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Edicion 4 | 2023

Del error al la fuerza

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introdujeron en una nueva familia: un cartel<br />

de drogas. Mi primer papel fue el de mula,<br />

traficaba en la frontera mexicana. Pero rápidamente<br />

me ascendieron a gerente, y debía<br />

asegurarme de que los autos que transportaban<br />

drogas llegaran a sus destinos.<br />

En esa posición, ganaba $60.000 a la<br />

semana. Sentía que era lo máximo, me<br />

presentaba en los clubes nocturnos de<br />

Chicago envuelto en mi abrigo de piel<br />

de chinchilla y gruesas cadenas de oro. Pero<br />

no era más que un perro en celo. No respetaba<br />

a las mujeres.<br />

No encontraba satisfacción en todo ese<br />

dinero o esos amores de una noche. Solo<br />

me daban un deseo insaciable de más. Y en<br />

mi codicia, me descuidé y atraje la atención<br />

de las autoridades federales. Tenía 17 años<br />

cuando me arrestaron en México por tráfico<br />

internacional de drogas, y me sentenciaron<br />

a 15 años en una prisión mexicana sin<br />

posibilidad de libertad condicional. Me<br />

esperaba la conmoción de mi vida.<br />

Nunca olvidaré que entré por las puertas<br />

de la prisión con mis dos bolsas de pertenencias.<br />

Cuando el guardia me empujó<br />

por detrás y me dijo que buscara un lugar<br />

para vivir, todas las miradas estaban puestas<br />

en mí, la carne fresca. Segundos después,<br />

los tipos más aterradores que hubiera visto<br />

me “dieron la bienvenida” a la institución.<br />

“¿Qué talla de zapatos usas?”, preguntó<br />

uno de ellos, refiriéndose a mis relucientes<br />

Air Jordan rojos. Pero antes de que pudiera<br />

responder, me apuñaló con un picahielos y<br />

tomó lo que le interesaba.<br />

Rápidamente aprendí que allí la ley era<br />

la supervivencia del más fuerte. No ha bría<br />

salido vivo de no haber estado en la flor de<br />

mi juventud y bien familiarizado con la<br />

violencia. También ayudó que mi jefe se enterara<br />

de que estaba encerrado y me buscara<br />

contactos en la cárcel.<br />

Este lugar era una ciudad dentro de otra y<br />

tenía sus propias reglas. Nunca he visto tantas<br />

drogas en el exterior. Todas las no ches,<br />

se extendían kilos de coca sobre las mesas;<br />

nadie trataba de ocultar lo que estaba<br />

pasando, pero yo sí intentaba esconderme<br />

para evitar el festín nocturno de drogas. Sin<br />

embargo, mis esfuerzos resultaban inútiles,<br />

porque el líder siempre enviaba a alguien<br />

a buscarme y me obligaba a participar. Yo<br />

era como su mascota.<br />

El Consulado de los Estados Unidos tardó<br />

casi cuatro años en rescatarme de esa violenta<br />

prisión. Fui el último estadounidense<br />

transferido a una instalación federal de los<br />

Estados Unidos mediante un programa<br />

de intercambio de reclusos. Y sí, aquello<br />

fue un rescate. Doy gracias a Dios por Su<br />

gracia; si no hubiera salido cuando lo hice,<br />

estaría muerto.<br />

De vuelta en Estados Unidos, terminé<br />

en una prisión federal, donde completé mi<br />

sentencia de 15 años cumpliendo uno solo.<br />

Cada año de prisión en México contó como<br />

dos de los Estados Unidos. Adicionalmente,<br />

el tribunal me redujo siete años por todo el<br />

sufrimiento que había soportado.<br />

No había estado en la calle cinco minutos<br />

cuando me arrestaron nuevamente por un<br />

cargo de tiroteo entre pandillas ocurrido<br />

en Chicago. El juez local me liberó sin pedir<br />

fianza, e inmediatamente me presenté ante<br />

el tribunal de Chicago. Impresionado por<br />

mi pronta comparecencia, el juez me sentenció<br />

a siete años, luego me puso en un<br />

programa de entrenamiento de estilo militar<br />

Arr.: No mucho después de que le<br />

tomaran esta foto, un miembro<br />

de la familia comenzó a abusar<br />

del pequeño JC. Este prolongado<br />

maltrato causó heridas internas<br />

que les causaron mucho daño a<br />

JC y otros.<br />

para jóvenes pandilleros. Sin embargo, ya haber<br />

cumplido una condena de prisión hizo que me<br />

liberaran antes de tiempo.<br />

Tenía 24 años cuando me convertí en hombre<br />

libre. Había pasado la mayor parte de mi<br />

juventud tras las rejas y me preguntaba si<br />

alguna vez experimentaría algo que no fuera<br />

oscuridad y dolor. Quería una nueva vida con<br />

desesperación, pero no tenía idea de cómo<br />

creármela. Traté de conseguir un trabajo<br />

honesto, pero nadie me contrataba por mis<br />

antecedentes penales.<br />

Un sinfín de rechazos me dejó sin esperanzas<br />

y volví a la única vida que conocía. Las calles<br />

y mi jefe me recibieron con los brazos abiertos.<br />

De ese modo regresé al juego, traficaba<br />

mucha droga. Pasé de no poseer nada a tener<br />

un restaurante y una casa en los suburbios.<br />

Cuando conocí a una chica cuyo padre podía<br />

expandir mi negocio de distribución de drogas,<br />

me casé con ella. Cada una de mis acciones era<br />

un movimiento calculado.<br />

En esa época de mi vida, mis demonios internos<br />

alcanzaron nuevas proporciones, al igual<br />

que la locura. Las cosas iban cada vez peor y<br />

yo vivía en una constante ansiedad, siempre<br />

mirando por encima de mi hombro. Me<br />

Abajo: JC comenzó sus entradas<br />

recurren tes a prisión cuando era adolescente.<br />

Cumplió condena en centros<br />

juveniles de Estados Unidos, una prisión<br />

mexicana y prisiones estatales y federales<br />

de Estados Unidos. Solo cuando encontró<br />

a Jesucristo se rompió ese ciclo.<br />

VICTORIOUSLIVINGMAGAZINE.COM<br />

Número 04 / <strong>2023</strong><br />

17s

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