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Edicion 29 de Septiembre 2021

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Opinión

8 Miércoles 29 de septiembre de 2021 Diario Co Latino

Sociología y otros Demonios (1075)

La sociología del número político (2)

René Martínez Pineda

Sociólogo

La sociología del número político es un

recurso –y es el curso- para dirigir grupos

desordenados o contrarios al medir

su impacto y las necesarias readecuaciones

a impulsar y, en ese sentido, mejora

la gobernabilidad si no cosifica los

grupos ni convierte en número simple

a las personas de carne y hueso ignorando

su probable importancia futura

más allá de las conjeturas y la confusión

entre datos duros y hechos aún más duros,

es decir, si no hace del número político una

propiedad exclusiva de los especialistas que, por

estar fuera del tiempo-espacio de la democracia,

eliminan el perfil moral e ideológico de las banderas

opositoras que siempre tienen una agenda

política, propia o ajena, perversa o sublime y,

por ello, tienen una relación tangible e indiscutible

con el gobierno.

Así, el número político es un mecanismo clave

para la clasificación, evaluación y medición

de la tasa de crecimiento del descontento o la

aceptación y, por otro lado, es una forma estratégica

de organizar la fuerza disciplinaria de los

grupos de apoyo popular y de los aliados, efímeros

o permanentes. Y es que lo disciplinario está

unido a la autoridad natural del gobierno, así

como, mal usado, está atado al mercado o es usado

por él en busca de la eficiencia y el consumismo.

El número político, además, le da coherencia

a la gestión financiera de las acciones del gobierno,

siempre y cuando no implique una métrica

colonizadora. Desde esa perspectiva sociológica,

la disciplina de apoyo popular se gana

con buenas prácticas gubernamentales mostradas

y demostradas en un número político, en

tanto comportamiento de retaguardia al que las

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cifras le dan autoridad pedestre por ser muy superior

al número de voces de protesta. Las personas deben

ser parte de esa disciplina auto-numerando sus acciones

para “desnumerar” la de quienes quieren volver a

la ignominia del pasado más cercano.

Una de la tesis de la sociología del número

político como persona –y como orden político-

es que su lógica no debe sucumbir

a la neo-liberalización que sigue con

sed de bienes públicos. Para concretar el

orden político ideado por un gobierno

que respeta al número político (gobernabilidad

que cuenta a las personas para

que las personas cuenten) hay que verlo

como una matemática de la movilización colectiva,

o sea como un mecanismo democrático que

hace las cuentas cabales. No está en discusión el hecho

sociológico de que los números pueden movilizar

–o ayudar a movilizar- con el algoritmo de la motivación

popular o la manipulación del imaginario

desde la ideología de la derecha y, cuando se llevan

al territorio de la crítica al servicio de la democracia,

permiten re-politizar rubros en la agenda gubernamental.

En otras palabras, la sociología del número

político puede hacer visibles a las minorías y darle

un cuerpo-sentimientos a la identidad sociocultural

y política de las mayorías que buscan refundar el

debate masivo y directo sobre los bienes públicos, tales

como la educación superior, la pobreza, la salud

pública, las pensiones, la migración y una gama amplia

de otros bienes y problemas públicos.

La meta es construir gobernabilidad y democracia

real humanizando el número. Pero ¿Cuál es la relación

entre número, gobierno, democracia y participación

si el número político es una táctica-estrategia

de gobierno que le permite redactar su agenda e

incidir en el comportamiento de los que apoyan y

los que atacan? Así, la gobernabilidad es una dialéctica

de aperturas-cierres, capacidad-limitaciones, luzoscuridad

y certezas-paradojas. Entonces ¿En qué medida

el número ayuda a formular, negociar y readecuar

las políticas? ¿Hasta qué punto es necesario incluir

–como número político- a las minorías expresadas

en grupos de interés, grupos de presión, sindicatos,

gremiales empresariales, asociaciones religiosas

y tanques de pensamiento o de coartada de la derecha

para producir e impulsar políticas públicas? ¿qué

cambia o cuánto importa el número político para generar

gobernabilidad y con ella espacios de sosiego

para realizar los cambios? ¿siempre importa tener a

la mano el número político como operación social,

cognitiva y simbólica?

En el manejo del número político como estrategia

de gobierno hay que tener en consideración tres acciones

elementales (sistematizar, controlar e incluir)

de las cuales incluir es la más importante para que

la suma algebraica y sociológica sea positiva, en tanto

producirá nuevas cantidades materiales de apoyo

popular como resultado natural. Hacer hincapié

en esas tres acciones elementales implica comprender

cómo se diseña y cómo opera cotidianamente la

acción política de la correlación de fuerzas considerando

a las personas como algoritmos y a los algoritmos

como personas; cómo se aborda la tasa de crecimiento

del apoyo popular o de la protesta antagónica

y, por tanto, cómo se comprende y potencia el

número político en cuanto práctica colectiva-gubernamental

y gerencia social de la movilización que se

sobrepasa a sí misma.

En todo ello es fundamental y fundacional la dimensión

de la realidad como dimensión controlada

de la política de transformación significativa. Al respecto,

el análisis y sondeo de las políticas públicas y

la consolidación de la gobernabilidad fuera de la corrupción

e impunidad –que siguen estando vigentes

por ser el problema estructural de la estructura- proveen

la táctica-estrategia gubernamental necesaria

para analizar cómo se gobiernan y administran los

problemas concretos y la reacción respectiva –para

pasar de la reacción a la proposición y liderazgo- y

evaluar, en su justa dimensión, a los actores que tienen

diferenciadas cuotas de poder sobre los procesos

políticos y sociales que hacen de las políticas públicas

y la gobernabilidad el terreno ideal para construir

hegemonía o para depredarla, partiendo del supuesto

político de que existe una relación multidireccional

entre actuar sobre, a través de, o en contra

de los cálculos positivos o negativos.

Lo que propone la sociología del número político

es retomar el cálculo sereno para saber en qué

momento y con quiénes impulsar las diferentes políticas

de gobierno en el marco de las alianzas como

números colectivos que pueden ayudar a formar

conciencia social, imaginarios de la transformación

y, por ende, dirigir colectivos significativos en esa

vía, porque se numera a las personas y se humaniza

a los números, es decir se les confiere un rostro humano

que tiene, de hecho, rasgos muy heterogéneos

que pueden juntarse en un solo cuerpo-sentimientos

que comparte creencias e ilusiones en una coyuntura

signada por un pueblo que viene saliendo, lentamente,

de la desilusión social que provocó la antigua

forma de hacer política, y que quiere deshacer

el falso dilema entre construir calles o generar empleo,

pues lo primero lleva a lo segundo de la forma

correcta

La profunda reforma política y constitucional,

en este sentido, es inseparable de la legitimidad y la

eficacia de la táctica-estrategia del número político

visto como soporte de una gobernabilidad de nuevo

tipo, sobre todo en estos años en que hay que salirse

de los tipos o paradigmas tradicionales de hacer

política.

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