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Rock Bottom Magazine Número 19

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Novedades.

“We are chaos”, Marylin Manson

Debo de reconocer en una especie de

expiación en voz alta, que mi interés por Marylin

Manson siempre estuvo más relacionado

con el aspecto transgresor de su imagen y

comportamiento sobre el escenario, que con

la música que emanaba de los altavoces

cuando sonaban sus discos, aunque no me

duelen prendas en afirmar que “Antichrist

Superstar” es un disco que no debe faltar

en ninguna discografía personal. Su actitud

peligrosamente premeditada y su irreverente

provocación volvieron a poner al rock en

el punto de mira de una autodenominada

mayoría moral, acostumbrada a purgar

pecados en ojo ajeno en vez de buscar en el

suyo propio. Y a pesar de que el personaje

terminó engullendo al artista como suele

ocurrir en estos casos – Vincent Furnier es

el único que ha tenido la capacidad de no

sucumbir a esta antropofagia – en un ritual de

desgaste y egolatría desmedida, alimentada

muchas veces en parte por factores externos.

Manson tiene nuevo disco y seguramente

ya no represente un acicate de peligrosidad

para nuevas generaciones, porque su base

de fans oscila entre cuarentones que tal vez

necesiten por un momento volver a realidades

ya olvidadas de antemano. Sobrevuela sobre

mí una duda relacionada con ese puente

que siempre tiendo a construir entre rock y

provocación. Este ha dejado de ser percibido

como ese punto molesto para los adultos,

quizás porque nos hemos convertido en esos

adultos que ahora pretenden afirmarlo como lo

correcto, sirviendo en bandeja a otros tipos de

música como el trap o el reggaeton esa función

de espina clavada, de puño en alto, atrayendo

hacia sí a una juventud cuya rebeldía es

inherente a la edad, despoblando al rock and

roll de la sangre fresca tan necesaria para

seguir latiendo. No se si será una reflexión

acertada o no, pero ahí lo dejo.

El caso es que Manson tiene nuevo disco,

después de idas y venidas, cambios de

músicos y regresos de estos, historias

ciertas y leyendas urbanas, de que Trent

Reznor quedase como un agujero negro de

su pasado - glorioso de todos modos – y de

que no sepamos si Brian Hugh Warner fue un

producto de los tiempos, un muñeco roto o un

genio al que se le acabó la munición. Lo decía

al principio y lo vuelvo a recalcar, su historia

musical para mí terminó con “Mechanical

Animals”, y ya ha llovido desde entonces.

Cada vez que su música ha sido novedad, mis

caminos han ido por diferentes direcciones a

la suya, sin encontrar una parada en común.

Pero esta vez si me detengo hastiado de

tanta oficialidad que sobrevuela el rock and

roll para prestar atención a “We are chaos”.

Manson no es el mismo de principio de los

noventa, yo tampoco, por mucho síndrome de

Peter Punk que se haya instalado en mi. Este

Manson, que ha olvidado el vodevil barato

de otros tiempos y la reinvención de sonidos

industriales de los que no era profeta, muestra

las cartas de unas influencias propias del glam

clásico, el sonido de Bowie y otras historias

propias de los noventa, pasado siempre por

el tamiz de lo que esperamos de él. No se

si más maduro (odio ese jodido termino, no

somos una puta manzana colgada de un árbol)

pero quizás más consciente de que cualquier

pasado no fue mejor -al menos en su tramo

más presente-. Manson no olvida la rabia pero

la canaliza de manera distinta. “Red, white &

blue” abre el disco con la presencia de esa

oscuridad atmosférica a base de retazos

industriales, pero rápidamente al sonar la

canción que da nombre al disco, al menos a mi

cabeza vienen los ecos de Bowie.

Una de mis canciones favoritas del disco es

“Don’t chase the dead” con su ritmo bailable,

sus ecos post punk y unos maravillosos

teclados. “Paint you with my love” se acerca

por momentos a un Marc Bolan que estés en

los cielos, borrando para siempre cualquier

atisbo de predicador gótico enloquecido de

nuestra mentes. “Half-way & one step forward”

representa mejor que nada esa transformación

de pasado en actualidad, reminiscencias

vocales anteriores sobre una base electrónica

y un piano como guía que denota claras las

nuevas influencias. “Infinite darkness” retoma

el camino del rock industrial con el que nunca

me he sentido cómodo y sigo sin hacerlo, por

lo que no conecto con una canción que denoto

excesivamente fría y sin alma. Tampoco

termino de engancharme a “Perfume” donde

me parece estar escuchando a unos jodidos

Depeche Mode con menos inspiración aún que

estos. “Keep my head together” conjuga muy

bien un marcado riff con esas hechuras del pop

británico cuando Manchester era un referente

y The Hacienda un lugar que nos hubiese

gustado visitar. “Solve Coagula” profundiza

en gente como Bauhaus remando en mares

oscuros y proponiendo una intranquilidad que

no se consigue hacer del todo manifiesta.

Cierra el disco “Broken needle”, pieza acústica

en la quizás sea donde más se note la mano

de Shooter Jennings, alejando a Manson de

maquinaciones innecesarias para introducirlo

en la belleza de la aparente sencillez. “We are

chaos” es un disco contradictorio, más aún si

esperas algo concreto de un personaje que

ha demostrado con creces que no lo puedes

esperar de él. Habrá quien siga echando de

menos los tiempos de Trent Reznor. Creo que

pocos añoraran modos intermedios en los que

el quiero y no puedo hubiese sido un título

adecuado. “We are chaos” es una especie

de resurrección que no termina en ascensión

a los cielos – o infiernos -, porque me sobra

un tercio del disco. Evidentemente no es un

disco que me vaya a salvar la vida – como si

eso realmente me preocupase a estas alturas

– pero si para disfrutar sin pretensiones que

vayan más allá de aprovechar el momento.

Carlos Tizón

Christian McBride Big Band: “For Jimmy,

Ives And Oliver” (Mack Avenue / Distrijazz)

El título de este disco ya deja bien a las claras

lo que nos va a ofrecer. Material muy especial

de Jimmy Smith, Wes Montgomery y Oliver

Nelson. Algo que está cojonudo por parte de uno

de los mejores contrabajistas del nuevo milenio

y cuyo gran trabajo ha sido ya refrendado

hasta por un merecido premio Grammy. Pero

tenemos más que eso ya que aquí no hay

solo temas de estos cracks facturados con el

proyecto de big band. Hay temas especiales

compuestos para la ocasión y muy destacados

momentos facturados a modo de cuarteto de

lujo. Sí además de McBride, tenemos al gran

Joey DeFrancesco al órgano, que hace no

mucho se destapo en un recomendable disco

junto a Van Morrison. Mark Whitfield, con

la fina guitarra en el más puro estilo Wes y

Quincy Phillips en la batería ponen la guinda

a un cuarteto realmente espléndido. Joey y

Christian estudiaron juntos y se inspiraron en

dos discos sucesivos de Jimmy Smith y Wes

Montgomery de los años 60. A esto se suman

buenos temas firmados especialmente para la

ocasión por McBride, Joey y Mark y hasta una

gran versión del ‘Milestones’ de Miles Davis.

Conviene recordar al respecto que Joey trabajó

ya muy joven junto a un siempre revolucionario

Miles. Me quedo con un ‘Road Song’ con

guitarra genial y los 10 minutos finales de ‘Pie

Blues’. ¡Gran e imperecedero jazz!

Txema Mañeru

50

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