Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
-Ya sabe a qué me refiero. Esperar no sirve de nada.
-¿Usted cree? -Barr estaba quitando cuidadosamente una película del transmisor e
instalando la nueva-. Durante el último mes me ha contado muchas cosas de la historia
de la Fundación, y parece
ser que los grandes dirigentes de las crisis pasadas no hicieron mucho más que sentarse
y esperar. -¡Ah!, Barr, pero ellos sabían adónde iban. -¿De veras? Supongo que así lo
afirmaban cuando todo había terminado, y tal vez decían la verdad. Pero no existen
pruebas de que todo no hubiese ido tan bien o mejor si no hubieran sabido hacia dónde
se dirigían. Las fuerzas más profundas económicas y sociológicas no son dirigidas por
hombres aislados. Devers sonrió burlonamente.
-Tampoco hay pruebas de que hubiese ido peor. Está usted argumentando sobre cosas
pasadas. -Su mirada era pensativa-. Supongamos que le hago explotar en mil pedazos.
-¿A quién? ¿A Riose? -Sí.
Barr suspiró. En sus ojos cansados había el turbio reflejo de un largo pasado.
-El asesinato no es la solución, Devers. Una vez lo probé, bajo provocación, cuando tenía
veinte años, pero no resolvió nada. Liquidé a un malvado de Siwenna, pero no al yugo
imperial; y era el yugo y no el malvado lo que importaba.
-Pero Riose no es solamente un malvado, doctor. Es todo el maldito ejército. Sin él se
desintegraría; se aferran a él como niños de pecho. El sargento babea cada vez que lo
menciona.
-Incluso así. Hay otros ejércitos y otros caudillos. Es preciso ahondar más. Ahí está
Brodrig, por ejemplo; el Emperador sólo le escucha a él. Podría obtener miles de naves,
mientras que Riose ha de luchar con diez. Conozco su reputación.
-¿Ah, sí? ¿Quién es? -La frustración disminuyó en los ojos del comerciante dando paso a
un agudo interés.
-¿Desea una descripción rápida? Es un canalla plebeyo que a fuerza de halagos se ha
ganado el favor del Emperador. La aristocracia de la corte, mezquina a su vez, le detesta
porque carece tanto de humildad como de familia. Aconseja al Emperador en todas las
cuestiones, y es su instrumento en las peores. Carece de fe por elección, pero es leal por
necesidad. No hay otro hombre en el Imperio de ruindad más sutil y de placeres más
bajos. Y
dicen que sólo a través de él se puede obtener el favor del Emperador, y a él sólo se
puede llegar por medio de la infamia.
-¡Caramba! -exclamó Devers tirando de su bien cuidada barba-. Y es a él a quien ha
enviado el Emperador para vigilar a Riose. ¿Sabe que tengo una idea?
-Ahora lo sé.
-Supongamos que a este Brodrig se le atraganta nuestra joven Maravilla del Ejército. -
Probablemente, ya ha sucedido. Tiene fama de no prodigar sus simpatías.
-Suponga que llega a odiarle. El Emperador podría enterarse de ello y Riose se hallaría
en un apuro.
-Sí..., muy probable. Pero ¿cómo se propone conseguirlo?
-Lo ignoro. Me imagino que tal vez se deje sobornar.
El patricio rió suavemente.
-Sí, en cierto modo, pero no como usted lo hizo con el sargento, con un refrigerador de
bolsillo. E incluso aunque encuentre el medio, no merecería la pena. Probablemente no
hay nadie tan fácil de sobornar, pero carece de la más elemental honradez de la
corrupción honorable. El soborno no perdurará, por elevada que sea la suma. Piense en
otra cosa.
Devers cruzó las piernas y movió un pie rápida y nerviosamente.
-Pero es una idea...
Se interrumpió; la señal de la puerta se iluminó de nuevo, y el sargento apareció en el
umbral. Estaba excitado y ya no sonreía.
-Señor -empezó en un agitado intento de deferencia-, estoy muy agradecido por el
refrigerador, y usted siempre me ha hablado con cortesía, pese a que soy un labrador y
ustedes son grandes señores.
30