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Agarró a Guillem por los hombros y<br />
señaló a sus marcadores de presión de<br />
aire. Era hora de salir de allí.<br />
Empezaron a desandar, siguiendo la<br />
cuerda guía por el agua opacada con<br />
el sedimento que habían levantado<br />
en el camino de ida. Al principio el<br />
pasadizo era ancho, pero, conforme<br />
avanzaban, las paredes se fueron estrechando<br />
hasta que los contenedores<br />
de oxígeno empezaron a rozar y<br />
atorarse en los muros.<br />
El contacto levantó<br />
aún más tierra, que se<br />
agitó alrededor de ellos<br />
como una crema de<br />
chocolate espesa.<br />
No obstante, los buceadores<br />
siguieron la<br />
línea blanca mano a<br />
mano hasta que llegaron<br />
a un muro rocoso,<br />
donde la señal acababa<br />
de repente. Xisco palpó<br />
en busca del próximo<br />
trozo del marcador. No<br />
había nada.<br />
Indicó a Guillem que debía dirigirse<br />
a una gruta ubicada a unos 200<br />
metros, donde sabía que se podía<br />
respirar. Lo tendría que esperar allí.<br />
Sabía que el aire no era del todo limpio,<br />
contenía algo de dióxido de carbono,<br />
pero era el lugar más cercano<br />
en el que podía esperarlo sin gastar<br />
oxígeno, una necesidad apremiante.<br />
Xisco continuó buscando la línea.<br />
Movía la mano en el fondo. Parecía<br />
que el trozo de roca al que la fijó se<br />
Espero<br />
volverlo a<br />
ver, pensó<br />
Xisco al ver<br />
que Guillem<br />
se sumergía<br />
de nuevo.<br />
Y pronto.<br />
había roto. Se quitó los guantes y<br />
empezó a palpar entre la nube negra<br />
que lo envolvía mientras buscaba la<br />
cuerda. Avanzó y retrocedió, tocando<br />
la roca y el sedimento. Cada maniobra<br />
empeoraba la visibilidad.<br />
Poco después vio el indicador del<br />
tanque y se angustió. No se había percatado<br />
de cuánto llevaba tanteando la<br />
guía. Solo nos queda una hora de aire<br />
a cada uno y estamos a 1 kilómetro<br />
de la salida. Aun si encontráramos<br />
el camino<br />
correcto, puede que nos<br />
quedemos sin oxígeno<br />
antes de llegar a la superficie,<br />
calculó.<br />
Nadó a donde Guillem<br />
esperaba. Cuando<br />
emergió, se dio cuenta<br />
de que estaba en una<br />
sala cavernosa de 80<br />
metros de largo por 20<br />
de ancho con un gran<br />
lago. A lo lejos había<br />
rocas puntiagudas; algunas<br />
salían del agua.<br />
Respiró una bocanada y enseguida<br />
supo que el aire contenía más dióxido<br />
de carbono de lo que pensaba. La<br />
concentración era elevada, quizá entre<br />
2 y 3 por ciento, mucho más que el<br />
0.03 del aire normal. Sabía que los niveles<br />
tan altos de dióxido de carbono<br />
podrían tener consecuencias terribles:<br />
aceleración de frecuencia cardiaca<br />
y respiratoria, dolor de cabeza,<br />
alucinaciones, parálisis, inconsciencia<br />
y la muerte.