Edicion 29 de septiembre de 2022
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Diario Co Latino
Opinión
Jueves
29 de septiembre de 2022 9
El hambre y la guerra
Iosu Perales Arretxe
Publicación de la Sociedad Cooperativa de Empleados de Diario
Co Latino de R. L.
Condominios Cuscatlán, sobre 23 Avenida Sur y 4a. Calle
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131 AÑOS INFORMÁNDOTE CON CREDIBILIDAD
Naciones Unidas alerta
sobre una hambruna
mundial y propone
a los países más ricos incorporarse
a una campaña que alivie
la situación de las poblaciones vulnerables.
Prácticamente todas las voces institucionales
culpan a la guerra, o sea a Putin,
de la inflación, de la escasez de alimentos
en regiones del mundo, de su difícil distribución
y en particular del aumento de sus
costes. Creo que en un porcentaje es verdad,
pero el hambre y el control de los alimentos
por un puñado de empresas multinacionales
tiene otras referencias trágicas que datan
de muchos años atrás. En este mundo neoliberal
el derecho a la alimentación no es universal,
solamente lo ejercen quienes disponen
de recursos. Ese control de alimentos
lo es asimismo sobre la tierra cultivable, semillas
y fertilizantes. Nestlé se encuentra entre
las 10 multinacionales que imponen un
control sobre millones de vidas empujadas
al hambre. Según afirma el Programa Mundial
de Alimentos la población desnutrida
no deja de crecer, castigando sobre todo a
la infancia.
La ventaja de echar toda la culpa a la guerra
es que libera de responsabilidad al capitalismo.
La inflación que estamos viviendo
es la resultante de una crisis que viene de lejos
y que muestra el agotamiento de un sistema
que es incapaz de resolver las necesidades
básicas de la población. Cierto que el
clima y los comportamientos de la naturaleza
generan sequías, pero hay que decir
que el modelo económico mundial
vigente se encuentra en el primer
lugar de las causas culpables.
Según la FAO producimos más de
lo que la población planetaria necesita
para vivir. Lo que ocurre es que
los alimentos convertidos en mercancía
son un negocio que no entiende de derechos
humanos. Por otra parte, un 30% de
los alimentos se desperdician, desde que se
producen hasta que llegan a la mesa de los
consumidores..
Así, por ejemplo, hemos nacido y crecido
conviviendo con la sequía y el hambre
del continente africano. No conocemos
otra realidad en este continente vecino. ¿Es
que su destino es hundirse en el mar? ¿No
tiene solución? África sobrevive asediada
por la sequía y el hambre desde hace siglos.
Los pobres más pobres del mundo, al parecer,
no ven ninguna luz al final del túnel.
Las organizaciones especializadas de la
ONU ya han advertido que el drama puede
no tener precedentes. En el Cuerno de África
(región oriental del continente) la sequía
ha arrasado los cultivos y el ganado, forzando
desplazamiento de poblaciones en busca
de agua y alimentos. Se ponga como se
ponga Europa, los éxodos de migraciones
se irán reproduciendo de manera inevitable.
Entonces, la Europa que logró buena
parte de su desarrollo gracias a sus políticas
coloniales salvajes, tendrán que echar mano
de más y más represión.
La tragedia afecta sobre todo a Somalia,
Kenia y Etiopía. Son países en los que se
contabilizan hasta cuatro temporadas consecutivas
de lluvias fallidas que han dejado
una situación climática como no se había
registrado desde hacer cuarenta años, según
las agencias de la ONU. Pero en el cambio
climático vemos otra vez la mano de los seres
humanos que no reparan en contaminarlo
todo cuando se trata de multiplicar
los beneficios. Claro que decir seres humanos
es el modo suave y casi dulce de referirme
a un grupo concreto que ocupa la escala
más baja de la humanidad. Mercaderes
que cegados por la codicia lideran un mundo
brutal.
Lo más grave es que la situación podría
empeorar, una vez que sabemos, según la
OMM (Organización Meteorológica Mundial)
que la temporada de lluvias de 2022, de
marzo a mayo, fue “la más seca que se haya
registrado, devastando los medios de vida y
provocando un fuerte aumento de la inseguridad
alimentaria, hídrica y nutricional”.
Si estos pronósticos se materializan en los
próximos meses, la emergencia humanitaria
regiones de África, de por sí grave, se hará
insostenible. Según la ONU, el hambre extrema
puede afectar a 20 millones de personas
en este septiembre de 2022.
No hay que minimizar el hecho de que la
pandemia del COVID-19 es otro de los factores
causales, pues dio lugar a la mayor crisis
económica mundial en más de 100 años.
El mundo aún no se recupera de la crisis sanitaria
y la economía crece menos de lo esperado.
Los países en desarrollo importadores
de materias primas se resienten duramente
por el incremento de los precios de los alimentos
y la energía. Es tal la situación crítica
que debería bastar para que los gobiernos,
instituciones y grupos económicos de
poder pusieran en marcha espacios de colaboración.
Pero este es un planeta de idiotas.
Preferimos cortar la rama del árbol en la que
nos sostenemos con verdaderas dificultades.
Lo cierto es que la prioridad debería ser salvar
vidas mediante acciones inmediatas. En
situación de hambrunas crónicas no puede
haber paz en el mundo.
Según el economista británico Michael
Roberts (Digital Sin Permiso) a las dificultades
de suministro de alimentos hay que añadir
el aumento de los precios del petróleo,
la demanda explosiva de biocombustibles a
base de maíz, los altos costes de transporte,
la especulación en los mercados financieros,
las bajas reservas de cereales, las severas alteraciones
climáticas en algunos de los principales
productores de granos y el aumento
de las políticas comerciales proteccionistas.
Este es el escenario alimentario.
Las instituciones de Naciones Unidas miran
a 2023 con verdadero temor. Lo que se
visualiza es el infierno de Dante
Rusia y Ucrania representan el 30% de las
exportaciones de cereales. Ucrania suministra
la mitad del aceite de girasol del mundo.
Rusia el 13% de fertilizantes y el 11% del
petróleo. La guerra está produciendo grietas
que serán difíciles de corregir. Hará fal-
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