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cialismo. Prefiere, en cambio, una transformación gradual de las sociedades<br />

socialistas en sistemas plurales liberal-burgueses. Inicialmente,<br />

el nuevo papa dependerá de la curia, que sin duda tratará<br />

de someterlo a su influencia. Pero el independiente temperamento<br />

y energía de Juan Pablo II indica que muy pronto comprenderá las<br />

cosas y se librará de los guardianes de la ortodoxia en la curia.<br />

Mientras el mundo fuera del Vaticano seguía preocupado por<br />

las implicaciones del nuevo papado, el hombre en el centro de esas<br />

especulaciones se familiarizaba con su puesto. El interés en Karol<br />

Wojtyla era intenso; en la ceremonia en la que tomó posesión de su<br />

cargo, el 22 de octubre, más de 200,000 personas se apretujaron en<br />

la plaza de San Pedro. Esta plaza se llenaba regularmente de miles<br />

para el ángelus dominical papal. Aparte de su valor como novedad,<br />

Wojtyla también se puso a disposición de los medios —que no podían<br />

obtener suficiente información sobre el hombre—, aunque estrictamente<br />

en sus términos. Al mezclarse libremente con los medios<br />

en el palacio apostólico y responder casualmente en varios idiomas,<br />

se le preguntó si una conferencia de prensa como ésa se repetiría alguna<br />

vez. "Veremos cómo me tratan ustedes", replicó. Ningún papa<br />

había usado antes de esa manera a los medios.<br />

Inicialmente fue lento para dar indicios públicos del tipo de papado<br />

que sería el suyo. Las señales públicas eran escasas y muy espaciadas:<br />

no se relajaría la estricta regla de completo celibato de los<br />

sacerdotes; él quería ver a curas, monjas y los demás religiosos con<br />

sus hábitos en todo momento. "Esto les recuerda su vocación." En<br />

privado, Wojtyla dio al cardenal Villot una serie de muy poderosas<br />

y sostenidas demostraciones de precisamente qué tipo de papa sería.<br />

La primera cuestión fue el concepto democrático de compartimentación<br />

del poder y toma de decisiones, que la Iglesia católica romana,<br />

en particular desde el concilio Vaticano II, llamaba "colegialidad".<br />

Villot, que había sido reconfirmado como secretario de Estado, conversó<br />

con Wojtyla sobre sus opiniones del sínodo de obispos, creado<br />

por Paulo VI. Este consejo no dio poder a los obispos, pero al<br />

menos les otorgó un papel consultivo. Puesto que el sínodo sólo se<br />

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reunía cada tres años y los temas que discutía, usualmente uno o dos<br />

por sesión, eran elegidos por el papa, se trataba en realidad de un recurso<br />

para que el Vaticano asegurara que todo el poder verdadero<br />

siguiera residiendo en las manos papales.<br />

Villot quiso saber si Wojtyla se inclinaba por permitir a los obispos<br />

de la Iglesia la libertad de establecer un órgano permanente que<br />

trabajara en consonancia con el papa, al modo en que un gobierno,<br />

al menos en teoría, trabaja en consonancia con un primer ministro o<br />

presidente. El papa rechazó ese concepto en el acto. "El papa seguirá<br />

siendo el supremo y único legislador, con el consejo ecuménico",<br />

declaró. El consejo ecuménico, la gran asamblea de los obispos, no<br />

podía reunirse, desde luego, sin autorización del papa. Éste aseguró<br />

a Villot que consultaría a tal consejo con más frecuencia que Paulo<br />

VI, pero que "no hay necesidad de hacer obligatoria esta consulta".<br />

Wojtyla había pasado casi toda su vida bajo algún tipo de régimen<br />

totalitario. En ese momento señalaba su intención de seguir<br />

viviendo bajo un sistema de esa clase, con él mismo como autócrata.<br />

La colegialidad posconciliar seguiría siendo una ilusión.<br />

Como segunda cuestión, Villot conversó con Wojtyla sobre los<br />

cambios que el difunto papa Juan Pablo I había estado a punto de<br />

aplicar al momento de su súbita muerte. Ahí estaba la reunión que<br />

Albino Luciani había estado particularmente determinado a tener<br />

con el American Select Committee on Population; Luciani estaba<br />

firmemente convencido de que una forma de anticoncepción artificial<br />

debía hallarse a disposición de la feligresía católica romana.<br />

Wojtyla le dijo a su secretario de Estado que no reprogramara esa<br />

reunión con el Committee. Tal reunión no tendría lugar ese año, el<br />

siguiente ni nunca. El colérico rechazo de la posibilidad de diálogo<br />

era totalmente predecible. Wojtyla y su propio comité de Cracovia<br />

se habían jactado de crear al menos 60 por ciento de Humanae Vítete<br />

con su prohibición del control natal artificial. "Roma ha hablado.<br />

El caso está concluido."<br />

Otras reacciones de Wojtyla a cambios propuestos por su predecesor,<br />

reformas que habían estado a horas de convertirse en realidad,<br />

fueron menos predecibles. El problema de la vacante en Irlan-<br />

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