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Barr levantó la vista. -Por el Imperio. -¿Ah, sí? Entonces, ¿qué está haciendo aquí? Barr
guardó un elocuente silencio.
El comerciante extendió su labio inferior y asintió lentamente con la cabeza. Se quitó el
brazalete de eslabones planos que ceñía su muñeca derecha y lo alargó a Barr.
-¿Qué opina de esto? -Llevaba otro exacto en la muñeca izquierda.
El siwenniano tomó el ornamento. Respondió lentamente al gesto del comerciante y se lo
puso. El extraño cosquilleo en la muñeca cesó con rapidez. La voz de Devers cambió en
seguida.
-Bien, doctor, ya puede hablar ahora. Hágalo con naturalidad. Si esta habitación está
vigilada acústicamente, no captarán nada. Lo que tiene ahí es un distorsionador de
campo; diseño genuino de Mallow. Se vende por veinticinco créditos en cualquier mundo
de aquí al borde exterior. Usted lo tendrá gratis. No mueva los labios cuando hable y
tómeselo con calma. Ha de encontrarle el truco.
Ducem Barr se sintió repentinamente cansado. Los ojos penetrantes del comerciante
eran luminosos y exigentes. Temió no saber responder a esta exigencia. Preguntó:
-¿Qué quiere usted? -Las palabras sonaron extrañas a través de los labios inmóviles.
--Ya se lo he dicho. Emite sonidos bucales como si fuera un patriota y, sin embargo, su
mundo fue destruido por el Imperio y usted se dedica a jugar a pelota con el rubio
general del Emperador. No tiene sentido, ¿verdad?
-Yo ya cumplí mi misión -replicó Barr- Un virrey imperial murió gracias a mí.
-¿De veras? ¿Recientemente? -Hace cuarenta años.
-¡Cuarenta... años! -El comerciante pareció encontrar sentido a aquellas palabras.
Frunció el ceño-. Es mucho tiempo para vivir de recuerdos. ¿Lo sabe ese joven
mequetrefe vestido de general?
Barr asintió con la cabeza. Los ojos de Devers reflejaron una profunda meditación.
-¿Desea que venza el Imperio?
El anciano patricio siwenniano explotó en tina cólera repentina.
-¡Ojalá el Imperio y todas sus obras perezcan en una catástrofe universal! Todo Siwenna
reza diariamente para que ocurra. Yo tenía hermanos, una hermana, un padre. Pero
ahora tengo hijos y nietos. El general sabe dónde encontrarlos.
Devers esperó. Barr continuó en un susurro: -Pero esto no me detendría si los resultados
justificaran el riesgo. Sabrían morir.
El comerciante dijo con suavidad:
-Una vez mató a un virrey, ¿no? Recuerdo algunas cosas. Nosotros tuvimos un alcalde,
Hober Mallow era su nombre. Visitó Siwenna; es el mundo de usted, ¿verdad? Conoció a
un hombre llamado Barr.
Ducem Barr le miró duramente, con suspicacia. -¿Qué sabe usted de eso?
-Lo que saben todos los comerciantes de la Fundación. Usted podría ser un tipo listo
colocado aquí para atraparme. Le apuntarían con sus armas y usted odiaría el Imperio y
ansiaría su destrucción. Y yo
me entregaría a usted y le abriría mi corazón, y el general rebosaría satisfacción. No hay
muchas posibilidades de que esto suceda, doctor. Pero me gustaría que pudiese
probarme que es hijo de Onum Barr de Siwenna... el sexto y más joven que escapó a la
Matanza.
La mano de Ducem Barr tembló al abrir la caja de metal que había en un nicho de la
pared. El objeto que extrajo de ella rechinó suavemente cuando lo colocó en las manos
del comerciante.
-Mire eso -dijo.
Devers lo miró con fijeza. Se llevó muy cerca de los ojos el hinchado eslabón central de
la cadena y profirió un juramento ahogado.
-Es el monograma de Mallow o yo soy un recluta del espacio, ¡y el diseño tiene cincuenta
años! -Levantó la. vista y sonrió-. Chóquela, doctor. Un escudo atómico individual es
toda la prueba que necesito.
Y alargó a Barr su robusta mano.
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