Edicion 29 de Septiembre 2021
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Diario Co Latino
Opinión
Miércoles
29 de septiembre de 2021 9
Protesta global
Josep Maria Terricabras/ Cataluña, España
Tomado de Agenda Latinoamericana
El mundo entero se ha convertido
en un lugar difícil
para vivir. El capitalismo
depredador no tiene nunca
bastante y, a través de la globalización,
ha estado haciéndose suyos
todos los recursos y resortes más
allá de sus espacios tradicionales
de Europa y América del Norte,
con la ayuda inestimable -pero
también la competencia desenfrenada-
de antiguos países comunistas,
como Rusia o China, y de países
con vieja ambición y disciplina
como Japón y Corea del Sur.
La carrera hacia la dominación y
el poder económico se ha unido
a la violencia ideológica y sectaria
-con excusa religiosa- y llevó,
hace veinte años, a la terrible invasión
de Irak y después a alzamientos
y a las llamadas “primaveras”
en todo el norte de África y
en Siria. Israel y Palestina son un
enfrentamiento que parece conveniente
alargar pero no arreglar.
El panorama socio-político mundial
es, pues, catastrófico y favorece
no sólo las legítimas revueltas
sociales sino también las reacciones
más autoritarias de esos poderes
que no quieren perder con
los cambios sino que quieren ganar.
Eso explica que, en América
Latina, se estén produciendo
golpes de Estado continuados
para imponer dictaduras que llaman
“constitucionales”. En Europa
y EE.UU. también se vira hacia
el derechismo más corrosivo.
La misma Unión Europea está en
una triste fase de estancamiento
o, incluso, de empeoramiento. El
ejemplo más cruel de esto es que,
frente a los centenares de miles de
personas que, desde el este y desde
el sur, huían y todavía huyen de
la persecución y la miseria en sus
países, la Unión Europea, no tan
solo ha reaccionado con indiferencia
sino con rechazo y persecución.
La Unión no es, desafortunadamente,
la Unión de los grandes
valores que defiende teóricamente,
sino que es un Club de Estados
mayoritariamente egoístas y
nacionalistas, capaces de conculcar
el derecho de protección a los
perseguidos y débiles, así como
el obligado derecho de asilo. Algunos
piensan que esto se puede
arreglar poniendo más fronteras
y más vallas, o proveyendo con
armas a otros Estados. No parece
que nadie plantee que lo que
se debe hacer son planes masivos
de combate contra la pobreza y de
ayuda al desarrollo. Pero, ¿quién
se pondrá de acuerdo en esto?
¿Cómo lo apoyarán esos que lo
que buscan es sacar provecho de
los recursos de los países pobres
y fomentar dictaduras sumisas y
agradecidas?. En verdad, el mal
más grande de la humanidad no
son ni las pandemias ni los desastres
naturales -a pesar de ser males
gravísimos-, sino la pobreza,
sobre todo la pobreza impuesta y
mantenida. Es la pobreza la que
lleva a la desigualdad escandalosa
entre países relativamente acomodados
y países necesitados o miserablemente
pobres, y eso significa
que la pobreza siempre afecta
y ataca a los más débiles, a los
que ahora se llama “vulnerables”
y que son vulnerados constantemente.
Que ante la miseria global
haya una protesta global no sólo
es justo, sino necesario. Porque el
camino de ahora lleva, ciertamente,
a la injusticia, la destrucción y
el odio como forma de relación
entre las naciones y como forma
de vida entre los humanos. Sólo
la protesta y la revuelta, a todos
los niveles, a diferentes escalas,
nos pueden devolver la vida, porque
harán que nos demos cuenta
que estamos vivos y podemos
ser mejores. Cuando los ciudadanos
no se pueden ni quejar, están
perdidos del todo. En la vida social
pasa como en la salud: si no
sientes una enfermedad que tienes,
entonces la enfermedad queda
ignorada y te va matando poco
a poco. El dolor es señal de enfermedad,
de algún tipo de dificultad
orgánica o psíquica, porque el
dolor alerta de lo que te pasa, de
lo que se tiene que curar. Así mismo,
la queja, la protesta, la revuelta
son señales críticas de primera
magnitud. Si no tenemos capacidad
de protesta es que ya estamos
vencidos. Pero, si tenemos y no lo
ejercemos, es que aceptamos nuestra
condición sumisa. Y eso vale
para las mujeres, para los niños,
para los ancianos, para los que sufren
discapacidades, para los desocupados,
para los vejados, para
los mantenidos en la ignorancia,
para los explotados, para aquellos
a quienes se les niegan las libertades
o la vida misma.
Hoy, como nunca, debemos
quejarnos del capitalismo destructivo,
de la falta de solidaridad, del
tsunami de inhumanidad que nos
está hundiendo. Los maltratados
somos la mayoría, y la mayoría
siempre puede revertir la situación.
Pero no solamente debemos
quererlo. Tenemos que hacerlo.