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Novedades.
“We are chaos”, Marylin Manson
Debo de reconocer en una especie de
expiación en voz alta, que mi interés por Marylin
Manson siempre estuvo más relacionado
con el aspecto transgresor de su imagen y
comportamiento sobre el escenario, que con
la música que emanaba de los altavoces
cuando sonaban sus discos, aunque no me
duelen prendas en afirmar que “Antichrist
Superstar” es un disco que no debe faltar
en ninguna discografía personal. Su actitud
peligrosamente premeditada y su irreverente
provocación volvieron a poner al rock en
el punto de mira de una autodenominada
mayoría moral, acostumbrada a purgar
pecados en ojo ajeno en vez de buscar en el
suyo propio. Y a pesar de que el personaje
terminó engullendo al artista como suele
ocurrir en estos casos – Vincent Furnier es
el único que ha tenido la capacidad de no
sucumbir a esta antropofagia – en un ritual de
desgaste y egolatría desmedida, alimentada
muchas veces en parte por factores externos.
Manson tiene nuevo disco y seguramente
ya no represente un acicate de peligrosidad
para nuevas generaciones, porque su base
de fans oscila entre cuarentones que tal vez
necesiten por un momento volver a realidades
ya olvidadas de antemano. Sobrevuela sobre
mí una duda relacionada con ese puente
que siempre tiendo a construir entre rock y
provocación. Este ha dejado de ser percibido
como ese punto molesto para los adultos,
quizás porque nos hemos convertido en esos
adultos que ahora pretenden afirmarlo como lo
correcto, sirviendo en bandeja a otros tipos de
música como el trap o el reggaeton esa función
de espina clavada, de puño en alto, atrayendo
hacia sí a una juventud cuya rebeldía es
inherente a la edad, despoblando al rock and
roll de la sangre fresca tan necesaria para
seguir latiendo. No se si será una reflexión
acertada o no, pero ahí lo dejo.
El caso es que Manson tiene nuevo disco,
después de idas y venidas, cambios de
músicos y regresos de estos, historias
ciertas y leyendas urbanas, de que Trent
Reznor quedase como un agujero negro de
su pasado - glorioso de todos modos – y de
que no sepamos si Brian Hugh Warner fue un
producto de los tiempos, un muñeco roto o un
genio al que se le acabó la munición. Lo decía
al principio y lo vuelvo a recalcar, su historia
musical para mí terminó con “Mechanical
Animals”, y ya ha llovido desde entonces.
Cada vez que su música ha sido novedad, mis
caminos han ido por diferentes direcciones a
la suya, sin encontrar una parada en común.
Pero esta vez si me detengo hastiado de
tanta oficialidad que sobrevuela el rock and
roll para prestar atención a “We are chaos”.
Manson no es el mismo de principio de los
noventa, yo tampoco, por mucho síndrome de
Peter Punk que se haya instalado en mi. Este
Manson, que ha olvidado el vodevil barato
de otros tiempos y la reinvención de sonidos
industriales de los que no era profeta, muestra
las cartas de unas influencias propias del glam
clásico, el sonido de Bowie y otras historias
propias de los noventa, pasado siempre por
el tamiz de lo que esperamos de él. No se
si más maduro (odio ese jodido termino, no
somos una puta manzana colgada de un árbol)
pero quizás más consciente de que cualquier
pasado no fue mejor -al menos en su tramo
más presente-. Manson no olvida la rabia pero
la canaliza de manera distinta. “Red, white &
blue” abre el disco con la presencia de esa
oscuridad atmosférica a base de retazos
industriales, pero rápidamente al sonar la
canción que da nombre al disco, al menos a mi
cabeza vienen los ecos de Bowie.
Una de mis canciones favoritas del disco es
“Don’t chase the dead” con su ritmo bailable,
sus ecos post punk y unos maravillosos
teclados. “Paint you with my love” se acerca
por momentos a un Marc Bolan que estés en
los cielos, borrando para siempre cualquier
atisbo de predicador gótico enloquecido de
nuestra mentes. “Half-way & one step forward”
representa mejor que nada esa transformación
de pasado en actualidad, reminiscencias
vocales anteriores sobre una base electrónica
y un piano como guía que denota claras las
nuevas influencias. “Infinite darkness” retoma
el camino del rock industrial con el que nunca
me he sentido cómodo y sigo sin hacerlo, por
lo que no conecto con una canción que denoto
excesivamente fría y sin alma. Tampoco
termino de engancharme a “Perfume” donde
me parece estar escuchando a unos jodidos
Depeche Mode con menos inspiración aún que
estos. “Keep my head together” conjuga muy
bien un marcado riff con esas hechuras del pop
británico cuando Manchester era un referente
y The Hacienda un lugar que nos hubiese
gustado visitar. “Solve Coagula” profundiza
en gente como Bauhaus remando en mares
oscuros y proponiendo una intranquilidad que
no se consigue hacer del todo manifiesta.
Cierra el disco “Broken needle”, pieza acústica
en la quizás sea donde más se note la mano
de Shooter Jennings, alejando a Manson de
maquinaciones innecesarias para introducirlo
en la belleza de la aparente sencillez. “We are
chaos” es un disco contradictorio, más aún si
esperas algo concreto de un personaje que
ha demostrado con creces que no lo puedes
esperar de él. Habrá quien siga echando de
menos los tiempos de Trent Reznor. Creo que
pocos añoraran modos intermedios en los que
el quiero y no puedo hubiese sido un título
adecuado. “We are chaos” es una especie
de resurrección que no termina en ascensión
a los cielos – o infiernos -, porque me sobra
un tercio del disco. Evidentemente no es un
disco que me vaya a salvar la vida – como si
eso realmente me preocupase a estas alturas
– pero si para disfrutar sin pretensiones que
vayan más allá de aprovechar el momento.
Carlos Tizón
Christian McBride Big Band: “For Jimmy,
Ives And Oliver” (Mack Avenue / Distrijazz)
El título de este disco ya deja bien a las claras
lo que nos va a ofrecer. Material muy especial
de Jimmy Smith, Wes Montgomery y Oliver
Nelson. Algo que está cojonudo por parte de uno
de los mejores contrabajistas del nuevo milenio
y cuyo gran trabajo ha sido ya refrendado
hasta por un merecido premio Grammy. Pero
tenemos más que eso ya que aquí no hay
solo temas de estos cracks facturados con el
proyecto de big band. Hay temas especiales
compuestos para la ocasión y muy destacados
momentos facturados a modo de cuarteto de
lujo. Sí además de McBride, tenemos al gran
Joey DeFrancesco al órgano, que hace no
mucho se destapo en un recomendable disco
junto a Van Morrison. Mark Whitfield, con
la fina guitarra en el más puro estilo Wes y
Quincy Phillips en la batería ponen la guinda
a un cuarteto realmente espléndido. Joey y
Christian estudiaron juntos y se inspiraron en
dos discos sucesivos de Jimmy Smith y Wes
Montgomery de los años 60. A esto se suman
buenos temas firmados especialmente para la
ocasión por McBride, Joey y Mark y hasta una
gran versión del ‘Milestones’ de Miles Davis.
Conviene recordar al respecto que Joey trabajó
ya muy joven junto a un siempre revolucionario
Miles. Me quedo con un ‘Road Song’ con
guitarra genial y los 10 minutos finales de ‘Pie
Blues’. ¡Gran e imperecedero jazz!
Txema Mañeru
50
Rock Bottom Magazine