Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
La Hora del viento<br />
N oviembre<br />
siempre fue un mes duro en<br />
estas tierras: los restos ocres del otoño<br />
aun se dejan ver mientras, empujados por<br />
el frío viento que pide paso, son expulsados<br />
hacia la siguiente estación.<br />
Pero a Elena siempre le gustó<br />
custodiarse por ese frío, un<br />
incómodo compañero de viaje<br />
pero que le hacía apreciar más<br />
las reconfortantes treguas del<br />
camino.<br />
Esa tarde viajaba por las carreteras<br />
enmarañadas entorno al río Pirón.<br />
Mientras el aire tensaba su cara,<br />
disfrutaba del embriagador diapasón de su<br />
Vespa 160.<br />
A un lado de la carretera, una cruz de limpia<br />
piedra resaltaba sobre los pedruscos viejos y<br />
llenos de musgo de los muretes que guardaban<br />
predios; Elena pensaba que el caminante que<br />
observaba su periplo al otro lado era el impar<br />
testigo de su escapada.<br />
Elena sin rumbo.<br />
Elena libre.<br />
Pero en realidad el único acomodo<br />
de Elena no era llegar a ninguna parte; bien<br />
sabía que huía, pero su mente aprendió a<br />
ignorar sufrimientos pasados de tal modo<br />
que casi había borrado de su memoria aquel<br />
desafortunado accidente.<br />
Hacía rato que las curvas habían<br />
desaparecido y, como huracán que sigue<br />
a la calma, su quietud fue preludio de un<br />
intrigante lance: el mismo caminante, parado,<br />
vigilaba de nuevo su paso.<br />
Elena, apagando sus sentidos, se centró en lo<br />
que acaba de ver intentando convencerse de<br />
que no era posible.<br />
Aquel día, buscar perderse resultó<br />
no ser una buena idea pues realmente<br />
lo logró, no sabía dónde estaba, y en eso<br />
pensaba cuando, ya oscureciendo, el foco del<br />
escúter iluminó la mirada triste pero hostil del<br />
mismo hombre.<br />
Parecía imposible que una sensación<br />
de mayor frío del que tenía invadiera su<br />
cuerpo, pero así fue, y recorrió toda su<br />
anatomía hasta la punta del último de sus<br />
cabellos. Un sudor se apoderó de todo su ser<br />
cuando se dio cuenta que además reiteraba<br />
el mismo paraje, la misma cruz de piedra, otra<br />
vez, como el ratón que corre y corre en la<br />
rueda y no avanza.<br />
No podía mirar atrás pero su huida<br />
hacia delante volvió a confrontarla, por cuarta<br />
vez, con el delgado hombre de pelo canoso y<br />
bigote minúsculo cuya imagen, esta vez, hizo<br />
caer a Elena al pie de la misma cruz.<br />
La espectral silueta humana,<br />
acercándose, resultó ser<br />
tan real como la frase que<br />
le susurró con voz de otro<br />
mundo: “ha llegado tu<br />
hora”.<br />
Elena despertó. Ya era de<br />
noche. La 160 recostada<br />
sobre la cuneta. Se miró,<br />
no había sangre, únicamente dolor en el<br />
hombro derecho. Ni rastro de aquel hombre.<br />
Sólo el silbido del viento.<br />
Llegó a Segovia sin saber cuánto<br />
tiempo había pasado, sin saber por dónde<br />
había vuelto, turbada, sin capacidad de<br />
discurso y, como una autómata, paró en un<br />
bar. Sería la segunda vez que entraba en “El<br />
Casco Viejo”, que así se llamaba la tasca.<br />
Pidió una tila caliente mientras<br />
seguía sumida en su particular colapso, la<br />
tarde era ya muy oscura y una fuerza ajena<br />
a su conciencia logró hacerla emerger de su<br />
trastorno preguntando la hora. El joven de la<br />
barra apuntó con su dedo por encima de la<br />
cabeza de Elena.<br />
Ella dirigió su mirada hacia arriba y,<br />
mientras la primera ráfaga de viento invernal<br />
se colaba por la puerta entreabierta, en una<br />
fracción de segundo, comprendió aterrada<br />
que era su hora.<br />
La luz se fue con Elena, sus ojos no<br />
volvieron a abrirse.<br />
Fermín Sayales, periodista de<br />
“El Adelantado” publicó al día siguiente:<br />
Doña E.C.S., de 23 años de edad, falleció<br />
cuando se encontraba en el bar “El Casco<br />
Viejo” al caérsele encima una pieza del<br />
artista contemporáneo Aurelio Hipona, en<br />
concreto, un reloj hecho con un disco de<br />
freno. Los hechos tuvieron lugar en la tarde<br />
de ayer cuando, según los primeros indicios,<br />
el peso del reloj hizo que éste se descolgara<br />
asestando un golpe mortal a la joven. Al<br />
parecer, la pieza había sido donada por el<br />
famoso y tristemente desaparecido escultor al<br />
que se había homenajeado hace pocos días,<br />
por el primer aniversario de su fallecimiento,<br />
con la colocación de una cruz de piedra en el<br />
lugar donde fue atropellado por un vehículo<br />
que posteriormente se dio a la fuga.<br />
Fernando Mínguez.<br />
DT<strong>17</strong>.indd 50 10/5/11 13:41:41