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Edicion 10 de noviembre 2021

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Diario Co Latino

Opinión Miércoles

10 de noviembre de 2021 9

El extractivismo y la minería antes del colapso

Sergi Cot Cantalosella Fornells de la Selva

Cataluña, España

Tomado de la Agenda Latinamericana

Cómo dice Pere Casaldàliga, “si se repasa

la historia de América Latina se encuentra

que casi en todos los países las

grandes convulsiones y revueltas sociales han estado

motivadas por conflictos sobre el uso del territorio”.

Mientras escribo este artículo estamos a mediados

de marzo de 2020 y el mundo está entrando

en una situación de estrés histórico provocado por

la pandemia global del nuevo coronavirus. Ahora

mismo, la enfermedad del COVID-19 se extiende

por todo el mundo a unas velocidades considerables

provocando confinamientos de regiones

o países enteros, paradas en seco de la industria

y una sacudida al mercado financiero global sin

precedentes y que aún no sabemos ni cuándo ni

cómo acabará. En esta era de la globalización, donde

los datos relacionados con la emergencia climática

solo empeoran a pesar de las inoperantes cumbres

climáticas y sus acuerdos estériles, el impacto

de esta pandemia histórica dibuja distintos escenarios.

También es evidente la relación entre las dos

emergencias: entre la sanitaria actual que ha estallado

como un golpe seco y la emergencia climática,

que avanza más lentamente pero sin descanso.

Hay que tener en cuenta que incluso cumpliendo

los compromisos globales declarados en Cumbre

de París (2015), el calentamiento global para finales

de siglo se situaría sobre los 3ºC, mucho por

encima del 1,5ºC acordado. Sobrepasando así el

propio punto de no retorno, estimado alrededor

de los 2ºC. Ya no queda ni tiempo para el optimismo,

solo para la acción; pues esta situación avanza

por la conexión entre las distintas afectaciones

y alteraciones que, encadenadas entre ellas a escala

planetaria, nos plantean unas previsiones críticas.

Uno de los motivos por los que se ha acelerado

la emergencia climática las últimas décadas es debido

al modelo actual inherentemente extractivista,

entendido como una serie de procesos e industrias

que extraen los –mal nombrados- recursos naturales.

Este modelo sobrepone los intereses de muchas

multinacionales, principalmente del Norte Global,

a la vida de los ecosistemas y de nuestra supervivencia

en el mismo planeta. Además, el extractivismo

tiene muchas caras: industria minera, deforestación

masiva, explotaciones petroquímicas y cualquier

otro proceso que extraiga (o saquee) materias

naturales para transformarlas e introducirlas en las

dinámicas de la economía crecentista y de los mercados.

Es así como el extractivismo se convierte en

una pata fundamental del sistema capitalista global,

esencialmente productivista, consumista y cortoplacista.

Dice D. Danilo Bartelt que “el capitalismo

extractivista es mucho más que un modelo

económico, es una doctrina de saqueo”. Y todo esto

sumado a que las evaluaciones de impacto ambiental

son todavía muy laxas y las agresiones al territorio aún

se contemplan como externalidades.

La irrupción vertiginosa de la era de las telecomunicaciones

y la tecnología desde principios de siglo le

ha dado un nuevo impulso al sector de la minería. El

modelo de vida moderno (esencialmente el de los países

del Norte Global) no podría existir sin la minería,

ya que para desarrollarnos industrialmente necesitamos

utilizar metales y compuestos semiconductores,

extraídos de la corteza terrestre. Muchos de ellos

se llaman materias primas críticas (CRM, por sus siglas

en inglés) y son fundamentales para el desarrollo

de unas economías actuales totalmente dependientes

del progreso tecnológico, los combustibles fósiles y la

manufactura. Estos CRM se listan y actualizan cada

tres años y actualmente su recirculación en el mercado

al final de su vida útil aún es demasiado baja, además

de presentar a menudo bajos potenciales de recuperación.

Por lo tanto, extraemos mucho más de lo

que recuperamos y recirculamos. De este modo, es importante

tener en cuenta el impacto que esto supone

ya que, por ejemplo, un smartphone cualquiera y actual

puede contener más de 50 metales distintos (Critical

Raw Materials Sergi Cot Cantalosella Fornells de

la Selva, Cataluña, España 155 q and the Circular Economy

2018). Es así que el progreso y el crecimiento de

la economía –erróneamente entendido como infinito

para algunos- está sujeto al uso extensivo de todas estas

materias primas.

Para determinar su grado de importancia, la UE

analiza trienalmente desde 2011 las materias primas

fundamentales para el desarrollo y sus previsiones. En

el último informe publicado (2017) se analizaron 78

minerales. Entre todos, se determinaron 27 de fundamentales

porque los riesgos de escasez de sus suministros

y los efectos que ejercen sobre la economía son

más importantes que las demás materias primas. Estos

metales y minerales que aparecen en la lista son: antimonio,

barita, berilio, bismuto, borato, cobalto, carbón

de coque, fluorita, galio, germanio, hafnio, helio,

indio, magnesio, grafito natural, caucho natural, niobio,

fosforita, fósforo, escandio, silicio metálico, tantalio,

wolframio, vanadio, los metales del grupo del

platino y las tierras raras pesadas y ligeras .

En términos geopolíticos, China es actualmente el

país más influyente en el control y suministro mundial

de la mayoría de las materias primas fundamentales,

llegando a ser el principal productor mundial de

16 de los minerales citados como, por ejemplo las tierras

raras (pesadas y ligeras), el magnesio, el wolframio

o el antimonio. Otros países dominan el suministro

de materias primas de forma más específica y focalizada.

Para citar algunos ejemplos, EEUU resalta en la extracción

de berilio y helio; la R. D. del Congo con el

cobalto y las reservas de coltán; Brasil domina el mercado

de niobio y Sudáfrica el de los metales del grupo

del platino. A todo esto, hay que sumarle el impacto

abismal de la globalización en este mercado ya

que, por ejemplo, China compra todo lo que puede

hasta agotar las existencias de minerales e invirtiendo

masivamente en América Latina, como forma

de neocolonialismo. En este sentido, los riesgos que

pueden surgir debido a la concentración de la producción

se ven a menudo agravados por los bajos

índices de sustitución y reciclado, es decir, esos minerales

son difícilmente intercambiables por otros

o no forman parte de una economía más circular.

América Latina es la región del mundo con más

revueltas y conflictos sociales relacionados con la

minería. Estos vienen motivados por la cesión del

uso a empresas extranjeras y transnacionales por

parte de algunos gobiernos de la región, que actúan

sin ningún compromiso con el territorio y las poblaciones

afectadas directamente y solo por interés

económico. Otro claro ejemplo sería Indonesia,

donde el pico de extracción y la protección legislativa

a la industria minera no han parado de crecer

desde los años 90. En la India, la masiva extracción

de hierro hace de la industria siderúrgica un sector

creciente y vital en el país. Recientemente se estimó

que las emisiones de este sector en la India se triplicarían

para el 2050, en el que es el segundo productor

mundial de acero.

Estos procesos del sistema extractivista global

conllevan infinitos conflictos sociales en su relación

con los ecosistemas y los territorios. Muchos

de ellos se listan en el interesante proyecto del Environmental

Justice Atlas (ejatlas.org) que, hasta el

momento, reporta y describe más de 3100 casos de

distinta índole, siendo una herramienta muy útil

para entender el alcance y la gravedad de la situación

a nivel mundial.

En definitiva, se prevé un aumento significativo

de la industria minera y metalúrgica, así como

su impacto ambiental y sus huellas de carbono e hídricas

asociadas. Todo esto a la vez que se acerca el

punto de no retorno de la emergencia climática y,

en consecuencia, surge una reflexión: ¿es una paradoja

de este sistema malinterpretado como infinito

o bien es una estrategia diabólica del mercado cuando

ya lo ve todo perdido?

Sea como sea, se debe reducir drásticamente el

modelo capitalista de producción y consumo y la

fantasía neoliberal del crecimiento ilimitado y basar

nuestro modelo de vida en un marco más decrecentista.

Ojalá estos momentos de crisis sanitaria

global nos empujen a la transición mental necesaria

porque todo apunta a que no habrá más “oportunidades”

así antes del colapso climático definitivo.

Si consumimos menos y reutilizamos mejor, el

modelo extractivista y saqueador se reducirá directamente.

Porque algo de “positivo” en este sistema

capitalista globalizado son las interrelaciones directas

con el consumo. Está en nuestras manos priorizar

el futuro de la vida en el planeta al del interés

económico y el consumo desenfrenado.

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