Edicion 4 | 2023
Del error al la fuerza
Del error al la fuerza
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suerte. Pero era solo cuestión de tiempo que<br />
se me agotara.<br />
Un amigo necesitaba dinero rápido, así<br />
que le di la droga para vender. Sin embargo,<br />
sus problemas pronto se convirtieron en los<br />
míos, porque entonces le debía dinero a mi<br />
contacto; y mi fuente no le importaban mis<br />
dificultades.<br />
Mi amigo me presentó un plan para recuperar<br />
mi dinero. “Solo tenemos que dar un golpe”,<br />
dijo, “y estaremos bien”. ¿Tenemos? ¿Cómo se<br />
convirtió esto en un “tenemos”? Su plan incluía<br />
un robo a mano armada. ¿Cómo dejé que todo<br />
llegara a ese punto? Sabía que era mejor no<br />
confiar en ese tipo, pero no podía hacer nada<br />
ahora. Tenía que conseguir ese dinero. Pagarle<br />
a mi contacto no era opcional.<br />
Sabía que si me atrapaban, podían enviarme<br />
a prisión por más de diez años, pero pensé que<br />
el encierro era una mejor alternativa que deber<br />
dinero en las calles. Así que armamos nuestro<br />
plan y lo pusimos en marcha.<br />
El robo salió mal desde el principio. Hubo<br />
disparos. Se produjo un caos. Y al final de esa<br />
noche, la víctima de nuestro robo estaba gravemente<br />
herida en el hospital. Daba igual que yo<br />
no hubiera apretado el gatillo. Había estado allí<br />
y ayudado en la planificación.<br />
Alguien se presentó como testigo y dio supuestos<br />
detalles del caso. La policía se presentó<br />
en mi empleo diurno. Mis compañeros de trabajo<br />
y pacientes observaron asombrados cómo<br />
me arrestaban y me llevaban esposado a una<br />
patrulla.<br />
Entre otras cosas, me acusaron de intento<br />
de asesinato, robo a mano armada<br />
y lesiones agravadas.<br />
Tenía 21 años, apenas suficiente<br />
edad para comprar<br />
alcohol, cuando me sentenciaron<br />
a 36 años en el sistema<br />
peni tenciario del estado de<br />
Arizona. Eso sí fue un golpe<br />
de la realidad.<br />
En mi primer día en el patio<br />
de la prisión, presencié cómo<br />
le abrían la cabeza a un hombre<br />
con un bate de béisbol. Unos días más<br />
tarde, vi cómo apuñalaban a alguien más.<br />
Sentí un alivio cuando un amigo me consiguió<br />
un puesto en la cuadrilla de pintura.<br />
Solo quería tener una rutina para entender<br />
las vueltas de la prisión y hallar un modo<br />
de no meterme en problemas mientras estaba<br />
allí. Pero antes de tener la oportunidad,<br />
me arrestaron nuevamente y me llevaron<br />
a la cárcel del condado para juzgarme por<br />
otro delito.<br />
La policía estaba decidida a detenerme.<br />
Había reunido pruebas que me vinculaban<br />
a otro robo a mano armada en el que habían<br />
muerto personas. El mismo testigo que<br />
había declarado en mi contra antes ahora<br />
me identificaba como quien había disparado<br />
en este nuevo caso.<br />
Como testigo estrella de la acusación, este<br />
hombre dijo que yo era responsable de las<br />
muertes de tres personas. Como resultado,<br />
me condenaron por asesinato agravado.<br />
Me quedé callado, conteniendo el llanto<br />
mientras el juez me dictaba sentencia:<br />
“Chris topher McCrimmon, el tribunal lo<br />
sentencia a la muerte”.<br />
Los oficiales me escoltaron a mi nueva<br />
celda en el corredor de los condenados a<br />
muerte. Me faltan palabras para describir<br />
mi soledad mientras los recuerdos de mi<br />
abuela me inundaban la mente. Oía su voz<br />
como si estuviera a mi lado, “Confía en Dios,<br />
Chris. Dios nunca abandona a sus hijos”.<br />
Pág. opuesta: Chris con su<br />
esposa y su hijo recién nacido.<br />
Der.: A Chris le tomaron<br />
muchas fotos policiales antes<br />
de enviarlo al corredor de los<br />
sentenciados a muerte, pero<br />
ahí es donde Dios finalmente<br />
llegó a su corazón.<br />
Inf. izq.: La abuela de Chris,<br />
Helen D. McCrimmon, plantó<br />
muchas semillas de fe en<br />
su corazón que finalmente<br />
germinaron.<br />
EL CORREDOR DE LOS SENTENCIADOS A MUERTE<br />
ERA COMO UNA TIERRA SECA Y SEDIENTA, Y MI<br />
ALMA TENÍA SED DE AGUA.<br />
¿De verdad? Entonces, ¿dónde está Él ahora, abuela?<br />
Yo no lo sentía. No, al principio.<br />
El corredor de los sentenciados a muerte era<br />
como una tierra seca y sedienta, y mi alma tenía<br />
sed de agua (Salmo 63:1). Estaba encerrado<br />
durante 23 horas al día. Solo me permitían salir<br />
unas pocas veces a la semana para ducharme<br />
y recrearme.<br />
Ahora tenía mucho tiempo para hablar con<br />
el Señor y escucharlo. Pasaba horas estudiando<br />
Su Palabra. El aislamiento me hizo desarrollar<br />
una relación con Dios, y finalmente volví a comprometer<br />
mi vida con Jesús, que se convirtió en<br />
un amigo que necesitaba con urgencia.<br />
No pasó mucho tiempo para que las historias<br />
que había disfrutado cuando era niño cobraran<br />
vida y revivieran mi espíritu. Y comencé a notar<br />
que había un elemento común entre las vidas<br />
de mis héroes bíblicos.<br />
Todos eran personas profundamente imperfectas,<br />
como yo, pero nunca estuvieron fuera del alcance<br />
del amor, la gracia y la misericordia de Dios.<br />
Moisés mató a un egipcio y huyó al desierto,<br />
pero Dios igual lo llamó para sacar a la nación<br />
de Israel del cautiverio. (Ver Éxodo 2:11–3:15.)<br />
El rey David cometió adulterio y asesinato, pero<br />
cuando se arrepintió, Dios lo perdonó. Y las<br />
Escrituras lo llaman un hombre conforme al<br />
corazón de Dios. (Ver 2 Samuel 11:1–12:13;<br />
Hechos 13:22.) Saulo asesinó a cristianos hasta<br />
que se encontró con Jesús en el camino de<br />
Damasco y se convirtió en el apóstol Pablo, un<br />
gran misionero de Cristo. (Ver Hechos 9–28.)<br />
VICTORIOUSLIVINGMAGAZINE.COM<br />
Número 04 / <strong>2023</strong><br />
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