de poderes.
Pero las acusaciones de fiscalía son muy
débiles, sostenidas exclusivamente por una
voluntad política instigada por el presidente
Bukele. Como bien dice el Doctor Rubén
Zamora “los sobresueldos” son legales y son
una opción, un instrumento que puede ser
ejecutado por el Gobierno y el ministerio de
Hacienda. Zamora califica de payasada y absurdo
jurídico el movimiento de la fiscalía.
Tiene razón. En realidad son complementos
destinados a compensar gastos extra en el
ejercicio de sus funciones.
Lo que constituye el objetivo principal de
Nayib Bukele es golpear a quienes se oponen
a su autocracia, a su gobierno y a su partido
Nuevas Ideas. Nuevas Ideas que en realidad
son Viejas y nos devuelven a las purgas
del pasado. Esta es la verdad. La suya es
una operación de limpieza que tiene como
telón de fondo lograr el exterminio político
del FMLN, al tiempo que incorpora a las
instituciones a familiares y amigos a fin de
montar una guardia pretoriana dispuesta a
todo. Bukele tiene ya un ejército de funcionarios
serviles que cobran salarios de entre
6.000 a 7.000 dólares mensuales, disfrazando
su mediocridad con el ejercicio
de pequeñas cuotas de poder. Muchos
de ellos se han estrenado en la política
de la mano de Bukele quien no necesitaba
de personas brillantes para gobernar
sino de tontos útiles, sin experiencia
en la vida pública.
El aquelarre dirigido por Bukele trata de solapar
la noticia de que la lista Engel de Estados
Unidos que denuncia por corrupción a funcionarios
centroamericanos, contiene nombres
muy cercanos a Bukele y, de acuerdo con los
principios de la propaganda política, el autócrata
ha ejecutado un rápido movimiento de
acusaciones para colocar en el centro del debate
a sus rivales políticos. Ahora mismo, cualquier
persona que ejerza la libertad de expresión y la
use para criticar a Bukele, puede ser detenida,
sin explicaciones policiales, aislada en dependencia
policiales, sin asistencia letrada, y sin
certeza de cuándo será presentada ante un juez.
¿Por qué lo hace Bukele? Lo hace para contrarrestar
la citada lista Engel; para llevar a cabo
la reforma de la Constitución con la menor
oposición posible; para debilitar el rechazo a la
ley del bitcoin; para hacer olvidar su resistencia
a extraditar a líderes pandilleros. Nayib Bukele
aprovecha la conmoción social para dar otro
paso en la militarización del país. Está poniendo
en peligro lo logrado en los Acuerdos de Paz
de 1992. Un tipo que se ríe de la firma de la paz
y es capaz de invadir la Asamblea Nacional con
militares armados, no tiene límites. Es peligroso.
Deberían darse cuenta los que le votaron
que es el país el que está al borde del precipicio.
Bukele se ríe de la democracia. Tiene un plan.
Su plan es consolidar una sociedad sometida
a una elite política con fuertes ramificaciones
económicas. Una sociedad vertical, jerárquica,
apoyándose en poderes fácticos: Fuerza Armadas,
policía, jueces. Ello pasa por un proceso de
aniquilación de la oposición y la militarización
del país. Para lograrlo utiliza el populismo, despertando
bajas pasiones y el deseo de venganza.
Por eso, denunciar las detenciones que se están
produciendo y las noticias falsas de las que
se vale Bukele, supone luchar por la democracia.
El momento que vivimos es especialmente
grave para la continuidad de la libertad y la
democracia. La pandemia abre nuevas brechas
de desigualdad al amparo de la crisis, y la política
queda asimismo afectada por el anormal
funcionamiento de instituciones y de la división
de poderes y, sobre todo por la cruzada
represiva del gobierno que quiere silenciar a la
oposición, sobre todo a la de izquierda. Las herramientas
democráticas deben preservarse en
todo momento: La libertad de expresión, de crítica,
de reunión y manifestación, deben estar a
salvo de cualquier intención de restringir libertades
y recortar derechos. La Asamblea Nacional
debe funcionar como órgano de control del
Gobierno y la fiscalización de las cuentas públicas.
Todo el engranaje democrático del Estado
debe funcionar adecuadamente.
De hecho, cuando no se habían apagado los
ecos de la afrenta del 9 de febrero, saltó a la opinión
pública las negociaciones secretas del Gobierno
con la mara MS-13 para un intercambio
de favores: mejorar las condiciones carcelarias
por una disminución de crímenes y el apoyo
electoral de los delincuentes. El mundo democrático
está alarmado y perplejo por esta nueva
afrenta al país. Ahora da otro paso represivo
más. La presidencia de Nayib Bukele, lejos de
dar esperanza, multiplica las preocupaciones de
la población, pues su deriva autoritaria, personalista,
amenaza con reducir drásticamente los
espacios independientes de la división de poderes
mediante la concentración total del poder
en sus manos. En sus manos, lo público y
lo privado se mezclan y se confunden. El Estado
es Bukele, el Gobierno es Bukele, la Justicia
es Bukele. Él puede levantar o poner hacia
abajo el dedo pulgar como en el circo romano.
Hay que exigir que se respete la Constitución,
la independencia de tribunales y jueces, la actividad
soberana de la Asamblea Nacional, los
derechos de la ciudadanía y de sus organizaciones
sociales, la independencia de los medios de
comunicación.
El rumbo actual del país beneficia a los poderosos
y perjudica a las mayorías sociales que
ven como las medidas sociales se revierten y algunas
y desaparecen.
Lo cierto es que hasta ahora sólo la propaganda
ha ocultado el verdadero carácter neoliberal
del gobierno Bukele. Permanecer cruzados
de brazos ante una crisis social, política,
pandémica, que pasará a la historia de nuestro
país como un tiempo recio, difícil, de crisis
también de la justicia. pone a prueba la moral
colectiva del país y la determinación de luchar
para sobrevivir con mayor justicia social y mejor
salud pública.
Bukele debe parar su campaña de persecuciones.
El país necesita darse la mano, reconocerse,
aunar esfuerzos para combatir problemas
comunes. La locura como método de gobierno
es muy mala idea. ¡Cese la represión!