Edicion 22 de Septiembre 2021
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Opinión
8 Miércoles 22 de septiembre de 2021 Diario Co Latino
Sociología y otros Demonios (1074)
La sociología del número político (1)
René Martínez Pineda
Sociólogo
Director Presidente:
Francisco Elías Valencia
Vicepresidente:
Nelson López
Jefa de Información:
Gabriela Castellón Fajardo
Coordinadora de Prensa: Patricia Meza
Teléfonos: 2222-1009, 2271-0671, 2271,0971 Fax: 2271-0822
130 AÑOS INFORMÁNDOTE CON CREDIBILIDAD
No siempre el contar, cuenta, todo depende
de la perspectiva crítica y de las
razones perentorias sobre ello. Una
cosa es contar para hacer cálculos electorales
sobre las cosas, y las personas como
cosas, y otra, muy distinta, es contar
conciencias para que las personas cuenten,
tanto en la política como en la economía;
una cosa es convertir la ciudad
en un número, y otra, muy distinta, es
que el número se convierta en persona y en
ciudad. Contar diez personas en una protesta
y luego contar diez mil es relevante en términos
absolutos –aunque no lo sea en términos relativos-
porque permite observar la tasa de crecimiento
cuando todavía se puede incidir en ella. Lo anterior
le da pertinencia a la sociología del número
político –como concepto matemático que expresa
una cantidad política con relación a la unidad
de cómputo, que puede ser el Estado o el gobierno-
que permite la cuantificación del respaldo
popular para impulsar la cualificación gradual
de la realidad.
Contar, para que las personas cuenten, es algo
elemental en todos los procesos de refundación o
transformación relativamente seguros y maduros
para que los resultados sean coherentemente sólidos
y estén asentados en una teoría que debe ser
un constructo emergente. Ahora bien, para esta
nueva vertiente teórica, el número político es una
racionalidad material y sociológica de lo posible
y lo adecuado, en tanto que la cuantificación es
el modo de reflexión práctica sobre la necesidad
y pertinencia histórica de la movilización colectiva
hacia el futuro.
En ese sentido, la sociología del número político
se encarga de observar, medir y luego convertir
en número lo dándose –sin cosificar a las personas
ni convertirlas en un número sin identidad
cultural, aunque suene paradójico-, o sea convertir
en número viviente la realidad social en el contexto
y el texto de la acción política en torno a
las políticas públicas, la refundación de
la identidad cultural, las readecuaciones
jurídicas y la gobernabilidad, todas
éstas cuestiones vistas como actos
necesarios que deben ser comprendidos
y ante todo asumidos como propios
por la mayoría de población para
que la idea de un nuevo orden político
no se pierda en el sinuoso laberinto de la
confusión, la apatía, la soledad colectiva, la desinformación
o la incomprensión. Desde esa perspectiva,
el número político es una táctica y estrategia
para darle relevancia y sentido común a la acción
gubernamental y para decodificar los juegos y procesos
políticos inmersos en la correlación de fuerzas
que producen y reproducen (o des-producen)
la estructura de poder político en cada coyuntura.
La tesis elemental de la sociología del número
político que propongo es que éste es una irrecusable
etnografía auditora de la acción gubernamental
que permite conocer los tiempos de aceleración,
desaceleración y pausas para reacomodar,
pero no para abandonar proyectos sociales necesarios
por un simple asunto de popularidad o porque
los sectores más conservadores y de doble moral
(como la iglesia y los viejos políticos) se oponen
a ciertas cosas y decisiones, en público, aunque
las hagan en privado. Y es que el número político
–cuando no suplanta ni cosifica los cuerpossentimientos-
es la piedra angular de la consolidación
de la capacidad de intervenir en las sociedades
y los mercados para poder gobernarlos desde
los intereses populares y, por eso, es una táctica y
estrategia de todo gobierno que se quiere plantar
como popular, en tanto que dicho número es una
parte intrínseca de los mecanismos de poder para
darle legitimidad –o para reafirmar- a la autoridad
política basada en la ilusión popular que demanda
un cambio sustancial de la forma de vida. Hay que
tener presente que la racionalidad política de todo
gobierno puede ser captada y valorada a partir de
las etnografías políticas usadas, siendo el contar
para que las personas cuenten una de ellas.
Reafirmando su papel como cuna de las nuevas
sociologías, en Francia se están socializando nuevas
posturas jurídicas y políticas (unidas en la llamada
sociología política) que afirman que el número
político está reemplazando a la ley-objeto sin
sujeto (o al menos la está cuestionando), como la
principal estrategia colectiva de gobierno popular.
Analizar las cosas y las personas en número político,
urdir un objetivo cuantitativo de lo cualitativo,
y hacer el ajuste continuo e imperativo de los comportamientos
colectivos como número-conciencia
para lograr dichos objetivos se puede ver como una
forma de gobierno cercano y de legitimidad fundada
en la continuidad negociada y transparente del
estado de derecho que no es letra, sino que es pueblo.
La noción de un gobierno que cuenta, para que
las personas cuenten, tiene una larga tradición en la
reflexión histórica, cultural, política y sociológica
que cree que la reflexión teórica ha ayudado a mostrar
y demostrar, por mencionar un caso, que traducir
a un número político la realidad es una forma
de habilidad política sustentada y, por tanto,
es una forma de poder, es un tipo de conocimiento
que se considera creíble y autorizado siempre y
cuando las personas no sean convertidas en número
por sí mismas. Y es que un gobierno que valora
el número político, un gobierno que cuenta para
que las personas cuenten da poder colectivo a las
acciones gubernamentales debido a que le da legitimidad
comprensiva a los datos que nunca se deben
minimizar. Contar, para que las personas cuenten,
le da poder colectivo al Estado de cara a que deje
de ser una enorme e impersonal burocracia pública
y de cara a que convierta los datos en información
sistemática sobre personas, territorios y vidas.
La sociología del número político, contar para
que las personas cuenten, cuantificar para luego
cualificar como cuerpo-sentimiento colectivo que
demanda un apoyo ayuda a gobernar, ya que limita
las expresiones reaccionarias que deambulan –aunque
estén agonizando- en el imaginario de quienes
no quieren perder ninguno de sus privilegios bicentenarios.
En otras palabras, el número político permite
articular los problemas públicos como soluciones
públicas dentro de la agenda gubernamental,
la cual debe considerar que, en algunas coyunturas,
la impaciencia o el miedo de los otros pueden ser
convertidos en un argumento electoral para volver
al pasado. Y es que la cuantificación de lo cualitativo
es un hecho sociológico traducido a objeto de
gobierno cuando las personas convierten en número
la realidad social sin que ésta se cosifique, pues
eso es sólo un recurso sociológico y político para
ir monitoreando, desde la cotidianidad del pueblo,
todo lo hecho y por hacerse como refundaciones
históricas sistemáticas comprendidas por los beneficiarios.
En ese sentido, contar para que las personas
cuenten lleva a debatir públicamente los temas
más espinosos de las transformaciones sociales
(que por lo general son de carácter cultural), y da
la posibilidad real y oportuna de conocer y reconocer
las situaciones problemáticas hasta que se vuelvan
tangibles y abordables en las tablas e indicadores
estadísticos.