Demasiado tiempo para amarte - Bárabara Remedios
«Se habían convertido en dos atractivas mujeres, en cambio, ellas, no parecían estar interesadas en gustar a nadie. De momento se bastaban a sí mismas…». DEMASIADO TIEMPO PARA AMARTE, atraviesa el papel atrapando de inmediato. Te sorprenderás cuando, junto a las protagonistas, te enteres de que han sido elegidas al azar para vivir ciento cincuenta años sin envejecer. Desde entonces sucede un sinfín de situaciones ante el desasosiego que significa enfrentarse a mil interrogantes. Es una emotiva y loca historia de imposibles alrededor del amor. Y no es ficción.
«Se habían convertido en dos atractivas mujeres, en cambio, ellas, no parecían estar interesadas en gustar a nadie. De momento se bastaban a sí mismas…». DEMASIADO TIEMPO PARA AMARTE, atraviesa el papel atrapando de inmediato. Te sorprenderás cuando, junto a las protagonistas, te enteres de que han sido elegidas al azar para vivir ciento cincuenta años sin envejecer. Desde entonces sucede un sinfín de situaciones ante el desasosiego que significa enfrentarse a mil interrogantes. Es una emotiva y loca historia de imposibles alrededor del amor. Y no es ficción.
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su propio reconocimiento, a su logro personal. Se esmeraban
en que sus conversaciones fueran intensas. Parecían
esforzarse en intentar razonar sobre esto o lo otro,
escudriñando en la esencia de las cosas. Le agregaban al gato
la quinta pata para luego quitársela, suponiendo,
filosofando… creían estar «arreglando el mundo».
Fue raro encontrar la playa casi desierta. Faltaba poco
para semana santa y aunque se notaba ya la primavera con la
aparición de unos tímidos días soleados, el agua estaba fría.
Vieron a un grupo de chicos del barrio jugando al fútbol en
la orilla.
Ellas venían por el sol y la tranquilidad. El invierno había
resultado largo e insistente, con bastante nieve en las alturas
y más frío de lo habitual en la isla, y las jóvenes sentían la
necesidad de la sensación del calor del sol penetrar por la
piel hasta llegar a los huesos. Les apetecía que el astro rey
tomara sus cuerpos y los hiciera suyos. Así eran ellas de
intensas.
Extendieron una enorme toalla de playa en la arena, se
descalzaron y se tendieron cada una en su espacio y en su
propio mundo. Puede que durmieran o que estuvieran por
ahí, en su danza particular con el universo, cuando, de
pronto, Toñi se movió.
—Bea, se está metiendo la brisa, empiezo a sentir frío.
—Pues ponte la sudadera no vayas a resfriarte. ¿Cuánto
tiempo llevamos aquí? ¿Qué hora es? —justo pasaba una
señora con ropa deportiva caminando muy rápido, Toñi se
puso en pie y le preguntó.
—Las seis menos cuarto —respondió manteniendo el
ritmo de su paso.
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