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Alforja XXIX verano 2004 Ardor de hombre. Muestra de poesía ...

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Como es común en la expresión griega, en esta <strong>poesía</strong> las muecas <strong>de</strong> dolor o <strong>de</strong> espanto, <strong>de</strong><br />

angustia por los humillados o <strong>de</strong> rabia frente a la abyección <strong>de</strong> los perpetuos déspotas <strong>de</strong>l<br />

mundo, se suavizan con gestos <strong>de</strong> nobleza, “gestos para <strong>de</strong>tener al tiempo y al <strong>de</strong>stino”.<br />

Aquí, en el claro territorio <strong>de</strong>l poema, el “esplendor <strong>de</strong> lo real” acaba por imponer su<br />

inminencia. Lo imaginario y lo visible intercambian atributos. De su perfecto abrazo surgen<br />

lo bello y lo verda<strong>de</strong>ro, aspiraciones gemelas. De Lagos <strong>de</strong> Moreno, su tierra nativa, a esa<br />

concreta sensación marítima y terrestre llamada Grecia, Gutiérrez Vega tien<strong>de</strong> un corredor<br />

<strong>de</strong> semejanzas que comienzan en los milagros cotidianos, en la inagotable imaginación <strong>de</strong><br />

lo vivido: “Hoy he pensado en el pueblo <strong>de</strong> la infancia —nos dice— tan distinto y tan<br />

parecido a esta isla.” Aquí, o en ese otro aquí que es el allá; en Lagos o en Amorgós,<br />

universos humil<strong>de</strong>s y or<strong>de</strong>nados, todo está por <strong>de</strong>scubrirse, incluso el beso <strong>de</strong> la tierra, el<br />

abrazo insoluble con nuestro <strong>de</strong>stino rural.<br />

HUGO GUTIÉRREZ VEGA<br />

Basora<br />

En esta nueva rigi<strong>de</strong>z <strong>de</strong>l aire<br />

se <strong>de</strong>tienen los cuerpos y las horas.<br />

Nada transita y en la madrugada<br />

nada se escucha. Está <strong>de</strong>sierto el día<br />

y no hay risas ni pájaros ni cantos.<br />

A lo lejos, las torres <strong>de</strong> un Bizancio<br />

que era y no era la ciudad <strong>de</strong> siempre,<br />

borraban sus perfiles<br />

en la niebla rojiza y enemiga.<br />

Pero nada se mueve, no se escuchan<br />

los gritos <strong>de</strong> soldados vencedores<br />

ni el estertor <strong>de</strong>l afligido viento<br />

ni el lamento sin fin <strong>de</strong> la <strong>de</strong>rrota.<br />

Las llamas ar<strong>de</strong>n pero no iluminan.<br />

La noche es turbia y en silencio pasan<br />

los hijos <strong>de</strong> un <strong>verano</strong> sin sonidos,<br />

<strong>de</strong> un principio <strong>de</strong> otoño acogotado.<br />

De lo que nos dijeron poco es cierto:<br />

una aurora <strong>de</strong>l mar, la luz violácea,<br />

los besos en la tar<strong>de</strong><br />

y las caricias que otorgó la vida.<br />

El fuego va acabando y no sentimos<br />

el pru<strong>de</strong>nte calor <strong>de</strong> su rescoldo.

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