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Mapas de sentidos jordan peterson

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esas experiencias que se dan regularmente mientras estás desempeñando tu trabajo: sabes

a quién puedes dar órdenes, a quién debes hacer caso, quién está haciendo un buen trabajo,

a quién no importa que ignores, etcétera. Siempre estás comparando esta condición presente

(insatisfactoria) con la de tu ideal, en la que tú eres cada vez más respetado, poderoso, rico

y feliz, libre de ansiedad y de sufrimiento, escalando hasta el éxito final. Cada vez te implicas

más en unos intentos de transformar el presente, tal como lo entiendes en la actualidad, en

el futuro tal como esperas que sea. Tus acciones están pensadas para producir tu ideal —

pensadas para transformar el presente en algo que cada vez se parezca más a lo que quieres.

Confías en tu modelo de realidad, en tu historia; cuando lo llevas a la práctica, obtienes

resultados.

Te preparas mentalmente para la reunión. Te visualizas jugando un papel central e

importante, determinando absolutamente el rumbo que va a tomar la reunión, causando un

poderoso impacto en tus colegas. Estás en tu despacho, preparándote para salir. La reunión

tiene lugar en otro edificio, a varias calles de distancia. Formulas planes provisionales de

comportamiento pensados para llegar allí a tiempo. Calculas que el tiempo de

desplazamiento será de quince minutos.

Sales de tu despacho, situado en la planta 27, y esperas el ascensor. Pasan los segundos, cada

vez más tiempo, y el ascensor no aparece. No te habías planteado esa posibilidad. Cuanto más

esperas, más nervioso te pones. Se te acelera el ritmo cardíaco y te preparas para la acción

(una acción aún no especificada). Te sudan las palmas de las manos. Te ruborizas. Te insultas

por no haber tenido en cuenta el impacto potencial de ese retraso. Tal vez no seas tan listo

como crees. Empiezas a revisar tu modelo de ti mismo. Pero ahora no hay tiempo para eso.

Te quitas esas ideas de la cabeza y te concentras en la tarea a la que te enfrentas.

Lo inesperado acaba de manifestarse... en forma de ascensor que no aparece. Habías

planeado tomarlo para llegar adonde ibas. No ha aparecido. Tu plan original de acción no

está produciendo los efectos deseados. Según tu propia definición, ha sido un mal plan.

Necesitas otro, y deprisa. Por suerte tienes una estrategia alternativa a tu disposición. ¡La

escalera! Sales a toda prisa hacia la parte trasera del edificio. Intentas abrir la puerta. Está

cerrada con llave. Maldices al personal de mantenimiento. Te sientes frustrado y ansioso. Lo

desconocido ha vuelto a aparecer. Lo intentas por otra salida. ¡Éxito! La puerta se abre. La

esperanza te inunda el pecho. Todavía podrías llegar a tiempo. Bajas corriendo las escaleras

—de las veintisiete plantas— y sales a la calle.

Ya es muy tarde. Mientras te apresuras, estudias el entorno: ¿se mantiene el avance hacia tu

meta? Cualquiera que se interponga en tu camino te incomoda (mujeres mayores, niños

juguetones y felices, parejas que han salido a pasear). En condiciones normales, eres una

buena persona, al menos según tu propia estimación. ¿Por qué entonces esas personas

inocentes te molestan tanto? Te acercas a un cruce muy concurrido. El semáforo está rojo.

Te indignas y murmuras cosas absurdas en la acera. Te sube la tensión. Finalmente se pone

verde. Sonríes y caminas a toda prisa. Al llegar a una pendiente suave, echas a correr. No

estás en muy buena forma física. ¿De dónde has sacado tanta energía? Te estás acercando al

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