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Lecturas de domingo<br />
SANTO DOMINGO, RD. DOMINGO <strong>14</strong> DE AGOSTO DE <strong>2022</strong><br />
La República<br />
7<br />
Crónica: Patente de corso<br />
ARTURO PÉREZ<br />
REVERTE<br />
TOMADO DE ZENDA<br />
LIBROS<br />
1) “Fue a comprar un un arma y municiones a la armería”.<br />
La noche en<br />
que volvió<br />
a fumar<br />
Hechos: Disparó primero a los que estaban de guardia en<br />
la puerta. Un soilo taponazo de postas a bocajarro los reventó<br />
a los dos.<br />
EL DÍA<br />
SEÑALADO,<br />
TEMPRANO, FUE<br />
A LA ARMERÍA<br />
Y COMPRÓ<br />
CUATRO CAJAS<br />
DE CARTUCHOS<br />
DE POSTAS DEL<br />
CALIBRE 12.<br />
chos en cada cargador y uno<br />
en las recámaras. Después<br />
sacó del armario, envuelta<br />
en trapos aceitados, la pistola<br />
Astra del 9 largo que su padre<br />
había usado en la Guerra<br />
Civil, con el cargador largo de<br />
16 balas, a las que añadió una<br />
en la recámara. Lo metió todo<br />
en una bolsa, hizo una comida<br />
ligera y durmió dos horas<br />
y media de siesta.<br />
Condujo al anochecer hasta<br />
el lugar señalado, que era<br />
un almacén casi en ruinas en<br />
una barriada marginal. Detu-<br />
El médico era un<br />
viejo amigo y no<br />
le anduvo con paños<br />
calientes. Te<br />
quedan seis meses,<br />
dijo. Sé que no enciendes<br />
un cigarrillo desde hace<br />
veinticinco años y que has<br />
procurado llevar una existencia<br />
sana, pero te ha tocado.<br />
De todas formas, quien no se<br />
consuela es porque no quiere:<br />
la tuya no ha sido una<br />
mala vida, cumpliste los setenta,<br />
tus hijos se ganan la<br />
vida y a tu perrita Penélope<br />
tuviste que sacrificarla por<br />
vieja hace diez meses. No<br />
dejas nada detrás, así que<br />
puedes liar el petate sin dramatismos.<br />
Ordena tus asuntos<br />
y tómalo con calma. Los<br />
cuidados paliativos ayudan<br />
mucho.<br />
Decidió, en efecto, tomárselo<br />
con calma. Regaló libros<br />
a los amigos más queridos,<br />
llevó flores a la tumba<br />
de su mujer, pasó un fin de<br />
semana con sus hijos, nueras<br />
y nietos. De lo otro no<br />
dijo nada a nadie. En cuanto<br />
al futuro inmediato, hizo<br />
averiguaciones. Conservaba<br />
contactos de su antiguo trabajo,<br />
así que fue fácil reunir<br />
información: lugar, día, hora<br />
y circunstancias. En determinados<br />
ambientes, ciertas<br />
cosas eran secretos a<br />
voces. Por fin obtuvo los detalles<br />
necesarios. Sonreía al<br />
anotarlo y planearlo todo:<br />
una sonrisa de lobo cansado,<br />
dispuesto a morder no<br />
por hambre, sino por placer.<br />
Por darse el gusto. Durante<br />
esos días comprendió<br />
muchas cosas, incluida<br />
la verdadera libertad, que<br />
es la de quien nada espera.<br />
Un recuerdo escolar acabó<br />
por llevarlo a la vieja Eneida<br />
que conservaba desde<br />
que la tradujo de jovencito.<br />
Abrió el libro y allí estaba el<br />
párrafo subrayado cincuenta<br />
y cinco años atrás: Una<br />
salus victis nullam sperare<br />
salutem. La única salvación<br />
de los vencidos es no esperar<br />
salvación alguna. Arrancó<br />
la página y se la metió en<br />
un bolsillo.<br />
El día señalado, temprano,<br />
fue a la armería y compró<br />
cuatro cajas de cartuchos<br />
de postas del calibre 12. De<br />
vuelta a casa estuvo aceitando<br />
las dos escopetas y cambiándoles<br />
el cargador convencional<br />
por otro más largo –no era cazador<br />
y odiaba matar animales,<br />
pero vivía en un chalet de<br />
las afueras y siempre le pareció<br />
oportuno tomar precauciones–.<br />
Cuando estuvieron listas, cargó<br />
las escopetas, que eran una Remington<br />
y una Mossberg, ambas<br />
de corredera: seis cartuvo<br />
el coche, apagó las luces y<br />
aguardó con un termo de café.<br />
La información era exacta<br />
y los vio llegar poco a poco.<br />
Casi todos eran hombres,<br />
y sólo dos o tres mujeres. Varios<br />
tenían aspecto peligroso<br />
y se había informado bien sobre<br />
ellos: posiblemente alguno<br />
fuera armado. Aguardó en<br />
la oscuridad hasta que consideró<br />
llegado el momento, y<br />
entonces se metió la pistola<br />
en el cinturón, se colgó una<br />
escopeta al hombro, empuñó<br />
la otra después de quitarle el<br />
seguro a las tres armas y con<br />
paso tranquilo se dirigió al almacén.<br />
Disparó primero a los que<br />
estaban de guardia en la puerta.<br />
Un sólo taponazo de postas<br />
a bocajarro los reventó a<br />
los dos. Cruzó el umbral y vio,<br />
en el interior, a una treintena<br />
de personas en torno al círculo<br />
de arena donde dos perros<br />
se mataban a dentelladas entre<br />
gritos de entusiasmo e intercambio<br />
de apuestas por<br />
parte de los espectadores. Había<br />
una mujer con un manojo<br />
de billetes arrugados en alto,<br />
animando el espectáculo. Le<br />
disparó primero a ella y a los<br />
que estaban cerca –el desparrame<br />
de la andanada de postas<br />
resultó devastador–, y luego,<br />
accionando la corredera,<br />
disparó los otros cuatro cartuchos<br />
a mansalva, moviendo el<br />
arma en semicírculo. Tiró la<br />
escopeta vacía, se descolgó la<br />
otra y repitió la operación sobre<br />
los que huían despavoridos:<br />
con seis disparos alcanzó<br />
a muchos por la espalda,<br />
y el último cartucho lo empleó<br />
en arrancarle media cabeza<br />
a un fulano que había<br />
sacado una pistola. Luego<br />
dejó caer la segunda y ya<br />
inútil escopeta, empuñó la<br />
Astra y se paseó por la escabechina<br />
rematando a los<br />
h e r i d o s q u e g e m í a n y s e<br />
arrastraban en charcos de<br />
sangre. También, entristecido,<br />
tuvo que sacrificar a<br />
los dos perros, que habían<br />
sido alcanzados en el tiroteo.<br />
Con una última mirada<br />
hizo balance: dieciséis<br />
muertos no era una mala cifra.<br />
Se habría dado por satisfecho<br />
con menos.<br />
Salió a respirar el aire de<br />
la noche. Nunca en su vida<br />
se había sentido tan aliviado,<br />
tan bien. Tan en orden<br />
con la vida y la muerte. Estuvo<br />
un momento inmóvil ante<br />
la puerta del almacén, disfrutando<br />
de la sensación. Al cabo<br />
sacó un paquete de tabaco,<br />
encendió un cigarrillo, el<br />
primero en veinticinco años,<br />
y aspiró el humo con deleite<br />
mientras escuchaba acercarse<br />
las sirenas de la policía.