You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
El aúllo de un lobo se elevó <strong>en</strong> <strong>la</strong> <strong>noche</strong>, al que pronto un<br />
coro de aullidos le siguió, <strong>en</strong>tonando una lejana e inquietante<br />
melodía. Por unos instantes, Alucio distrajo su at<strong>en</strong>ción con el<br />
significado que podría t<strong>en</strong>er tales sonidos: ¿Qué dirían? ¿Sería el<br />
reflejo de su s<strong>en</strong>tir? ¿Avisarían tal vez de algún peligro?<br />
La <strong>noche</strong> <strong>en</strong> aquel<strong>la</strong>s horas era cerrada y <strong>la</strong> nieb<strong>la</strong> recorría <strong>la</strong>s<br />
callejue<strong>la</strong>s, movida por el impulso de una suave brisa invernal.<br />
Quizás <strong>en</strong> el futuro se inv<strong>en</strong>taran artilugios capaces de suministrar<br />
luz y calor <strong>en</strong> casas y ciudades, iluminando <strong>la</strong> <strong>noche</strong> como si fuera<br />
el propio día. Pero ahora, dadas <strong>la</strong>s circunstancias, quizá le tuviera<br />
más <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta volver al calor de su hogar, ya que difícilm<strong>en</strong>te<br />
podría atisbar algo a más de nueve o diez metros de sus narices.<br />
Un malhechor, bi<strong>en</strong> podría esconderse <strong>en</strong> <strong>la</strong> espesura del elem<strong>en</strong>to<br />
para pasar inadvertido, y con toda seguridad se movería fácilm<strong>en</strong>te<br />
sin ser visto. ¿Qué haría su gran amigo Aristarco <strong>en</strong> tal situación?<br />
Sonrió al recordarlo. En ese instante, un grito segó su recuerdo, sin<br />
poder precisar de qué punto prov<strong>en</strong>ía. Se había escuchado<br />
peligrosam<strong>en</strong>te cercano; quizás del otro <strong>la</strong>do, calle abajo. Se movió<br />
para dar efecto a su impulso, recorri<strong>en</strong>do <strong>la</strong> callejue<strong>la</strong> con el único<br />
sonido de sus pies sobre <strong>la</strong> nieve como acompañami<strong>en</strong>to. Al llegar<br />
a <strong>la</strong> intersección escuchó at<strong>en</strong>tam<strong>en</strong>te, pero no se oía nada, excepto<br />
al cortante vi<strong>en</strong>to rasgando <strong>la</strong>s aristas de <strong>la</strong>s vivi<strong>en</strong>das. Aunque algo<br />
más le pareció que viajaba con ese <strong>la</strong>m<strong>en</strong>to: una especie de gorjeo<br />
constante. Siguió el débil ronroneo hasta que los pies de un<br />
hombre t<strong>en</strong>dido aparecieron a su vista. Se detuvo titubeante:<br />
ap<strong>en</strong>as distinguía poco más, no sabi<strong>en</strong>do lo que le aguardaba <strong>en</strong>tre<br />
<strong>la</strong> bruma.<br />
Permaneció indeciso durante unos segundos, hasta que el<br />
vi<strong>en</strong>to desp<strong>la</strong>zó <strong>la</strong> cortina vaporosa, dejando ver el cuerpo. Nadie<br />
más parecía estar allí. Se arrodilló junto al caído, examinándolo. No<br />
cabía duda alguna: los mismos síntomas, <strong>la</strong> misma herida. Al girar<br />
su cabeza vio <strong>la</strong>s huel<strong>la</strong>s <strong>en</strong> <strong>la</strong> nieve. Ahora, sin p<strong>en</strong>sarlo dos veces,<br />
43