Julio 2011 - Universidad Católica de Córdoba

esponsabilizó y destituyó al gobernador de Buenos Aires, Oscar Bidegain, vinculado a
esas formaciones extremistas.
Posteriormente, en un acto en la Plaza de Mayo en el que se festejaba el Día del
Trabajador, Perón echó a los sectores más violentos del movimiento (Montoneros,
entre ellos), que se retiraron cantando consignas contrarias al Gobierno. La caja de
Pandora había quedado abierta y el futuro era imprevisible.
La llegada de “Isabelita”
Cuando murió Perón, se hizo cargo del Ejecutivo su esposa, María Estela Martínez,
más conocida como “Isabelita”, seudónimo que usaba como bailarina de varieté .
Había conocido a Perón en 1955, en una reunión organizada por éste en el Hotel
Washington de Panamá, y algunos días después ya compartían una habitación con
vista al Atlántico. Vivieron por algún tiempo también en Caracas, para luego instalarse
por dos años en la República Dominicana, como huéspedes de honor del dictador
Rafael Trujillo.
Posteriormente, se trasladaron a España, donde el 15 de noviembre de 1961 se
casaron. Perón había hecho construir una imponente casa en una zona coqueta y
residencial llamada Puerta de Hierro: la “Quinta 17 de Octubre”.
Tanto “Isabelita” como José López Rega, influyente secretario privado del viejo líder,
habían participado del momento en que Perón recibió la devolución del cadáver de
Evita en España, el cual provenía del cementerio Maggiore, de Milán, donde había
sido enterrado clandestinamente bajo el nombre de María Maggi de Magistris. El
cuerpo se colocó en el segundo piso y rumores creíbles testimonian que “Isabelita” y
“Daniel”, nombre que López Rega usaba en las prácticas esotéricas, realizaban una
serie de ritos a fin de que el espíritu de la difunta se encarnara en la ex bailarina.
A juzgar por la gestión de “Isabelita”, esos esfuerzos no dieron los resultados
esperados. La crisis económica, el desborde inflacionario expresado a través del
“Rodrigazo”, la censura, el secuestro del cadáver del general Pedro Eugenio
Aramburu, etcétera, hacían presagiar un final violento.
Como si ello fuera poco, López Rega, que actuaba como un primer ministro, creó una
organización parapolicial clandestina conocida como la “Triple A” (Alianza
Anticomunista Argentina), cuyo objetivo liso y llano era la eliminación física de los
adversarios. Entre sus numerosas víctimas, se contaron el reconocido sacerdote
Carlos Mugica, fundador de la parroquia Cristo Obrero, y el brillante intelectual de
izquierda Silvio Frondizi, hermano del ex presidente de la Nación Arturo Frondizi.
La presidenta intentó descomprimir la situación convocando a elecciones para el 17 de
octubre de 1976, pero ya estaba todo dicho. El proyecto que había despertado tantas
expectativas y esperanzas se había desbarrancado con rapidez por el efecto de
fuerzas e intereses contradictorios, lo que el gobierno peronista –sin su líder
indiscutido– no pudo ni supo controlar.
El golpe era inminente y, a partir de allí, la represión, los abusos y la desarticulación
del aparato productivo serían parte de un plan siniestro que llevó a nuestro país a
transitar por las tinieblas.
*Doctor en Ciencia Política; docente de la UNC y UCC
5