22.02.2022 Views

Mapas de sentidos jordan peterson

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

espantoso de aquella atrocidad no radicaba en su imposibilidad ni en que fuera algo remoto,

tal como yo había dado por sentado, sino precisamente en su facilidad. Yo no era muy

diferente de los presos violentos, no era cualitativamente diferente. Yo podía hacer lo mismo

que ellos podían hacer (aunque no lo había hecho).

Ese descubrimiento me disgustó mucho. Yo no era quien creía que era. Sin embargo,

sorprendentemente, el deseo de apuñalar a alguien con mi pluma desapareció. Visto en

perspectiva, diría que el impulso conductual se había manifestado en conocimiento explícito

(de emoción e imagen se había traducido a conciencia concreta), y ya no tenía «razón»

ulterior para existir. El «impulso» solo se había dado a causa de la pregunta que yo estaba

intentando responder: «¿Cómo pueden los hombres hacerse cosas espantosas los unos a los

otros?». Me refería a otros hombres, por supuesto, a hombres malos, pero aun así me había

formulado la pregunta. No tenía ningún motivo para dar por sentado que recibiría una

respuesta predecible o desprovista de un sentido personal.

Simultáneamente, algo raro le estaba ocurriendo a mi capacidad para conversar. A mí

siempre me había gustado enzarzarme en discusiones, independientemente del tema. Para

mí eran una especie de juego (se trata de algo que no es para nada único). Pero de pronto no

podía hablar o, para ser más exacto, no soportaba escucharme a mí mismo hablando. Empecé

a oír una voz en mi cabeza que comentaba mis opiniones. Cada vez que decía algo, la voz

decía algo, algo crítico. Y recurría a frases hechas que me dedicaba en un tono algo aburrido,

concluyente:

Tú eso no te lo crees.

Eso no es cierto.

Tú eso no te lo crees.

Eso no es cierto.

La «voz» aplicaba aquellos comentarios a prácticamente cada frase que yo pronunciaba.

Yo no sabía bien qué interpretar de todo aquello. Sabía que la fuente de aquellos comentarios

era una parte de mí mismo, pero ese conocimiento no hacía sino aumentar mi confusión.

¿Qué parte exactamente era yo: la parte que hablaba o la parte que criticaba? Si yo era la

parte que hablaba, entonces, ¿qué era la parte que criticaba? Y si yo era la parte que criticaba,

entonces, ¿cómo podía ser que prácticamente todo lo que dijera fuera falso? En mi ignorancia

y mi confusión, decidí experimentar. Intentaba decir solo cosas que mi revisor interno

aprobara sin desafiarlas. Ello implicaba que debía prestar mucha atención a lo que decía, que

hablaba mucho menos a menudo y que con frecuencia me detenía en plena frase, sentía

sonrojo y reformulaba mis ideas. No tardé en darme cuenta de que me sentía mucho menos

agitado y notaba una mayor confianza en mí mismo cuando solo decía las cosas a las que la

«voz» no se oponía. Y aquello suponía para mí un alivio claro. Mi experimento había sido

todo un éxito. Yo era la parte que criticaba. A pesar de ello, me llevó mucho tiempo

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!