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SELECCIONES <br />
Xisco (izquierda)<br />
con Guillem en<br />
las cavernas.<br />
Ambos siguen<br />
siendo buzos<br />
entusiastas.<br />
EL PARPADEO DE UNA LUZ emergió<br />
del fondo del lago.<br />
Xisco se sentó. La cabeza le daba<br />
vueltas a causa del movimiento tan<br />
repentino. Se le había acabado la batería<br />
de la linterna y la penumbra resultaba<br />
casi cegadora.<br />
¿Qué era ese gorgoteo? ¿Había alguien<br />
más ahí? Aguzó el oído, mas no<br />
escuchó nada sino silencio.<br />
Se recostó en las rocas húmedas e<br />
inhaló ligeramente.<br />
Estoy alucinando, concluyó. El dióxido<br />
de carbono me ha saturado la<br />
sangre. Nadie vendrá a salvarme.<br />
Pensó en sus hijos, en su madre y<br />
en su cuñada, quien estaba muriendo<br />
víctima del cáncer.<br />
Se acordó de la navaja que llevaba<br />
entre su equipamiento. En caso de que<br />
el gas no me mate, me puedo encargar<br />
de hacerlo yo mismo.<br />
“¡POR FIN!”, EXCLAMÓ John Freddy<br />
Fernández, quien se apresuró a ponerse<br />
el traje. Freddy, buen amigo de<br />
Xisco, llevaba esperando más de un<br />
día a que llegara su turno de unirse a<br />
la búsqueda. Por fin tuvo la oportunidad<br />
poco antes del mediodía del lunes.<br />
Freddy se animó cuando empezó<br />
a nadar por el primer túnel. El agua<br />
estaba clara. No era cristalina, pero sí<br />
proporcionaba la suficiente visibilidad<br />
como para distinguir los marcadores.<br />
Puso manos a la obra con el propósito<br />
de concluir su tarea: cortar todas las<br />
guías excepto aquellas que conducían<br />
a Xisco. Le imprimió velocidad a la tarea.<br />
Un par de horas después salió de<br />
la gruta lleno de alegría.<br />
“Estuve a punto de llegar”, dijo<br />
Freddy al grupo allí reunido. “Seguramente<br />
el próximo rescatista podrá<br />
hacer contacto con él”.<br />
FOTO: MATIAS ALEXANDRO