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Hermenéutica Bíblica - Megapagina Pentecostales del Nombre

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1. El análisis lingüístico debe preceder a la interpretación teológica. Cuando hemos de hacer la<br />

exégesis de un texto doctrinal, debemos recurrir primeramente, como en cualquier otro caso, al<br />

análisis lingüístico, al contexto, a los pasajes paralelos y al fondo histórico. En muchos casos el<br />

sentido <strong>del</strong> texto ha sido desfigurado porque desde el primer momento se ha examinado a través <strong>del</strong><br />

prisma dogmático.<br />

2. La interpretación teológica ha de efectuarse teniendo presente la estructura doctrinal de la<br />

Escritura. La teología bíblica no nos presenta un conglomerado de concepciones religiosas, fruto de<br />

un progreso determinado de la evolución histórica. Lo que nos ofrece es el contenido de una<br />

revelación progresiva en la que sobresalen unos hechos y unas verdades que constituyen su armazón<br />

permanente. Esos hechos y esas verdades iluminan el sentido restante de la revelación.<br />

3. La interpretación teológica a de asumir tanto la unidad esencial como el carácter progresivo de la<br />

revelación. Como repetidas veces se ha señalado en varios lugares, una de las particularidades<br />

fundamentales de la Biblia es la unidad esencial de su contenido, perfectamente compatible con la<br />

diversidad de sus libros y con el carácter progresivo de la revelación, <strong>del</strong> cual es depósito. Ya en el<br />

Génesis existen núcleos doctrinales primarios, rudimentarios a veces (3:15; 12:2,3, por ejemplo), que<br />

van desarrollándose en libros posteriores para adquirir la dimensión de su plenitud y significado en el<br />

Nuevo Testamento.<br />

4. La interpretación teológica ha de apoyarse preferentemente en textos de sentido literal. Lo<br />

figurado o lo simbólico debe depender de –y ser controlado por- los textos en los que se impone la<br />

interpretación literal. Ninguna doctrina importante debiera fundamentarse en textos de sentido<br />

figurado si no tienen el apoyo indiscutible de otros textos cuyo significado literal es claro.<br />

5. Las conclusiones doctrinales deben basarse preferentemente en el Nuevo Testamento. Aún<br />

admitiendo la unidad de toda la Escritura y la perennidad de múltiples enseñanzas <strong>del</strong> Antiguo<br />

Testamento, es obvio que algunos elementos veterotestamentarios tenían un carácter temporal o<br />

incompleto. Su validez caducó cuando con Cristo se asentaron definitivamente principios o<br />

elementos doctrinales superiores.<br />

6. La interpretación teológica no debe rebasar los límites de la revelación. Hemos de recordar que la<br />

Escritura no arroja suficiente luz sobre algunos de nuestros interrogantes y que no faltan en ella<br />

pasajes envueltos en la oscuridad. Escasos e insuficientes son los datos relativos al origen <strong>del</strong> mal, a<br />

la caída de las huestes satánicas, a la medida cuantitativa y cualitativa de los sufrimientos de Cristo<br />

en la cruz y a su “descenso a los infiernos”. Textos como Mc. 13:32, demuestran que Jesús en su<br />

humanidad desconocía el día y la hora en que habían de cumplirse sus propias predicciones.<br />

El intérprete, en virtud de su lealtad a la palabra de Dios, debe atenerse equilibradamente a aquello<br />

que tiene sólida base en la revelación, haciendo suyo el principio de que donde la Escritura no ha<br />

hablado lo más sensato es guardar silencio. Es por eso interesante anotar lo que dice Deuteronomio<br />

29:29: “Las cosas secretas pertenecen a nuestro Dios; más las reveladas son para nosotros y para<br />

nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta Ley” y las palabras de<br />

nuestro Señor a los discípulos en Hechos 1:7: “Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o<br />

las sazones, que el Padre puso en su sola potestad”.<br />

Conclusión: El buen intérprete de la Escritura ha de ser un buen teólogo. Su teología sistemática ha<br />

de mantenerse constantemente abierta y supeditada a la orientación de una teología elaborada sobre<br />

la base de rigurosos trabajos exegéticos. Quizás alguien dirá que esto nos conduce a un nuevo<br />

“círculo hermenéutico”. Sin duda; pero no podemos librarnos de él, ni conviene que lo hagamos. La<br />

teología nos ayudará a hacer exégesis y la exégesis corregirá nuestra teología.<br />

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