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Vitor Ramalho<br />
Fue Mario Soares quien nos presentó un medio día en la Fundación en la que el Presidente oficiaba<br />
jornada tras jornada porque, decía, ese era su lugar. De pronto apareció un hombre alto, bien vestido,<br />
sonriente y cortés del que retuve el nombre por el afecto que Mario Soares le manifestó, de modo<br />
que cuando fechas más tarde me llamó por teléfono pude ubicarle y seguir la conversación como si<br />
siguiéramos en la Rua Sam Bento comentando proyectos que nunca eran pequeños. Por aquellos días<br />
las políticas de austeridad se instalaban en Portugal y Mario Soares se erigía en azote de decisiones<br />
economicistas que desde una posición ética no podía aceptar, de modo que se puso a convocar a<br />
ciudadanos e instituciones para un acto de expresión cívica en el Aula Magna de la Universidad de<br />
Lisboa. Pilar Durante Del los Rio preparativos para esa sesión Vitor Ramalho fue un imprescindible que coordinó<br />
con primor lo que tal vez ni los partidos de izquierdas supieran ver, la fuerza de una manifestación<br />
ciudadana que señala caminos para transitar en compañía. Así se dijo aquella noche histórica, así<br />
nos manifestamos en las calles de todo Portugal en la mayores manigestaciones desde el 25 de abril.<br />
Luego, él cerca, otros en la distancia, acompañamos las vicisitudes de la salud de Mario Soares, su<br />
empeño en el 40 aniversario de la Revolución de Abril, las causas de una Europa que necesitaba una<br />
insurrección ética. Vitor Ramalho era para mí la persona<br />
Faltam<br />
que estaba<br />
ajustes<br />
con Mario Soares en los que fueron<br />
los últimos años de vida pública del Presidente más activo y rotundo.<br />
Hasta que escribió su “Crónica de uma amizade fixe”: en la lectura del libro descubrí otras dimensiones<br />
que el bosque florido que era Mario Soares no me dejaron percibir. Le vi político y activista, miembros<br />
de gobiernos que exigían responsabilidad y entrega, empeñado en acuerdos sociales difíciles que,<br />
sin embargo, harían más fáciles las vidas de miles de trabajadores. Sin duda ocupaba un lugar en el<br />
Portugal moderno desde la certeza de conocer el propio lugar. Y qué lugar es ese? En la presentación<br />
de la crónica de su amistad con Mario Soares lo entendí: había nacido en Angola, sumaba, en cada<br />
una de sus expresiones, dos continentes, lo que significa un valor inconmensurable. Por eso me emocionaron<br />
tanto unas palabras que pronunció en la presentación de su libro: “En el país de mi tierra…”<br />
Su tierra, así lo entendí, es el mundo, Angola y Portugal pertenecen al mismo universo. Entonces sumé<br />
otra condición a su estatura, elegancia y cortesía, la universalidad imprescindible para entenderse<br />
con sus semejantes. Y me felicité por el camino que juntos hemos recorrido y por tener su número de<br />
teléfono en mi agenda de imprescindibles.<br />
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